Excesos sindicales que dañan al país y a los trabajadores
Los abusos sindicales de los últimos días, ocupando lugares de trabajo y paralizando servicios públicos, tomando el control obrero de algunas empresas, dañando la maquinaria de una panadería y generando, en Ancap, cuantiosos sobrecostos que pagamos todos los uruguayos, confirman las peores expectativas posibles sobre la construcción de un eventual clima de paz laboral que, lamentablemente, los sindicatos se encargan de dinamitar.
El video de una planta de fabricación de panificados, ocupada por algunos de sus trabajadores y ocupantes ajenos a la misma (la mayoría), vandalizada posteriormente, es expresivo de lo que está ocurriendo en varios sectores industriales. Los afiliados al sindicado son 38 y los no afiliados son 77 de los empleados de la planta. Una minoría resolvió, por lo tanto, ocupar las instalaciones. El motivo: una diferencia sobre quiénes debían manejar dos nuevas máquinas importadas de Suiza. El “control obrero” significa también que el sindicato procura imponer quiénes deben manejar las máquinas, lo que muchas veces no es aceptado por los empresarios que, razonablemente, entienden que supone sustituirlos en la dirección de la empresa. Ante esa diferencia, algunos operarios ocuparon la fábrica junto a trabajadores sindicalizados ajenos a la empresa y provocaron la pérdida de más de 2.000 quilos de masa, ocasionando daños por U$S 20.000, que ahora le serán civilmente reclamados a los ocupantes, ya que la inexistencia de personería jurídica sindical impide llevar adelante otras acciones. Alguno de los ocupantes amenazó a los trabajadores no ocupantes que divulgaron el video.
En Ancap también hubo excesos inadmisibles. El Directorio emitió un comunicado en el que aclaró que las medidas adoptadas por la Federación Ancap el pasado 18 de marzo, que impidieron la puesta en marcha de una unidad de la refinería de La Teja por una semana, generaron un sobrecosto de aproximadamente U$S 2,5 millones.
Según Ancap, ante esa demora se debió importar supergás para compensar la falta de producción propia, ya que “el cracking catalítico” es fundamental para la conversión de petróleo en productos de alto valor y “es uno de los procesos que tiene mayor aporte al margen de refinación”.
“De la misma manera que el sindicato tiene derecho legítimo a tomar medidas, Ancap tiene el deber, aplicando reglas de buena administración, de realizar descuentos correspondientes por el incumplimiento de tareas”, se expresó desde el ente petrolero, que se amparó en dos decretos para la realización de los descuentos.
Por otra parte, los servicios de Buquebús y el acceso a los puertos de Montevideo y de Colonia fueron paralizados por empleados de esa empresa —que enfrenta una restricción de sus frecuencias ante la merma de la actividad— en otra expresión desproporcionada del manejo sindical, que no sólo impidió el trabajo de la compañía en conflicto sino la actividad normal de las estaciones portuarias.
Es que desde que en abril pasado y ante la pasividad gubernamental, los trabajadores de Montevideo Gas anunciaron que impondrían el control obrero de la planta de Petrobrás —pese a una resolución judicial en contra— la trama de prepotencia y desconocimiento del derecho de propiedad y al trabajo venía instalándose claramente como el eje de la acción sindical, ante lo que el Pit-Cnt no reaccionó a tiempo ni en forma. La iracundia de algunos trabajadores va en contra de las sentencias judiciales, de lo que prevé el gobierno y de lo que negocie la central obrera. Pero en definitiva es esa propensión a la violencia la que define las relaciones laborales.
Mientras tanto, es evidente que el desempleo está creciendo, en forma lenta pero quizás inexorable. Las perspectivas de las inversiones, excepto en lo que tiene que ver con UPM 2, son cada vez más desalentadoras, según todos los anuncios de los expertos y analistas. En ese escenario, la iracundia sindical no hace otra cosa que atentar contra las fuentes de trabajo, que dependen necesariamente de un clima laboral de paz, de entendimiento y de negociación, todo lo contrario a lo ocurrido en las últimas semanas.
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