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Gobernar a los ponchazos
En menos de una semana, el gobierno protagonizó uno de los espectáculos más bochornosos que se recuerden en la gestión de la salud pública: anuncios, contradicciones, desmentidos, justificaciones y finalmente una marcha atrás vergonzosa en los aumentos salariales otorgados a jerarcas de ASSE. Todo mientras los hospitales se desbordan, faltan camas, el frío golpea sin piedad y los funcionarios de a pie siguen cobrando sueldos miserables.
Primero nos enteramos —gracias a la denuncia de un grupo de diputados— de que la nueva administración de Álvaro Danza había creado 52 nuevos cargos gerenciales y aplicado aumentos salariales de hasta un 60%, alcanzando cifras escandalosas. Se hablaba de más de 3 millones de dólares en incrementos. Mientras los trabajadores que sostienen el sistema cobran entre 35 y 50 mil pesos, algunos gerentes iban a ver sus ingresos crecer en 100 mil pesos más por mes. Inmoral es poco.
Las reacciones fueron inmediatas. Los propios argumentos de la nueva gestión de ASSE caían por su propio peso: ¿no era que el Frente había recibido una institución quebrada, con deudas de cientos de millones de dólares? ¿No era que se necesitaban más recursos para camas, psiquiatras, medicamentos, ambulancias? ¿Y lo primero que se hace es premiar a los gerentes?
Pero no solo la oposición reaccionó. Hasta el PIT-CNT —siempre dispuesto a justificar al gobierno cuando le conviene— se vio obligado a levantar la voz. José Lorenzo López calificó el aumento como “medio descabellado” y se preguntó por qué los trabajadores rasos no reciben el mismo trato. Desde la Federación de Funcionarios de Salud Pública también hubo críticas duras. Denunciaron falta de suplentes, centros de salud que no pueden cubrir la atención, y pidieron al gobierno “la misma vara” para todos.
Ante este aluvión de cuestionamientos, vino el segundo acto del sainete: las explicaciones. ASSE salió a decir que los aumentos no eran tales, que los números eran falsos, que no eran 52 cargos sino 39, que solo 13 generaban costo, que algunos eran reestructuras, que se habían eliminado otros tantos, que se había ahorrado… Palabras, tecnicismos, cifras contradictorias y más confusión.
Y como si no fuera suficiente, el Presidente Orsi decidió salir en defensa de los suyos: “Me consta que no hay un salto en los costos”, dijo, y justificó los aumentos comparando con lo que pagaba a ingenieros en la Intendencia de Canelones. Como si el problema fuera ese. Como si gobernar ASSE —el principal prestador de salud del país, el que atiende a los sectores más vulnerables— fuera lo mismo que contratar un técnico para una obra municipal.
Pero la frutilla de la torta llegó con el tercer acto: la marcha atrás. Álvaro Danza, todavía de licencia mientras se cocinaba todo este despropósito, comunicó que los aumentos “no se aplicaron” y que quedaban “en suspenso para ser revisados y analizados”. O sea: primero los niegan, después los relativizan, y finalmente los suspenden. Y todo sin dar una sola explicación concreta, sin asumir ninguna responsabilidad, sin pedir disculpas, sin mostrar el más mínimo respeto por los contribuyentes.
Hasta el propio Frente Amplio empezó a hacer equilibrio sobre la cornisa. El diputado Luis Gallo, especialista en salud y ex presidente de la Junasa, reconoció que hubo “dos errores”: no haber comunicado antes la reestructura, y haber otorgado aumentos exagerados en un momento totalmente inoportuno. Gallo, con tono moderado, dijo lo que muchos piensan: esto no se puede justificar ni siquiera desde adentro.
Es que, más allá de los números y las desmentidas, lo que queda en evidencia es un estilo de gobierno improvisado, desordenado, desalineado, que se muestra día a día. Una administración que toma decisiones sin previsión, sin medir las consecuencias, sin escuchar a nadie. Y que cuando el escándalo estalla, en lugar de dar la cara, se esconde detrás de tecnicismos y excusas infantiles.
¿Cómo puede ser que, en medio de una emergencia sanitaria por la ola de frío, en un organismo sin quorum en su directorio y con su presidente de licencia, se apruebe una reestructura que nadie conoce y que solo genera sospechas?
Mientras los fríos invernales llevan a derivar pacientes a Sanidad Militar y a cerrar puertas en hospitales colapsados, el gobierno se enreda en una telaraña de privilegios. No hay un relato coherente. No hay liderazgo. No hay prioridades claras. Hay, simplemente, caos, caos de un gobierno que no sabe cómo gobernar.
Como venimos advirtiendo, esto no es solo un escándalo más. Es una muestra del rumbo errático que se ha instalado en la conducción del Estado. Un rumbo donde la salud pública es usada para acomodar amigos, blindar cúpulas, premiar lealtades, y al mismo tiempo exigir sacrificios al resto.
Gobernar a los ponchazos siempre termina igual: con el pueblo pagando los platos rotos.
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Cuidado con el país real...
Por Julio María Sanguinetti
Más allá de los grandes números de una economía o sociedad, aletean realidades particulares. A veces no se advierte lo que va pasando en esos ámbitos y un día los grandes números también se complican.
En el caso uruguayo, los indicadores son razonables. El paciente no padece fiebre monetaria y aunque está algo obeso, está haciendo vida normal. Sin embargo, cuidado con los síntomas y algunas peligrosas aventuras, que pueden cambiar más de lo esperado.
El tema más reciente es la exportación de ganado en pie. Conozco el tema desde hace muchos años, cuando la industria de la carne padecía un monopolio del abasto a Montevideo y lujosas carnicerías se instalaban en la inverosímil “frontera” de Carrasco y La Paz. En lo personal contribuimos a salir de aquella actividad totalmente distorsionada y allí estuvo también presente el tema de la exportación de ganado en pie. Confieso que durante un tiempo defendí la prohibición en medio de una profunda crisis de la industria, en que los grandes monstruos extranjeros del barrio del Cerro iban cayendo, mientras avanzaban establecimientos más pequeños del interior. Esa prohibición defendía el abasto de materia prima para los grandes en caída y se iba resquebrajando con autorizaciones parciales. Finalmente, la realidad nos convenció de que había que dejar libre la exportación, porque era fundamental para el desarrollo ganadero y también para la industria, a la que la obligaba a tener la máxima eficiencia.
Hoy la realidad industrial es muy distinta y es inevitable mantener abierta la posibilidad de exportar el ganado en pie si la industria no ofrece un precio acorde con el mercado mundial. Es verdad que hay capacidad ociosa en las plantas, pero no solo pensamos en el desarrollo ganadero como en la propia libertad de mercado, cuando dos o tres grandes organizaciones industriales extranjeras concentran algo así como el 70% de las compras y ahora están en vías de una peligrosísima asociación, que agravaría enormemente la situación. Si hay un solo comprador de esa magnitud, sería muy difícil pensar en una verdadera competencia libre.
De todo lo dicho resulta que es muy mala la disposición de prohibir la exportación del ganado en pie, que rechina frontalmente con las ideas expuestas desde el Ministerio de Economía.
Mientras tanto, dos sindicatos tradicionalmente radicales tienen en jaque a dos industrias importantes. El de la pesca, con su constante presión, ha impedido un crecimiento mayor de esa actividad para la que geográficamente estaríamos destinados. Ahora, además, ya está atentando su misma sobrevivencia. En plena zafra parar la pesca, con irreparables daños comerciales y financieros, es criminal. Sobre todo porque no hay proporción entre el reclamo y la medida. No se está luchando contra la injusticia social. Se está reclamando un puesto más en la tripulación (digamos que un vicecapitán, que sustituye el titular cuando éste descansa) y por ese reclamo, que no figura en los convenios vigentes, se lleva a la crisis a todo un sector. Donde lo perdido ya está perdido, porque lo que no se pescó, no se pescó y a otra cosa.
El otro compañero de ruta es el sindicato de Conaprole. La industria láctea tuvo en las últimas décadas una expansión formidable. También vivimos, en el ejercicio del Ministerio de Industrias (de 1969 a 1971) y en el trabajo parlamentario, tiempos de monopolios y de cuotas rígidas, cuando se estaba recién insinuando la exportación. Ésta explota recién en los años 70 y 80 del siglo pasado, hasta lograr que el 70% de nuestra producción salga al exterior, luego de abastecer un mercado interno felizmente de alto consumo. La leche es un alimento notable para la nutrición infantil, con un precio más que razonable. Cuando se piensa que un litro de leche (que salva las neuronas de un niño en crecimiento) cuesta $44,00 y un refresco común el doble, se aprecia hasta qué punto es importante la leche. Además de esta dimensión, está la exportación, que ronda los 850 millones de dólares al año y llega a 80 países.
Desgraciadamente, la gran presión sindical y la economía de escala de Conaprole han generado niveles salariales que han dejado fuera de competencia a las industrias más pequeñas. Mientras, en la otra punta, la de la producción primaria, viene cayendo el número de tambos de un modo vertiginoso. Es una tarea muy sacrificada, exigente de tiempo y calidad. Allí no hay feriados.
La cuestión es que todo ha ido llegando a límites y también han cambiado los hábitos del consumidor, que se vuelca ahora con gran preferencia a la leche de larga vida. Conaprole plantea entonces el cierre de una pequeña planta en Rivera, que ocupa una veintena de trabajadores y hoy ya no tiene escala económica. Volvemos también a la desproporción entre el problema y las medidas. Porque Conaprole ofrece condiciones muy excepcionales para los eventuales despidos y no justifica llevar toda una industria a una paralización.
Añadamos a todo esto que la desindexación salarial que planteaba el Ministro Oddone, también se ha diluido hasta casi desaparecer. O sea que en la pulseada por mantener a raya la inflación, se ha perdido un mecanismo que, además, contribuía a mejorar el salario real. El viejo reflejo sindical de impulsar el salario nominal como razón de existir, vuelve a la carga.
Dicho todo lo cual, cabe señalar que pese a las definiciones macroeconómicas, a las líneas generales trazadas con acierto por el Ministro de Economía, paso a paso le han ido corriendo la línea. Y todo, de a poco, empieza a tomar un color preocupante.
El país macroeconómico todavía luce razonable. El real empieza a vivir problemas puntuales, que a poco de andar nos pueden llevar a todos a un indeseable desequilibrio.
No juguemos con los muebles, como se decía antiguamente.
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“Demasiada soberbia”, sí, pero del gobierno
La negativa de los Partidos Colorado, Nacional e Independiente a participar del denominado “Diálogo Social” convocado por el gobierno para intentar consensuar una nueva reforma de la seguridad social a escasos ocho meses de un fracasado plebiscito para reformar la aprobada en 2023, ha despertado —con insólito desparpajo— destempladas reacciones de personeros oficialistas.
Así, el Secretario de la Presidencia Alejandro “Pacha” Sánchez señaló en rueda de prensa que en Uruguay “siempre nos hemos sentado a dialogar en una mesa” y que “amputarse la posibilidad de escuchar es un acto de demasiada soberbia”.
El Ministro de Trabajo y Seguridad Social Juan Castillo, por su lado, en diálogo con “La Diaria”, manifestó que la negativa de los referidos partidos de la oposición llevaría al debería llegar al gobierno a “la necesidad de hacer una reflexión en equipo para tratar de desentrañar qué fue lo que llevó a esta decisión” (¡vaya enigma!) pero que “con la misma teoría” ellos (el Frente Amplio) “nosotros no hubiésemos participado en el diálogo que convocó el gobierno (pasado) para la reforma de la seguridad social”, agregando que “participamos con una concepción democrática, creyendo en los ámbitos democráticos y no en los ámbitos solamente donde somos mayoría”.
Por último, la manifestación más dramática y teatral provino del presidente de la Cámara de Diputados Sebastián Valdomir, quien calificó la negativa opositora de “señal terrible”, agregando: “El FA podría haber tenido decenas de cuestionamientos a la Comisión de Expertos que trabajó en el proyecto de la reforma jubilatoria del gobierno pasado, pero participó, hizo aportes y, cuando puso posturas arriba de la mesa, las argumentó”.
Mueve a risa que se rasguen las vestiduras quienes ostensiblemente impulsan un “diálogo” —que ya tuvo lugar con la reforma de 2023— para intentar ganar en la liga lo que perdieron en la cancha, o sea, pretender torcer la voluntad ciudadana que rechazó adherir a la reforma que plantearon el año pasado. No hay nada que discutir: la ciudadanía ya se expresó y laudó el tema.
No menos risibles son las referencias a la participación del Frente Amplio en la Comisión de Expertos que instaló el gobierno anterior y donde se sustanció el diálogo social (se recibió a decenas de delegaciones de la academia y la sociedad civil). Contrariamente a lo manifestado por Valdomir, ni el FA ni el PIT-CNT formularon aporte alguno y fundamentaron ninguna propuesta. Se limitaron a no acompañar el diagnóstico surgido de la Comisión y, por supuesto, a no acompañar el proyecto, pero no formularon ninguna propuesta alternativa. Ni al diagnóstico ni al proyecto. ¡Linda forma de participar con una concepción democrática, dijera Castillo!
La declaración del Partido Colorado deja bien claras las razones de su rechazo a participar de la puesta en escena oficial, por lo que no hay nada que “desentrañar”.
El documento del Comité Ejecutivo Nacional del Partido Colorado deja en evidencia lo que desde el primer minuto olía a maniobra: un diseño que excluye a los partidos políticos de la centralidad del debate nacional. De 22 participantes convocados por el Ejecutivo, apenas ocho corresponden a partidos. Es decir, los legítimos representantes de la ciudadanía —los que ponen la cara, la firma y el voto— quedan relegados a un papel decorativo, mientras que las sillas principales se asignan a actores muchas veces funcionales al oficialismo o directamente alineados con su visión ideológica.
El Partido Colorado tiene razón al exigir una estructura que respete el equilibrio y la pluralidad. La democracia no puede funcionar si quienes representan a la gente son desplazados por comités afines, técnicos seleccionados a dedo o colectivos “representativos” que no pasaron nunca por las urnas. Este experimento del “diálogo social” tal como lo plantea el oficialismo no es más que una forma elegante de vaciar de contenido el debate político real, ese que ocurre cuando se confrontan proyectos con votos, ideas con trayectoria y propuestas con responsabilidad institucional.
Tampoco es menor el contexto. El Frente Amplio parece decidido a reflotar temas ya discutidos y resueltos, como la seguridad social, sin una justificación clara y con la única intención de marcar perfil ideológico. El Partido Colorado advierte, con razón, que este tipo de maniobras solo generan confusión e incertidumbre. Una reforma tan profunda como la de la seguridad social, fruto de años de debate y consenso, no puede ser puesta nuevamente en duda por una cumbre de formato dudoso y equilibrio cuestionable.
El Partido Colorado no se niega al diálogo: exige que sea serio, equilibrado y plural. Lo que no va a hacer —y está muy bien que lo diga— es prestarse a una puesta en escena donde el guion ya está escrito. Porque no se trata de rechazar el diálogo, sino de defender su esencia. Y esa esencia es la representación ciudadana, la diversidad política y el respeto por el sistema democrático. Todo lo que este “diálogo social” parece ignorar.
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Dime quiénes son tus amigos...
El presidente Yamandú Orsi sigue cultivando amistades que deberían, al menos, llamar a la reflexión. Su diplomacia de afinidades ideológicas lo ha llevado a rodearse de figuras en franco deterioro político o con prontuario judicial en construcción. El último episodio de esta preocupante deriva es su participación en el “retiro” de presidentes progresistas que se celebrará en Santiago de Chile, donde compartirá mesa y aplausos con Lula da Silva, Gabriel Boric y Pedro Sánchez.
Sorprende que Orsi prefiera rodearse de líderes que representan el ala más dogmática, tambaleante o corrupta de la izquierda internacional. En menos de un mes pasó de la cumbre de los BRICS —foro que alberga con entusiasmo a autócratas como Putin y regímenes como el iraní— a una “retirada” ideológica con figuras cuyo presente político es todo menos ejemplar.
Llama la atención el lugar especial reservado a Pedro Sánchez, presentado por la propia prensa afín como el gran artífice de la invitación al mandatario uruguayo. El mismo Pedro Sánchez que llega a nuestro país cercado por un escándalo mayúsculo de corrupción, que involucra no solo a sus colaboradores más estrechos —uno ya preso— sino también a su esposa, su hermano y el fiscal general del Estado. Un presidente cuya permanencia en el cargo responde más a su destreza para maniobrar alianzas espurias que a su legitimidad institucional.
¿Es esta la compañía que Uruguay necesita para proyectar su voz al mundo? ¿Debemos aplaudir la sintonía ideológica con gobiernos débiles, desgastados o directamente impresentables? Porque la pregunta que queda flotando, mientras Orsi se fotografía con líderes en caída libre, es muy simple: ¿en qué beneficia esto al país?
Sánchez no es hoy un socio útil ni un garante de nada. Su palabra pesa poco en Europa. Su autoridad política está comprometida. Y sin embargo, se lo recibe en Uruguay con honores, como si su visita fuera un activo diplomático. La realidad es que el presidente español arriba debilitado, marcado por escándalos que él mismo ha contribuido a alimentar. Y si aún sobrevive políticamente es gracias a los pactos que tejió con separatistas y extremistas, muchos de ellos denunciados en su propio país por ser la “ultraderecha del otro lado”.
La imagen de Orsi abrazando estas compañías refuerza la impresión de que la política exterior del gobierno no responde a un interés estratégico nacional, sino a la lógica de una camarilla ideológica. Así, Uruguay se desmarca de su histórica neutralidad y credibilidad internacional, para plegarse a proyectos políticos frágiles, desacreditados o en abierta contradicción con los valores democráticos que dice defender.
Parece que en el nuevo mapa internacional del Frente Amplio, cuanto más cuestionado esté un gobernante, más cálido será su recibimiento. Nada nuevo bajo el sol...
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Pasaportes a ciegas
Pocas imágenes resumen tan bien el desorden de este gobierno como la escena reciente: Alemania y Francia cierran sus puertas a los nuevos pasaportes uruguayos, el presidente Orsi se encoge de hombros y responde con un desconcertante “lo resolveremos”. Así, como si se tratara de un papel extraviado o de una fila desordenada en la IM. Una muestra más del estilo errático de esta administración, incapaz de prever las consecuencias de sus actos más elementales.
Desde el mes de abril, Uruguay comenzó a emitir pasaportes que omiten el lugar de nacimiento. El objetivo, nos dicen, era cumplir con “recomendaciones” de la Organización de Aviación Civil Internacional. Lo cierto es que ese cambio, al parecer, fue tan improvisado como inconsulto. Y el resultado fue inmediato: miles de ciudadanos uruguayos ahora tienen documentos que no les permiten ingresar a dos de los países más relevantes de Europa. Como si eso fuera poco, ni siquiera pueden tramitar una visa. Y todo por una decisión que ni el propio gobierno parece entender del todo.
Orsi se escudó en que el cambio formaba parte de un “compromiso asumido” con organismos internacionales. Lo que no explicó fue por qué se llevó adelante sin prever su impacto en la movilidad internacional de los uruguayos. Tampoco por qué se omitió una coordinación efectiva con los países receptores. Es insólito que un trámite tan delicado como el pasaporte termine siendo víctima de esta liviandad burocrática. Y lo es más aún que las autoridades celebren como un éxito lo que es, en los hechos, una metida de pata diplomática.
La respuesta del presidente es reveladora: “si complica la cosa, lo cambiamos”. Así funciona este gobierno: ensayo y error, parche sobre parche, una lógica de gestión reactiva donde todo se resuelve sobre la marcha. Pero el problema con esa filosofía es que no se puede gobernar un país a base de improvisación. Menos aún cuando se trata de derechos tan fundamentales como el de circular libremente por el mundo con un documento válido.
Mientras tanto, miles de compatriotas quedan atrapados entre embajadas, consulados y aeropuertos, sin certezas ni respaldo. Familias que habían planificado viajes, estudiantes con becas en juego, trabajadores con compromisos en el exterior… todos son víctimas del desorden institucional que reina en este gobierno. Y como siempre, la explicación oficial es que “se está trabajando” para encontrar una solución. Demasiado tarde, como de costumbre.
No es la primera vez que esta administración actúa sin medir consecuencias, ni será la última. Pero al menos en este caso, bien haría el gobierno en pedir disculpas, corregir el error y asegurarse de que semejante papelón no vuelva a repetirse. Porque si un país no puede garantizar ni siquiera la validez de sus pasaportes, es difícil imaginar que pueda ofrecer algo mejor en asuntos más complejos.
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Una raya más al tigre...
La cultura del privilegio y el doble estándar parece no conocer límites en el Montevideo gobernado por el Frente Amplio. Ahora, gracias a la denuncia de un edil blanco y a un video viralizado por redes sociales, los montevideanos nos enteramos de que a la diputada y exministra renunciante de Vivienda, Cecilia Cairo, le retiraron una multa de tránsito sin pagar un peso, gracias a un “código 9” aplicado con una generosidad que ningún contribuyente común puede siquiera imaginar.
El hecho ocurrió en junio del año pasado. Cairo estacionó su vehículo en un lugar reservado para personas con discapacidad, su auto fue remolcado y llevado a la playa de custodia. Hasta ahí, todo dentro de lo que el reglamento prevé. Lo increíble viene después: la diputada se presentó acompañada por un jerarca de la Intendencia —casualmente del mismo sector político que ella— y, milagrosamente, su auto le fue devuelto en el acto. No pagó la multa. No pasó por caja. No hizo fila como cualquiera de nosotros. Aplicaron el “código 9”.
Según la propia Intendencia, ese código permite liberar el vehículo si la persona no puede pagar la multa en ese momento. Pero aquí nadie explicó por qué se aplicó ese beneficio en este caso, ni por qué justo a las 20:00 de un viernes —y con ayuda de un jerarca— Cairo recuperó su auto sin costo. ¿Es esa la sensibilidad social del Frente Amplio? ¿Privilegios para los suyos y rigor para el resto?
A raíz del escándalo, la comuna inició una investigación administrativa. Lo cierto es que ya nadie cree en esas investigaciones internas que siempre terminan en un informe tibio, sin responsables, sin consecuencias. El olor a encubrimiento es tan fuerte como habitual. Y el mensaje es claro: si sos parte del aparato frenteamplista, no te preocupes. Siempre habrá un código, una llamada o un funcionario dispuesto a “ayudarte”.
Lo que resulta aún más indignante es cómo se llegó a conocer esta situación: no gracias a la transparencia de la Intendencia ni a la preocupación de sus autoridades, sino por el trabajo de la oposición. El edil nacionalista que elevó el pedido de informes actuó a raíz del video viralizado por una ciudadana en redes sociales. Ese pedido se realizó en abril de este año, pero solo obtuvo respuesta recién a comienzos de julio, justo cuando las nuevas autoridades asumían sus cargos en la comuna. Un timing sospechosamente conveniente.
En ese informe, la Intendencia confirma que se aplicó el código 9 al vehículo de la diputada Cairo “porque la infracción fue cometida a última hora del día viernes y no era conveniente mantener retenido el vehículo durante todo el fin de semana”. Una justificación que ofende la inteligencia. ¿Cuántos ciudadanos comunes deben esperar al lunes para recuperar su auto? ¿Cuántos comerciantes, repartidores, trabajadores, madres y padres de familia sufren el rigor de las reglas sin que nadie se apiade?
En fin, nos esperan otros largos cinco años...
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35 años demoliendo la historia
Durante tres décadas y media, el Frente Amplio ha gobernado Montevideo como si su pasado le pesara, como si el patrimonio arquitectónico y cultural de la ciudad fuese un estorbo antes que un tesoro. La demolición de fincas históricas, la omisión deliberada en la protección del inventario patrimonial, el maltrato sistemático al valor urbano, todo forma parte de una misma matriz: una izquierda que jamás comprendió que construir futuro no exige dinamitar el pasado.
La última decisión de la Intendencia —recurrida ahora ante la Cámara de Representantes por casi 1.500 ciudadanos— no es una novedad, es apenas un paso más en una larga cadena de atropellos. Bajo la excusa de “revertir procesos de degradación” y “optimizar capacidades”, la comuna aprobó un decreto que deja a decenas de inmuebles históricos sin protección efectiva. Con eso habilita, en los hechos, su demolición. La Casa Shaw, el Club Naval, joyas de fines del siglo XIX y comienzos del XX, han caído una tras otra, arrasadas por el hormigón sin alma de una gestión que prefiere la especulación inmobiliaria a la memoria colectiva.
El Frente Amplio parece tener una obsesión: hacer de Montevideo una ciudad sin raíces. Nada escapa a su pulsión destructiva. Ni las fachadas art déco de Cordón, ni los tramos centenarios de la Avenida 18 de Julio, ni las obras de Rafael Ruano o Humberto Pittamiglio, ni siquiera los barrios que alguna vez fueron símbolo de identidad barrial, como Palermo o Parque Rodó. A todo le llega la piqueta cuando lo que gobierna es la ignorancia histórica aliada al apetito inmobiliario.
Los gobiernos frenteamplistas han confundido gestión urbana con promoción del negocio inmobiliario, y peor aún, han camuflado esa entrega del patrimonio bajo un manto ideológico: el “progreso”, lo “nuevo”, lo “verde”, lo “inclusivo”. Palabras vacías cuando se usan para justificar que se tiren abajo casas centenarias para levantar torres impersonales. ¿De qué inclusión hablan quienes borran del mapa lo que le da carácter y pertenencia a los barrios?
La responsabilidad institucional es doble. Por un lado, la Intendencia, que actúa como agente de demolición encubierto. Por otro, la Junta Departamental, que avala decretos sin discusión pública real, sin escuchar a colectivos ciudadanos que vienen alertando desde hace años sobre este ecocidio cultural. Ni siquiera el artículo 34 de la Constitución, que establece que “toda la riqueza artística o histórica del país […] estará bajo la salvaguardia del Estado”, ha servido para frenar el afán destructor del frentismo.
Montevideo no necesita más normativas que la despojen de su identidad. Necesita decisiones valientes que detengan esta sangría. La defensa del patrimonio no es un lujo de estetas ni una nostalgia de conservadores: es una política de ciudad, una obligación legal, un mandato ético con las generaciones futuras.
¿Lo logrará entender el recién estrenado Intendente? Esperemos que sí, aunque no nos hacemos ilusiones...
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Una crisis silenciosa en el INISA que arrastra a los más vulnerables
Mientras el país debate sobre asuntos urgentes y visibles, una crisis institucional se cuece en silencio dentro del Instituto Nacional de Inclusión Social Adolescente (INISA), con consecuencias gravísimas para los jóvenes infractores que allí cumplen sus medidas. Lo que debería ser una entidad dedicada a la rehabilitación y el cuidado responsable de menores en conflicto con la ley, hoy se encuentra completamente paralizada, rehén de una disputa política intestina entre sectores del Frente Amplio. Y lo más grave: el presidente Yamandú Orsi sigue sin tomar una decisión.
En cualquier país serio, una entidad encargada de la reeducación de adolescentes no puede estar atravesada por una guerra de poder entre grupos radicalizados. Pero en el Uruguay del Frente Amplio, sí. Jaime Saavedra y Eugenio Acosta, ambos designados por el actual gobierno, protagonizan una disputa que ha dejado al INISA sin rumbo. La escena inicial fue patética: una ceremonia de asunción cancelada a último momento, rumores de renuncias, un presidente que “se entera por la prensa” y una institución que no toma decisiones porque su directorio está fracturado.
La historia no es nueva, pero se agrava día a día. Saavedra, respaldado por la cúpula del MPP y por su experiencia en la Dinali y como asesor en cárceles, venía con una agenda de profesionalización, con concursos y reglas claras. Acosta, un policía con un prontuario más opaco, fue impulsado por sectores vinculados al MLN y cargaba con denuncias de vieja data: desaparición de comida para perros, tala y venta de leña, ascensos a dedo. Increíblemente, fue nombrado igual.
Yamandú Orsi, como en tantos otros temas, optó por la tibieza. En vez de tomar decisiones firmes, pidió “tiempo para resolver las diferencias”. ¿Qué más necesita para darse cuenta de que esto no tiene arreglo? ¿Cuántos adolescentes más deben quedar a la deriva? ¿Cuántas medidas más sin ejecutarse? En un área tan sensible, no se puede apostar a que dos personas que no se hablan logren “convivir”.
El Frente Amplio ya vivió algo parecido en 2011. Mujica, ante un conflicto institucional, tomó una decisión política: descabezó a ambos involucrados. Hoy, Orsi elude el conflicto y lo prolonga. Pero con cada día que pasa, la gobernabilidad del INISA se desintegra, y con ella se diluye la ya frágil esperanza de reinserción de los adolescentes en custodia del Estado.
Esto no es una interna más. Es un bochorno institucional. Y los que pagan el precio son los más vulnerables.
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Luis Batlle Berres, un hombre de bien
Por Santiago Torres
Hace 11 años, publiqué en CORREO esta columna cargada de vivencias personales. ¿Qué puede significar la figura de Luis Batlle para alguien que favorece soluciones liberales en el campo de la economía? Al cumplirse 61 años de su fallecimiento, entendí del caso publicarla nuevamente como sentido tributo a su gigante figura.
Recuerdo que tenía 17 años cuando cayó en mis manos “Pensamiento y acción”, la recopilación de discursos y artículos de Luis Batlle Berres que realizara Santiago Rompani (Ed. Alfa, Montevideo, 1965). Me devoré los dos tomos y quedé fascinado con el personaje. Por ese tiempo, además, ingresé a militar en un grupito de gente más bien joven que lideraba Washington Abdala, dentro de la Lista 15, al que decidimos llamar Movimiento “Luis Batlle Berres”. Eran tiempos de lucha por la recuperación de las libertades conculcadas por la dictadura y qué mejor que ese héroe cívico de la república para inspirar nuestra pequeña epopeya política.
Muchos años pasaron y yo, de a poco, no a través de una epifanía intelectual que me iluminara como un rayo que se recorta en la oscuridad sino de un largo proceso de reflexión, en aproximaciones sucesivas, empecé a cambiar mi pensamiento en muchos aspectos. No soy de los que crea que pensar siempre de la misma manera sea una particular virtud. Uno lee, reflexiona, madura y aprende cosas nuevas que, eventualmente, determinan cambios en el pensamiento. En mi caso, entendí que el dirigismo, el estatismo, especialmente los monopolios del Estado, no favorecían a la gente. Creo que la realidad me exonera de demostrar nada, pero voy a poner un ejemplo de lo que digo: hasta que durante el último gobierno colorado se abriera el mercado de la telefonía celular, el servicio era caro y sólo accedía una minoría al mismo. ANTEL afirmaba que la demanda estaba “satisfecha”. Bastó que el mercado se liberalizara para que aquella demanda “satisfecha” demostrara claramente que no lo estaba y directamente explotó. El efecto democratizador ha sido tan evidente que a nadie en su sano juicio se le ocurre retornar a la situación anterior. Como a nadie se le ocurriría hoy retornar al contralor de exportaciones e importaciones y los cambios múltiples.
El mundo de Luis Batlle Berres, en el que se formó, era muy otro. El pensamiento vigente, lo que podríamos dar en llamar el conventional wisdom de la época, era completamente diferente. Por ejemplo: en 1931, a raíz de la crisis de 1929, el entonces Ministro de Hacienda Javier Mendívil nombró una comisión de notables para sugerir rumbos de acción ante la pérdida de valor de la moneda. Integraron la comisión Eduardo Acevedo Álvarez, Ricardo Cosio, Emilio Frugoni, Julio Ma. Llamas, Pablo Ma. Minelli, Octavio Morató, Carlos Quijano, José Serrato y Luis Supervielle. El banquero Supervielle propuso la flotación de la moneda. Frugoni, un retorno al patrón oro. Cualquiera de ambas soluciones eran “de mercado”. El resto de la comisión, empero, se volcó por sugerir el control del precio y de la cantidad de dinero y, siguiendo su recomendación, en octubre el gobierno instaura el control de cambios que derivó en el contralor de exportaciones e importaciones.
Pero además de ello, el mundo de la guerra y la post-guerra era uno, por un lado, de escasez y, por otro, de un proteccionismo monumental. EEUU y una Europa devastada, impidieron cualquier intento de liberalizar el comercio mundial. La OMC no pudo concretarse sino en 1995, recién luego de la ronda Uruguay del modesto GATT. La sustitución de importaciones no era la aplicación de una teoría económica sino el resultado, en buena medida, de un mundo que en la guerra no producía.
Luis Batlle dio una feroz batalla por conquistar mercados. En EEUU hasta se enfermó por los enfrentamientos que tuvo con los poderosos empresarios textiles. Incluso propuso, en una verdadera audacia política para la época, el ingreso de China comunista a la ONU. Batlle Berres sabía que el desarrollo del país no podía pasar nunca por nuestro diminuto mercado interno y apostaba a la exportación, procurando -sin éxito- derribar o aunque más no fuere abrir un resquicio en aquellas murallas comerciales. ¡El proteccionista era el mundo, no Luis Batlle!
Batlle sabía que algo había que hacer para superar las dificultades que empezaron a aflorar en la segunda mitad de los 50, ante el evidente agotamiento del modelo “ISI” (industrialización por sustitución de importaciones). Pero lógicamente le costaba visualizar por dónde ir, aunque claramente intuía que un comercio libre era parte de la solución. Pero ningún economista -una profesión que recién se abría paso- pudo acercarle una receta. Porque el país no la tenía. La reforma cambiaria y monetaria del primer gobierno blanco, fue una solución limitada aunque en aquel entonces se lo viera poco menos que como un giro copernicano. Hasta Alejandro Vegh Villegas en 1974, nadie se animó a dar un giro tan profundo en el manejo cambiario y monetario. Y no por casualidad ocurrió en dictadura: semejante solución, que hoy con el diario del lunes parece tan obvia, no era obvia para nadie. ¿Cómo juzgar entonces a Luis Batlle, que se había formado en aquel país intervencionista y estatista, que se extendió hasta 1974? Batlle Berres intuía que un cambio se precisaba, pero no se le puede reprochar que no viera el panorama claramente porque, en rigor, nadie lo veía. Ni en Uruguay, ni en ninguna parte.
El Luis Batlle Berres que yo respeto y al que también rindo homenaje, es el demócrata a carta cabal. El que marchó al exilio durante el régimen de Terra. El que apoyó la causa de la República Española. El que dio asilo a los argentinos perseguidos por el régimen de Perón. El que condenó y fustigó la invasión estadounidense a Guatemala, en 1954, y el derrocamiento de Jacobo Arbenz. El que batalló incansablemente por las exportaciones industriales. Ese es el Luis Batlle Berres que yo quiero y respeto. Y siento que sería un miserable si hoy -reitero- con el diario del lunes, me dedicara a demoler y señalar errores en quien no era sino un hombre que expresaba una visión que no era sólo la del país, abrumadoramente, sino la del mundo desde 1929. Todo el mundo era keynesiano y proteccionista. ¿Y yo le voy a reprochar a los batllistas de la época, como Luis, que no fueran liberales de la escuela austríaca? Sería un insensato, por lo menos.
Por lo tanto, yo también rindo homenaje a Luis Batlle Berres, quien fuera, como dijera Juan Carlos Onetti en el obituario que le dedicara, un hombre de bien.
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La Comisión del Diálogo Social: Un Escudo para la interna del Frente Amplio
Por Elena Grauert
El año pasado quedó resuelto el tema de la reforma de la seguridad social: comenzó con la aprobación de la LUC, que crea la Comisión de Expertos, y terminó con el plebiscito en octubre de 2024.
La Comisión del Diálogo Social no nace de un acuerdo o necesidad urgente de todos los actores —sociales, políticos y no políticos—, sino que surge de una interpretación que intenta impulsar una nueva reforma que contemple a las minorías en el plebiscito, tratando de buscar consensos donde no los hubo y no los va a haber, porque el tema fue ampliamente discutido y resuelto incluso dentro del Frente Amplio.
Es evidente que la iniciativa responde más a una necesidad de estrategia partidaria del actual gobierno —que no apoyó el plebiscito, pero pretende aplacar su interna—, que a una verdadera necesidad o déficit del sistema aprobado.
La seguridad social hoy no es un problema; sin duda es necesario revisarla o hacerle retoques, y mejorar algunos aspectos de interpretación —como el art. 22 de la norma—, pero los ejes fundamentales para salvaguardar el sistema permanecen firmes y consentidos por la ciudadanía, tanto con respecto a la edad de retiro como a las AFAP.
Por supuesto, los demás temas incorporados al diálogo social también son de importancia fundamental: la pobreza infantil, el sistema de cuidados y otros no contemplados, como la sobrepoblación carcelaria —fuente de inseguridad y delincuencia—, o la salud mental. Pero estos claramente no son el objeto del llamado; de hecho, deberían tratarse con urgencia durante el presente año.
El propio procedimiento propuesto por la Comisión de Diálogo Social demuestra que lo que se persigue es otra cosa, más vinculada a actividad proselitista que a una política de Estado. Realizar “una recorrida presencial en las 18 capitales departamentales del interior del país para recoger insumos y propuestas vinculadas a los ejes temáticos” y presentar las conclusiones el próximo año no es un procedimiento apto ni necesario, ya que los temas están ampliamente diagnosticados y lo que corresponde es incluir soluciones en la ley de presupuesto o en una Ley de Urgente Consideración; no demorarlas un año.
Está claro que es el PIT-CNT quien pretende y empuja por una reforma de la seguridad social —eliminar las AFAP, aumentar impuestos, etc.—; los demás temas no importan o, en realidad, no están en el tapete, y ese es uno de los principales problemas de la invitación efectuada.
Por tanto, reducirlo a la cantidad de participantes no es el tema fundamental; la cuestión es cómo diluir la gestión política en una “mise en scène” que cristaliza una estrategia comunicacional: deslegitimar a los partidos de la oposición, invitar a organizaciones sociales afines en pie de igualdad y luego presentar un proyecto como si fuera mayoritario o de cuasi consenso, como si representara a toda la sociedad. Todos sabemos que en realidad solo representan intereses sectoriales de organizaciones amigas del gobierno, con los peligros que ello conlleva en el marco de recíprocas concesiones y acuerdos, muy alejados del interés de las personas individuales.
Comparto al cien la declaración del Partido Independiente cuando expresa que esto ya se vivió en “otras instancias de igual naturaleza en gobiernos anteriores del Frente Amplio, como la convocatoria al Congreso de la Educación, que culminó con la reafirmación de la visión de los sindicatos de la educación e impidió avances en materia de reforma educativa”.
La participación de organizaciones sociales, cámaras empresariales y ciudadanos de a pie —escuchar sus demandas— es sumamente importante y muchas veces aporta insumos incuestionables, pues expresan experiencias y necesidades que desde el sistema político a menudo no se ven.
Pero ello no implica sustitución ni desconsideración, ni fomenta ningún tipo de “partidocracia”; al contrario, las instituciones democráticas —representadas por los partidos políticos— deben velar por el interés general y, sobre todo, por las mayorías que no tienen voz en ninguna organización ni gremio, pues son ciudadanos individuales que no defienden intereses corporativos, sino que viven, aportan y deben ser protegidos por el sistema político.
Por ello, ya no queremos jugar al juego de los hechos consumados. Si nos invitan a un diálogo, primero debemos ponernos de acuerdo en el propósito, los tiempos, los procedimientos y los objetivos, así como en quiénes participarán y en la forma de comunicar los resultados. Todo debe estar muy claro; de lo contrario no tiene sentido. Los diálogos deben construirse sobre la confianza, la transparencia y la igualdad; de lo contrario, no habrá diálogo sino un mandato.
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Limitación a la Exportación en pie, un desatino inexplicable
Por Tomás Laguna
El nivel óptimo de exportación en pie es cuando la misma no existe aún estando libremente permitida. Será cuando sea más conveniente vender a la industria nacional que exportarlos vivos. ¿Quién es el responsable de otorgarle a nuestra pujante industria frigorífica ese nivel de competitividad tan deseado? No será por cierto a costa de los productores ganaderos…
No por sospechada deja de ser insólita la limitación a la exportación de ganado en pie, en particular con destino a faena. Hace poco más de un mes atrás la preocupación se hizo tangible cuando en una reunión de la Mesa de Mercados Internacionales de Frutas, ámbito de trabajo de la Unidad de Asuntos Internacionales del MGAP, el director de esta última comunicó a las gremiales granjeras presentes que se iba a limitar la exportación de ganado en pie, lo que se compensaría con un potente programa de apoyo a la cría. Este último un concepto equivocado, carente de racionalidad que puede merecer nota por separado.
Ya habíamos advertido nuestra preocupación sobre la continuidad de la exportación en pié en este mismo espacio el pasado mes de diciembre. Por entonces hicimos referencia a la percepción contraria a esta actividad que podría tener el Ec. Gabriel Oddone, actual ministro de Economía, cuando siendo consultor en CPA-Ferrere participó del trabajo encargado por las gremiales de la industria frigorífica “Análisis del impacto de la exportación de ganado en pie en Uruguay” (presentado en enero de 2017). No obstante, con la racionalidad que lo ha caracterizado en el cargo, el Ec. Oddone fue contundente al decir que no fue consultado por la medida tomada por el MGAP, la que calificó de inconveniente. Preocupantes ruidos en lo que debería ser una acción coordinada del gabinete.
Se puede afirmar que no hay condición mas adversa para el campo que aquellas regulaciones que cierran la economía y la tornan proteccionista. La mas de las veces justificándose en supuestas razones altruistas con las que se confronta a la producción primaria, lo que determina que ésta transfiera recursos a otros sectores de la actividad, sea para favorecer el empleo o bien el consumo. Necesario es recordar la ley promovida por el Pdte. Jorge Batlle por la cual se prohibieron las retenciones a las exportaciones. Limitar la exportación en pie es parte de estas regulaciones que ya deberían considerarse un relicto anacrónico que obedeció a otros tiempos de la economía mundial.
La libre exportación en pie rige desde el gobierno del Dr. Luis Alberto Lacalle Herrera, justo es decirlo. Los posteriores gobiernos, todos, la respetaron al punto de que, para bien de la ganadería, se transformó en política de Estado. Tal vez haya sido la medida más trascendente para la producción ganadera desde las recordadas medidas de agosto de 1978, cuando a posteriori de la liberalización de la economía que impulso el Ing. Alejandro Vegh Villegas, quien luego lo sucedió en el cargo, el Cr. Valentín Arismendi, liberalizo las infinitas regulaciones que pesaban sobre el complejo agroindustrial ganadero. Tiempos de dictadura, es verdad, no obstante fueron disposiciones de alta significación.
Más acá en el tiempo recordamos cuando el presidente José Mujica, siendo Ministro de Ganadería (1er gobierno del Dr. Vázquez), sugirió fijar administrativamente el valor del ternero de reposición para que los criadores, en general la actividad menos rentable, mas atomizada de la cadena y definitivamente tomadora de precio, pudiera tener mayor participación en el valor final del producto ofrecido en los mercados externos. Tiempos en que el Dr. Fratti era presidente de INAC. Nunca fue necesario tal extremo, de por sí muy absurdo. La demanda agregada a través de la exportación en pié determinó que el sector criador pasara de participar en algo menos del 20% del valor final del novillo una vez faenado y colocado en sus múltiples destinos a casi un 30% como lo disfruta hoy. En otras palabras, el criador recibe hoy a través del ternero vendido para reposición un valor significativamente mayor al que habría recibido en un mercado cautivo. En la ganadería actual el ternero una vez criado pasó a ser más relevante en la ecuación de producción que su madre, la vaca de cría, una vez engordada para frigorífico. Una constante en aquellos años de bajos valores y liquidación de stock…
Si bien la industria frigorífica fue resignando su participación en el valor final del producto para beneficio de la cría, el margen industrial por animal faenado (valor final del producto colocado en todos sus destinos menos valor del novillo gordo) se incrementó sustancialmente desde que se lo puede estimar objetivamente a partir del valor final producido por la cadena (Novillo Tipo, enero/2007). En 18 años ese margen se incrementó entre el 70% y el 150% (dependiendo cual año tomamos de base). En otras palabras, el negocio se ha vuelto muy dinámico al punto de que las plantas exportadoras no dejan de invertir en la ampliación de su capacidad de faena (Tacuarembó, Marfrig). En el 2009, plena vigencia de la exportación en pié, un inversor de origen británico construyo en Durazno y desde cero uno de los frigoríficos más grandes del país (capacidad de faena para 2.000 animales) y a su vez mas modernos del continente. Hoy propiedad de MARFRIG. Para tales decisiones no incidió la llamada “capacidad ociosa” de la industria. Para algunos (entre ellos el Ministro Fratti) parecería que son los productores los responsables de abastecer esta sobre dimensión en la capacidad de faena.
Para mayor referencia. En la década de los ’90, apenas autorizada la exportación en pie, la extracción total medida a través de la faena oscilaba en torno al 15% de un rodeo que promediaba las 10 millones de cabezas. En los últimos 10 años, sobre un rodeo de algo más de 11 millones de cabezas la extracción total por la faena oscila en torno al 20%. La exportación en pie agrega a esa extracción entre 1 y 4 puntos porcentuales más, según el año. En ningún caso una cifra que erosione la base productiva de la cadena. Pero aún más, entre ambos períodos comparados la ganadería redujo sensiblemente el área de pastoreo, resignando tierras que fueron ocupadas por la agricultura y la forestación. Así es que hoy tenemos un rodeo consolidado, más eficiente y en menos territorio. No ha sido la exportación en pie obstáculo para ese desarrollo que pauta hoy nuestra competitiva ganadería, por el contrario es parte de su razón.
Todo este sainete puede dejar algo positivo. La libertad para exportar en pié debería quedar consolidada tras la reacción de la totalidad de las gremiales rurales, ninguna dejo de expresarse contraria a su limitación, más la contundente definición del Ministro de Economía avalando su plena vigencia. Definitivamente que se la reconozca como una política de Estado.
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Pensión graciable: ¿reconocimiento justo o privilegio innecesario?
Por Laura Méndez
Hace unos días, el Senado votó tres pensiones graciables. Una de ellas fue para un exfutbolista, y con ello nos preguntamos: ¿quién debe recibir este beneficio excepcional que otorga el Estado?
Si bien la pensión graciable está prevista desde la Constitución de 1830 y se otorga por ley a ciudadanos “destacados” o a sus familiares directos en situación de necesidad, no deja de ser una forma de reconocimiento estatal a quienes han hecho aportes relevantes al país —ya sea en el arte, la ciencia, la cultura o el deporte— y que no cuentan con un respaldo económico suficiente.
Desde sus orígenes, esta figura busca proteger casos excepcionales. De hecho, la primera pensión graciable del país se otorgó el 12 de julio de 1830 a Doña Teresa Cruz de Calatayud, viuda de un oficial de resguardo, quien recibió como “gracia extraordinaria” la mitad del sueldo de su esposo. En ese entonces ya resultaba ser un gesto de justicia hacia quienes habían servido al país sin una red de seguridad.
Otros casos que sobresalieron estuvieron vinculados al deporte. En 1967, mediante una ley especial, se concedieron pensiones graciables a los futbolistas campeones olímpicos y mundiales de 1924, 1928, 1930 y 1950.
Pero hay una diferencia fundamental con los tiempos actuales: aquellos jugadores no tenían contratos millonarios ni garantías previsionales. La mayoría eran trabajadores que, además de defender la camiseta celeste, tenían otros empleos y muchas veces terminaban su vida en condiciones humildes.
Sin embargo, en estos tiempos la incorporación de figuras del deporte profesional —especialmente del fútbol— al universo de beneficiarios, y teniendo en cuenta la reciente asignación de una pensión graciable a un exfutbolista, nos preguntamos: ¿corresponde que un jugador profesional, que en algún momento integró la selección o jugó en clubes del exterior, reciba un subsidio estatal vitalicio, mientras miles de uruguayos sobreviven con jubilaciones mínimas tras una vida de trabajo? ¿En qué momento pasamos de proteger a quienes sirvieron al país con sacrificio y sin garantías previsionales a subsidiar a personas cuya trayectoria, aunque destacada, transcurrió en entornos profesionalizados con ingresos superiores al promedio de la población trabajadora?
No se trata de minimizar el valor cultural y emocional que el fútbol tiene en nuestro país, pero nos cuestionamos si debe ser el Estado —y, por ende, toda la ciudadanía— quien cargue con el costo de estos reconocimientos.
Muchos de estos deportistas tuvieron carreras exitosas, ingresos considerables y oportunidades de construir un futuro económico sólido. ¿Es justo que, tras haber abandonado el deporte activo, se les conceda una pensión en nombre del pueblo?
El problema es más profundo: ¿a quién consideramos “personalidad destacada” en Uruguay? ¿Qué criterios usamos para decidir quién merece una pensión graciable? ¿La fama? ¿La popularidad? ¿El cariño del público? ¿O el verdadero impacto en el bien común?
Si seguimos ampliando la lista de excepciones, la figura de la pensión graciable perderá su carácter excepcional para transformarse en una recompensa simbólica sin base social ni ética clara.
A partir de la Ley N.º 17.968 se creó una comisión permanente en la órbita del Ministerio de Educación y Cultura para el tratamiento de las pensiones graciables a nivel del Poder Ejecutivo. Dicha comisión se integra con un representante del Ministerio de Educación y Cultura (que la preside), un representante del Ministerio de Economía y Finanzas, un representante del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social y un representante del Banco de Previsión Social. Desde la aprobación de la Ley N.º 18.046, de 24 de octubre de 2006 (rendición de cuentas y balance de ejecución presupuestal, ejercicio 2005), en su artículo 133 se sustituyó el artículo 1.º de la Ley 17.968, incorporando al Ministerio de Turismo y Deporte a la comisión permanente.
Pensamos que esta comisión permanente, que analiza cada solicitud para que luego se convierta en ley, debería restablecer el sentido original de la pensión graciable: proteger a quienes verdaderamente sirvieron al país desde el compromiso y no desde el aplauso efímero.
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Si es general, no es parcial
Por Susana Toricez
El noticiero dice: “El PIT-CNT realizará el lunes próximo un paro general ‘parcial’”. ¿Cómo puede ser que algo “general” sea a la vez “parcial”?
Es una contradicción, algo incoherente, como el propio paro.
Pregunto: ¿a quién beneficia realmente el paro? Tengo claro que los únicos beneficiados son los dirigentes sindicales.
Los que, sin trabajar, ganan; mientras al trabajador le descuentan el paro, ellos cobran su salario íntegro más beneficios, sin concurrir jamás a su lugar de trabajo.
Quienes, obviamente, no saben lo que significa dejar de pagar el alquiler por falta de dinero.
Por eso no quieren ni escuchar hablar del voto secreto, ¡claro! Se les terminan los curros.
Si ponen a votar en forma secreta la realización de un paro, seguro que no prospera.
Un niño curioso es inteligente: quien hace preguntas, quien cuestiona, quien duda.
Se ve que eso se pierde con la niñez, porque conozco muy pocos adultos que cuestionen cosas o se pregunten, por ejemplo, ¿qué se logra haciendo un paro? ¿Por qué se convoca?
Si los maestros paran y dejan a los niños sin clase, ese día los condenan a no educarse, a no formarse y, a veces, incluso a no alimentarse.
Así, cada vez a menos personas les interesa la escuela pública.
Escucho habitualmente que se realiza un paro para exigir más recursos para la educación.
Pese a ello, increíblemente —y por fortuna— aún quedan maestros que no exigen nada.
Estos maestros necesitan solo un pizarrón y una tiza para desplegar su creatividad y captar la atención del aula.
Esos son los maestros que valen la pena: quienes, si tuvieran que reclamar algo, no tomarían de rehenes a los niños para lograr sus objetivos.
No conozco nada que, detenido, produzca; por eso recuerdo el dicho popular: “rueda que no gira, se oxida”.
Está a la vista que, con los paros y las huelgas, algunas personas logran sus objetivos.
Que el país no avance, que no produzca y que no se eduque.
Muchos tienen la certeza de que un pueblo sin cultura es un pueblo manejable, y esto redunda en colaborar con intereses, por lo general, poco compatibles con los democráticos.
Martin Luther King dijo alguna vez:
“No me preocupa el grito de los violentos, de los corruptos, de los deshonestos, de los sin ética. Lo que más me preocupa es el silencio de los buenos”.
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Tensiones globales por aranceles: Trump, el ajedrez comercial con Canadá, Brasil, UE y el futuro del Mercosur
Por Alvaro Valverde Urrutia
Donald Trump volvió a tensar el tablero global con nuevas subas arancelarias que afectan a Canadá, Brasil, México y la Unión Europea. En paralelo, el acuerdo Mercosur–UE se estanca mientras crecen los desafíos internos del bloque. La reciente cumbre en Buenos Aires mostró avances técnicos, pero también divergencias políticas que marcarán el rumbo del semestre.
A comienzos de esta semana, Donald Trump retomó uno de sus recursos más utilizados en política internacional: los aranceles. Con anuncios de nuevas tarifas del 30?% a la Unión Europea y México, 35?% a Canadá y hasta 50?% a Brasil — que entrarían en vigor el 1 de agosto y se aplicarían principalmente a productos no cubiertos por acuerdos vigentes como el USMCA (reemplazo al NAFTA) —, la retórica del exmandatario vuelve a tensar la economía global, incluso antes de una eventual victoria electoral.
En el caso de Canadá, la respuesta fue prudente pero firme. Ottawa optó por mantener abiertas las vías diplomáticas, aunque dejó en claro que protegerá su producción nacional si es necesario. La tradición canadiense de resolver disputas mediante arbitraje y acuerdos multilaterales probablemente será el camino preferido.
Brasil, por su parte, reaccionó con mayor dureza. El gobierno de Lula da Silva calificó la medida como arbitraria y carente de sustento económico, anticipando una posible respuesta por la vía de la Organización Mundial del Comercio (OMC), además de represalias comerciales directas si la presión persiste.
Las medidas de Trump siguen un patrón táctico conocido: usar los aranceles como herramienta de presión política y geoestratégica, más que como instrumento de defensa comercial real. Frente a esta lógica, los países afectados adoptan estrategias distintas: Canadá, más institucional y aliada a mecanismos multilaterales; Brasil, con un enfoque más político y de confrontación. Esto refleja no sólo sus realidades internas, sino también cómo entienden su posición en el sistema internacional.
Respecto a la situación entre Trump y la UE, cabe destacar que, a pesar de múltiples intentos de acercamiento, no hubo acuerdo efectivo entre Trump y la UE en relación con el tema arancelario. Por el contrario, el aumento de tensiones, tanto con Europa como con otros socios comerciales, ha desactivado cualquier posibilidad cercana de una tregua arancelaria integral.
La UE mantiene la amenaza de responder con medidas similares, pero su capacidad de reacción inmediata está limitada por divisiones internas y por la incertidumbre política en varios de sus Estados miembros. La relación comercial con EE.?UU., que había mostrado señales de estabilización en años previos, vuelve a mostrar signos de tensión estructural.
La UE enfrenta una disyuntiva delicada. Si responde con firmeza, podría desencadenar una escalada perjudicial para sus economías más dependientes del comercio exterior. Si no reacciona, corre el riesgo de mostrarse débil frente a un posible segundo mandato de Trump. En este punto, la falta de cohesión interna actúa como su principal vulnerabilidad. Y Trump lo sabe.
La reciente Cumbre del Mercosur, celebrada en Buenos Aires, mostro un escenario dual: avances técnicos y tensiones políticas. Durante la presidencia pro tempore de Argentina, se concretaron algunos logros en materia de integración aduanera, como la simplificación de trámites fronterizos y un mayor control coordinado entre países. Además, se flexibilizó aún más el régimen de excepciones al Arancel Externo Común, lo cual otorga a los miembros mayor autonomía en su política comercial.
Un dato destacado fue la firma de un acuerdo comercial con los países de la Asociación Europea de Libre Comercio (EFTA), lo que demuestra que el Mercosur aún puede cerrar acuerdos relevantes fuera del eje tradicional UE Mercosur.
El traspaso de la presidencia a Brasil marca un nuevo capítulo. El presidente Lula da Silva delineó una agenda ambiciosa para el semestre que incluye energía limpia, integración física regional, soberanía digital y una estrategia común frente al crimen transnacional. Todo esto, mientras mantiene el objetivo de avanzar con el acuerdo Mercosur UE.
La cumbre mostró que, pese a las diferencias ideológicas —como las muy evidentes entre los presidentes Milei y Lula— el Mercosur aún puede funcionar como plataforma para la cooperación técnica y económica. Sin embargo, su futuro depende de dos factores clave: unidad política interna y capacidad de negociar con suficiente poder en áreas de integración externas. Si Brasil logra liderar ese proceso con visión estratégica, el bloque ganará relevancia. Pero si prevalece la fragmentación, su peso en el tablero global seguirá en descenso.
Parece que la perspectiva del acuerdo Mercosur-UE se aleja El acuerdo sigue empantanado. A pesar de las señales de buena voluntad, las barreras siguen firmes: preocupaciones ambientales por parte de Europa, resistencia de sectores agrícolas europeos, y diferencias estructurales en cuanto a estándares regulatorios y compromisos climáticos.
La falta de avances concretos en los últimos meses y el creciente nacionalismo económico dentro de algunos países de la UE refuerzan la percepción de que el acuerdo, si se firma, será simbólico más que transformador.
Un acuerdo Mercosur–UE parece cada vez más una promesa retórica que un instrumento de integración real. Las condiciones políticas en ambos partes no favorecen decisiones audaces. La cumbre del Mercosur dejó claro que se quiere avanzar, pero sin una contraparte europea decidida, los gestos seguirán siendo gestos. No se trata ya de voluntad política solamente, sino de viabilidad económica y aceptación pública. Hoy, ninguna de esas condiciones está garantizada.
En suma, el escenario global está marcado por un retorno agresivo al proteccionismo, liderado por figuras como Trump que conciben el comercio como una competencia estratégica. Mientras tanto, bloques como el Mercosur intentan consolidar su voz en medio de tensiones internas y ambiciones externas.
El semestre de la PPTB que comienza será decisivo. Si la región logra consolidar avances técnicos y alinear liderazgos, podrá plantarse con más fuerza frente a socios como la UE o EE.?UU. Pero si persisten las contradicciones internas, lo más probable es que siga siendo un actor reactivo, más que protagonista, en un mundo que no espera
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La lucha por el control del Ártico se está acelerando y es más arriesgada que nunca
Mientras el presidente estadounidense, Donald Trump, busca anexar Groenlandia, Rusia está modernizando sus bases militares en el Ártico. Por su parte, los rompehielos chinos están abriendo nuevas rutas y espías son desenmascarados, asegura el analista de seguridad de la BBC, Gordon Corera, en un interesante reportaje que recomendamos leer.
A medida que se intensifica la batalla por uno de los lugares más fríos del mundo, un equilibrio de seguridad cada vez más frágil podría estar rompiéndose, lo que conduciría a una creciente carrera armamentista.
Para comprender por qué el Ártico es importante para estas superpotencias, hay que mirar el mundo de otra manera, literalmente.
Debes olvidar los mapas planos: mira el Ártico desde la parte superior del globo.
Cuatro países se encuentran dentro del Círculo Polar Ártico: Rusia, Canadá, Groenlandia y Estados Unidos. Desde esta perspectiva, queda claro por qué la región se considera crucial, y por qué se está intensificando la disputa por su tierra, mar y cielo.
Frontera para la disuasión
El presidente Trump ha reiterado su deseo de controlar Groenlandia. "Necesitamos Groenlandia por motivos de seguridad nacional", ha asegurado. "Me lo han dicho durante mucho tiempo".
La pregunta sobre por qué es importante un territorio con unos 56.000 habitantes se reduce a su geografía.
Durante la Guerra Fría entre EE. UU. y la Unión Soviética, las armas nucleares eran lo más temido: el terror que mantenía el balance. Y la forma más rápida de que estas bombas alcanzaran su objetivo era a través del Polo Norte.
En los albores de la Guerra Fría, Estados Unidos estableció una base importante en el remoto norte de Groenlandia, en un lugar llamado Thule (recientemente rebautizado como Base Espacial Pituffik), que visité en 2008.
En la base, un enorme radar se alza como un centinela gigante, escudriñando el cielo y el espacio en busca de cualquier cosa que se dirija hacia el tope del mundo. Al acercarme, el motor del coche empezó a zumbar y los controles del tablero saltaron descontroladamente debido a sus emisiones.
Una vez dentro de la base, oficiales militares estadounidenses me explicaron cómo el radar les permitía ver objetos tan pequeños como una pelota de tenis mientras se movían por el espacio.
Puede que la Guerra Fría haya terminado, pero la importancia de este lugar no ha disminuido. Es una parte crucial del Sistema de Alerta Temprana de Misiles Balísticos de Estados Unidos (BMEWS, en inglés)
El presidente Trump ha mencionado que le gustaría tener una “Cúpula Dorada” para proteger a Estados Unidos, en referencia a la “Cúpula de Hierro” que ayuda a Israel a defenderse de misiles. Para algo así, serían clave las bases de alerta temprana, y Groenlandia tendría un enorme potencial como base que está operando, tanto para la defensa como para el ataque.
“Groenlandia es un territorio envidiable para Washington; es básicamente un seguro físico para el territorio estadounidense”, explica Elizabeth Buchanan, exfuncionaria de defensa australiana y autora de un libro de próxima publicación sobre el territorio. “No es de extrañar que siempre se haya considerado una frontera disuasoria”, sostiene.
Esto preocupará a Rusia, que desde hace tiempo teme que la defensa antimisiles estadounidense pueda socavar su capacidad de disuasión. Pero también está distanciando a sus aliados.
Groenlandia sigue formando parte de Dinamarca, donde hubo indignación por las declaraciones de Washington a principios de este año sobre adquirir el territorio. Muchos en Canadá también se han mostrado conmocionados por los comentarios de Trump sobre convertir al país en el estado 51 de EE.UU. Justin Trudeau, el entonces primer ministro, lo descartó rotundamente.
Obtener un mayor control sobre Groenlandia es una ambición con mayores posibilidades, y los europeos están preocupados, en silencio y en privado, por cómo la OTAN –una alianza diseñada para defenderse de Rusia- podría lidiar con una situación en la que su miembro más poderoso, Estados Unidos, quiera tomar un territorio de otro miembro, Dinamarca.
Una potencial de escalada en los mares
Rusia es el actor más importante de la región. Una quinta parte de su territorio se encuentra en el Ártico y abarca más de la mitad del litoral.
Es el país que más preocupa a los demás cuando se trata de militarizar el Ártico, pero también es el país que más tiene que perder con esa evolución.
Si bien hasta hace poco las potencias occidentales se habían retirado en gran medida de la región, Rusia ha pasado años invirtiendo en su presencia y modernizando bases aéreas como Nagurskoye, que está en funcionamiento desde la Guerra Fría y ahora puede recibir aviones de gran tamaño en el extremo norte.
La base rusa de Nagurskoye se encuentra en la Tierra de Francisco José, un desolado archipiélago cubierto de hielo. La foto muestra un amplio edificio triangular rodeado de edificios circulares, todos con franjas de los colores rusos: blanco, rojo y azul.
La península de Kola alberga gran parte de la flota rusa de submarinos nucleares. Los sumergibles rusos parten de bases aquí para acechar bajo el hielo ártico, listos para recibir la orden de lanzar cualquier ataque necesario contra algún adversario. Moscú lo considera vital para su disuasión y su capacidad de proyectar fuerza.
"El Mar Báltico se ha vuelto menos accesible para las operaciones militares rusas tras la incorporación de Suecia y Finlandia a la OTAN, lo que significa que la Flota del Norte se vuelve más importante", me dijo en junio el vicealmirante Nils Andreas Stensønes, jefe del servicio de inteligencia noruego.
"Y se recurre más a la disuasión nuclear. Y una parte considerable de sus armas nucleares se encuentran en la península de Kola, en el Ártico".
El vicealmirante Stensønes dice que Rusia considera que es de su propio interés mantener baja la tensión para evitar que el Ártico se militarice aún más, lo que pondría a prueba a su ejército, que todavía está centrado en una guerra contra Ucrania.
Pero la escalada rusa, su deseo de proyectar fuerza y ??sus acusaciones de que las potencias occidentales están militarizando el Ártico están a su vez provocando alarma, y Stensønes ??advierte que el “potencial de escalada” es real.
Noruega se ha centrado más en reducir la tensión, pero otros países están dando la voz de alarma. El informe de inteligencia más reciente de Dinamarca advierte que Rusia "demostrará su poder mediante un comportamiento agresivo y amenazante, lo que conllevará un riesgo de escalada mayor que nunca en el Ártico".
Las islas de Svalbard son otro lugar para tener en cuenta. Por virtud de un tratado, Noruega tiene el control sobre ellas, pero otros países, incluida Rusia, tienen permitido operar allí, lo que las convierte en un posible foco de tensión, ya que Moscú afirma que están siendo militarizadas para representar una amenaza en su contra.
La brecha entre Groenlandia, Islandia y el Reino Unido (GIUK) es estratégicamente importante
El Reino Unido no es formalmente una potencia ártica, pero su participación está creciendo, en parte para contrarrestar a Rusia. Una razón histórica es la llamada brecha GIUK, un tramo poco conocido pero de importancia estratégica.
Para llegar de manera fácil al Atlántico, la Flota del Norte rusa necesita atravesar la brecha, un cuerpo de agua que corre entre Groenlandia y el Reino Unido, con Islandia en el medio.
Durante la Segunda Guerra Mundial, su importancia fue una de las razones por las que Estados Unidos estableció una base militar en Groenlandia para combatir a los submarinos nazis. Durante la Guerra Fría y hasta la actualidad, este cuello de botella sigue siendo el lugar donde se buscan submarinos. Para encontrarlos, la OTAN despliega sensores bajo el agua.
El ministro de Asuntos Exteriores de Reino Unido, David Lammy, visitó el Ártico a finales de mayo y anunció un nuevo plan conjunto con Islandia para utilizar tecnología de inteligencia artificial para monitorear actividad hostil en la región. Esto implica la búsqueda de submarinos y barcos rusos.
Sin embargo, aunque Reino Unido busca un papel más importante, un informe parlamentario reciente expresó preocupación por el hecho de que el país no tiene “suficientes activos militares clave, como submarinos y patrullas marítimas o aeronaves de alerta temprana para tener un mayor enfoque en el Ártico”.
La reciente Revisión Estratégica de Defensa de Reino Unido prometió aumentar el número de submarinos, pero algunos expertos creen que aún se podría hacer más.
"El Ártico es una región donde los intereses de seguridad de Estados Unidos, Canadá y Europa convergen clara y crecientemente", afirma Peter Watkins, exalto funcionario del Ministerio de Defensa británico.
“Como potencia euroatlántica clave, el Ártico debería atraer más atención y recursos de Reino Unido”.
Pero ciertos titulares en torno a la visita de David Lammy, como "El plan británico para negar a Rusia el control del Ártico", podrían irritar a Moscú. Rusia puede estar reforzando su propia presencia, pero se resiste firmemente a que otros hagan lo mismo; hará todo lo posible para evitarlo.
“Rusia intentará disuadir a otros países de amenazar su posición en el Ártico, por lo que es muy probable que reaccione agresivamente a las actividades militares occidentales cerca del Ártico ruso”, dice un reciente informe de inteligencia danés.
“Rusia ahora está dispuesta a adoptar medidas más arriesgadas en el Ártico y se ha vuelto más asertiva y beligerante”, advierte el informe.
Luchas de poder sobre la Ruta de la Seda Polar
En las aguas del Ártico también surge un nuevo desafío en materia de seguridad debido al cambio climático.
La Revisión Estratégica de Defensa del Reino Unido de este año dijo que probablemente el Alto Norte estará libre de hielo cada verano para 2040, aunque algunos expertos creen que eso se queda corto y que el cambio está ocurriendo más rápido de lo que se piensa.
Estas aguas que se están calentando ofrecen nuevas oportunidades, ya que abren el acceso a minerales muy codiciados y zonas de pesca.
Pero esto también podría generar competencia económica y tensión, especialmente a medida que se abren nuevas rutas marítimas.
Aproximadamente una décima parte de la producción económica de Rusia proviene de la extracción de recursos naturales del Ártico y el derretimiento del hielo también contribuirá a que Rusia sea más insegura, ya que le preocupa tener que defender más de su territorio ártico de otras naciones, lo que intensificará la militarización.
Aquí es también donde China entra en escena.
China se autodenomina un Estado “casi ártico” y, a pesar de estar a una distancia considerable de la región y carecer de costa ártica, se está volviendo cada vez más activo.
Esto se debe en parte al derretimiento del hielo, que abre la posibilidad de una nueva ruta comercial a través del Norte.
Para China, una nueva "Ruta de la Seda Polar" ofrece un posible transporte marítimo más rápido y potencialmente más seguro que el Canal de Suez. Por ello, ha buscado proyectar poder allí.
A su vez, eso ha preocupado a Washington, ya que su competencia global con China ahora se extiende al Ártico, con inquietudes sobre influencia y recursos.
“Beijing ha utilizado una estrategia híbrida para profundizar los lazos y vínculos con la región, desde la educación superior, las misiones científicas, los esquemas de cooperación ambiental, los acuerdos pesqueros internacionales y las asociaciones estratégicas bilaterales”, afirma Elizabeth Buchanan.
“Esto normaliza la presencia de China en la zona ártica y convierte cada vez más a Pekín en un socio predilecto para los estados árticos”.
Beijing ha expandido rápidamente su ya numerosa flota de rompehielos, y ha organizado una patrulla conjunta con Rusia en el mar de Bering, cerca de la costa de Alaska. Sin embargo, Rusia también está profundamente preocupada por el crecimiento de la influencia china en una región que considera su patio trasero.
Documentos filtrados recientemente del Servicio de Seguridad de Rusia, publicados por el New York Times, pusieron de relieve las preocupaciones de Moscú de que espías chinos estuvieran realizando operaciones en el Ártico utilizando empresas mineras e investigaciones académicas como excusa.
El Ártico siempre ha sido una región importante para la recopilación de inteligencia, principalmente la llamada inteligencia de señales, que captura las comunicaciones de otras naciones desde bases secretas ubicadas en la región. Sin embargo, otras formas de espionaje también están en auge.
Un presunto espía ruso encubierto, que se hacía pasar por un académico brasileño y se especializaba en temas del Ártico, fue arrestado en Noruega en 2022, donde los avistamientos de drones rusos sospechosos han ido en aumento. Una de las preocupaciones es que la inteligencia rusa esté interfiriendo en la política local de las comunidades del Ártico para fomentar la división.
Y no son solo los espías rusos los que preocupan a los países europeos. En los últimos meses, se ha informado de que Estados Unidos ha intensificado sus esfuerzos de recopilación de inteligencia sobre Groenlandia, aliada de la OTAN gracias a que pertenece a Dinamarca. Esto podría deberse, en parte, a la búsqueda de indicios de si Rusia y China intentan extender su influencia de forma encubierta en la isla, pero los informes sobre esta actividad generaron indignación en suelo danés.
Un diplomático estadounidense en Copenhague fue convocado entonces a una reunión en el Ministerio de Asuntos Exteriores como protesta. "No se puede espiar a un aliado", declaró el primer ministro danés.
En los países europeos, las crecientes tensiones con Rusia, así como la confianza en su socio estadounidense, están generando un debate sobre cómo deberían responder.
“China, Rusia y Estados Unidos son tres potencias globales que se encuentran en el Ártico y ahora estamos presenciando una competencia muy intensa aquí”, afirma Niklas Granholm, subdirector de la Agencia Sueca de Investigación de Defensa. “El resto tendremos que influir y adaptarnos lo mejor posible”.
Algunas naciones están a favor de una mayor cooperación militar mientras que otras temen que esto eleve aún más la temperatura.
El mantra de quienes querían mantener la geopolítica alejada del Ártico solía ser: "Alto Norte, baja tensión". Pero esa era está llegando a su fin gracias a una combinación de deshielo, inseguridad y asertividad.
Y si bien militarizar la región puede no ser del interés de nadie, eso es precisamente lo que parece estar sucediendo.
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Marx y el Marxismo: ¿Fue Marx siempre Marxista?
Me sigue sorprendiendo la pasión que sigue despertando su nombre, sobre todo, en gente que no lo ha leído, analiza el académico Ricardo Israel en una columna para Infobae que recomendamos a continuación.
No es una pregunta capciosa, ya que por muchos años me ha interesado el tema de cuál es el momento en que un autor abraza la doctrina por él creada, ya que en las ciencias sociales no es habitual un descubrimiento, sino un proceso de años, entonces me he preguntado qué pasa con las ideas que desarrolló antes, aún más si en el caso de Marx nos encontramos con algunas que después se transformaron en doctrina de Estado.
En mi caso, lo que había ocurrido es que hasta hoy siempre lo había hecho en publicaciones y congresos académicos y por primera vez me propongo hacerlo con un público más amplio, a propósito de una segunda pregunta, en el siglo posterior al colapso de la Unión Soviética, me pregunto si sigue teniendo influencia, y si la tiene, de cuál Marx estamos hablando, toda vez que hay varios Marx, así como hubo y hay varios marxismos. Muchos de sus libros recién serán publicados en el siglo XX, y algunos de los más conocidos son polémicas con otros socialistas, ya que, en su vida, no se le concedió la santificación que recibió después de muerto, como también otros están escritos a cuatro manos con su amigo y benefactor, Engels. En su obra hay tanto escritos rigurosos como panfletarios, al igual Que escribió en más de un idioma. Hay textos teóricos, análisis extremadamente detallados y otros, muy generales. Más aún, muchos de sus artículos y columnas periodísticas, algunas habituales, muchas de las cuales fueron escritas por su hija Jenny, una de las tres que tuvo, que al igual que las otras dos fueron relevantes en la difusión de sus ideas, un rol no siempre reconocido en la historia del marxismo. Otros cuatro murieron en la infancia.
Marx fue esencialmente un crítico de la sociedad que le tocó vivir, y contrariamente a lo que se cree, esta abundante obra tiene pocas referencias a cómo entiende que será concretamente la futura sociedad socialista, no más de tres de alguna relevancia, y aún menos, salvo consignas proféticas, el comunismo, de tal modo es cierto lo anterior, que cuando se transforma en política de Estado, se le agrega el leninismo después de un guion.
No hay una definición sociológicamente precisa de clase social, aunque ello se confunde con la importancia que le atribuye al proletariado como portador de la historia, y por ello, ante su pérdida de importancia, nuevas generaciones les han transferido ese rol a otros portadores. Mao lo encontró en el campesinado, y en el progresismo actual caracterizado por la “interseccionalidad identitaria” abundan quienes lo encuentran en grupos indígenas, géneros variados y el color racial.
Me tocó estudiarlo en varios países, sobre todo en estudios formales, aunque fue llamativa mi experiencia en un Diploma Internacional de Planificación en la Universidad de Varsovia, donde quizás no curiosamente en los años que precedieron la irrupción de Lech Walesa y el sindicato Solidaridad, como testimonio de los años que se vivían, solo uno de los profesores se identificaba como tal y los otros eran liberales que proclamaban las ventajas del capitalismo. Todo un cambio a lo que conocí después de terminar Leyes al matricularme en un Magíster latinoamericano en Economía que no terminé, y donde se impartían cursos separados para cada tomo de El Capital.
Después de todo esto, tengo claro porque no soy “marxista”, aunque me considero un estudioso crítico de una obra relevante, pero cuya importancia fue exagerada, aunque indiscutiblemente influyente. Y no hablo del aspecto político, sino estrictamente que diversas disciplinas vivieron en los ambientes universitarios en constante diálogo acerca de sus escritos. En todo caso, aprendí que algunas de las explicaciones más lúcidas, no se encuentran en sus libros, sino en su correspondencia, por ejemplo, con sus editores.
A mediados de la década del ochenta del siglo veinte, casi la mitad de la población del mundo vivía bajo gobiernos de autoritarios a dictatoriales, que se consideraban seguidores de sus ideas, aunque, por cierto, sería poco serio culparlo a él de lo que se hiciera a su nombre en otras latitudes. Fue un hombre de su época, con opiniones poco gratas, hasta algunos hoy dicen racistas, de los mexicanos, o aseveraciones injustas sobre trabajadores hindúes cuando eran comparados con los escoceses, no por el trabajo hecho sino por la plusvalía. Tuvo el optimismo y la creencia en el progreso indefinido que abundaba en el Londres en el que vivió, aunque es notable cuán poco importante fue su influencia en vida, ya que en general, se asoció siempre con grupos marginales.
Es solo después de su muerte que el sillón que ocupaba en la Biblioteca del Museo Británico pasó a tener su nombre coincidiendo con el despliegue rápido y masivo de sus ideas. Fue el proceso que lo condujo a ser ideología oficial de países, pero también afectó de tal manera sus escritos, que se necesitó de algunos estudiosos para separar sus aportes originales de los múltiples cambios efectuados después de su muerte, sin su participación.
Hoy tiene Marx el problema de muchos clásicos, citados, pero no leídos. En los llamados países comunistas o del socialismo real, rara vez los estudiantes lo leían en serio, ya que eran obligados a hacerlo, como si de la Biblia se tratara. Después de la caída del Muro de Berlín, en occidente, donde se lee cada vez menos, mucha gente se llama a sí mismo marxista, y probablemente no lo han leído nunca, y si lo han hecho no habrá pasado del Manifiesto Comunista. En la vereda opuesta ocurre lo mismo, aquellos que lo descalifican a veces repiten ideas suyas, por cierto sin saberlo, sobre todo, en esquemas materialistas (que por lo demás, vienen de Hegel) o en la exageración de la influencia de lo económico sobre otras facetas de la vida, como también de lo contrario, de quienes utilizan una expresión por él jamás usada, el Marxismo “cultural”, para urdir una especie de teoría conspirativa que estaría imponiéndose en el mundo, en una manera no bien explicada.
En ese sentido, si hay alguien a quien le pasó lo mismo que a Marx, es al filósofo y político italiano Antonio Gramsci (1891-1937), a quien también se le atribuye una importancia desusada en conceptos como la hegemonía cultural. El problema es que muchos que lo hacen en pleno siglo XXI, probablemente no lo han leído, el mismo problema de Marx, toda vez que es muy difícil que lo hayan extraído de su conocido “Cuadernos de la Cárcel”, que como obra escrita en una cárcel fascista donde pasó años bajo Mussolini, son más bien apuntes, a veces desordenados, extraídos con dificultad para ser publicados, colección de apuntes, que si adquirieron la relevancia que se le acredita, en una vena muy opuesta a Lenin, sufrió el mismo proceso de apropiación de Marx, ya que fue Palmiro Togliatti (1893-1964), quien transformó algunas de esas ideas en doctrina del más importante partido comunista de Occidente, el italiano, y después fue Enrico Berlinguer (1922-1984), su sucesor en la secretaría general, quien convertiría esos apuntes en la base del eurocomunismo de los 70.
A Marx, cuya vida transcurre entre 1818 (Alemania) y 1883 (Londres) se le calificó de varias formas, filósofo, historiador, economista y/o revolucionario. Fue criado en un hogar de clase media acomodada. Su familia era de origen judío, pero su padre se convirtió al protestantismo por razones de posición social, quebrando con una tradición familiar de varios rabinos. Marx, rompe intelectualmente con su herencia en un libro conocido como La Cuestión Judía, publicado en 1844 como reseña de dos obras de Bruno Bauer.
A los 17 años ingresó a la Facultad de Leyes de la Universidad de Bonn, y en el curso de sus estudios se comprometió con la hija de un prominente Barón, con la cual se casó. Con seguridad, poco debe haber imaginado Jenny von Westphalen que su matrimonio con este seguidor del romanticismo alemán, la arrastraría a una vida de privación y pobreza. Posteriormente, Marx se trasladó a la Universidad de Berlín, donde empezó a militar en el movimiento de los “Jóvenes Hegelianos”, grupo de seguidores de este importantísimo filósofo, Hegel, muerto en 1831. Sin embargo, el grupo no se limitaba al debate teórico, también combatía al gobierno de Prusia, hecho de capital importancia, ya que su carácter opositor le impidió hacer docencia universitaria, su vocación. A cambio, saldrá posteriormente de Alemania, para ser expulsado de Francia, y posteriormente de Bruselas, viajará a Londres, donde residirá el resto de su vida.
Es en Francia que conoce a la persona con quien más colaboraría y se identificaría en toda su vida, su amigo y camarada Federico Engels, quien no solo publicó sus libros, sino que también fue quien le permitiría dedicarse a estudiar y escribir, gracias a una empresa textil en Manchester, propiedad de su padre. Además, será Engels quien reconozca a Freddy, el hijo que Marx tuvo con Elena Demuth, la criada de su esposa, un poco conocido incidente, permanentemente olvidado por algunos de sus biógrafos.
Es en París y Bruselas, donde el aprendiz de filósofo se mueve al estudio de la historia y comienza a concebir ideas que posteriormente otros llamarán el Materialismo Histórico. Es en estos años que Marx escribe un manuscrito que solo sería publicado el siglo siguiente con el título de “La Ideología Alemana”, donde se afirma que los individuos dependen de las condiciones materiales, describe los modos de producción existentes a través de la historia y predice el reemplazo del capitalismo por algo novedoso, el comunismo, sin agregar nada más que sea sustantivo, si era nuevo en su producción intelectual.
Los textos anteriores de alguna extensión recogieron sus primeras posiciones revolucionarias, donde se aprecia una concepción humanista e idealista. Se nota ahora la influencia de otro filósofo, Ludwig Feuerbach, a quien Marx le dedica once breves notas, que fueron publicadas como Tesis. Sin embargo, esto es solo algo parcial de una etapa que será conocida como la del “joven Marx” para diferenciarlo del “Marx maduro”, es decir, un autor cuyas ideas más conocidas y populares todavía no se habían desarrollado. Aunque parezca raro afirmarlo, era un Marx todavía “no marxista”, en el sentido de no haber encontrado todavía el cuerpo teórico y doctrinal con el cual pasó a la historia. Era un crítico de la sociedad de su época, pero aún no ofrecía su sustitución, ya que el socialismo no solo se veía lejano, sino que no había desarrollado nada todavía que lo acercara en el tiempo, ni en lo intelectual ni en lo político.
Sin embargo, esto es lo que mejor ha envejecido de Marx, ya que si hay alguna influencia hoy no viene de las doctrinas de los partidos comunistas ni del materialismo dialéctico como tampoco de aquel en permanente debate con otros socialistas, quizás el sentido de estas páginas, es que si hay alguna relación entre Marx y lo que hoy ocurre políticamente es con el “joven Marx”, no el Marx marxista, sino el que no lo era, al menos no todavía, solo que con la duda, de si quienes activan en las calles han leído a este más desconocido Marx.
Es un pensador individualista y a la vez comunitario, más pendiente de lo local que de una revolución universal, más cercano a algunas variantes progresistas e incluso al wokismo, alejado de explicaciones economicistas o dogmáticas, más libertario y menos dogmático. Quizás hay abundancia de idealismo, y si hay ideología es más sobre identidad que sobre clase social. Habla de relaciones sociales solidarias, más bien desde abajo que impuestas por el poder estatal desde arriba, donde más que del fin de la historia con el comunismo se habla de emancipación y dignidad, palabras que mucho se usan en el debate político actual.
La verdad es que el materialismo dialéctico es considerado la filosofía del marxismo, pero Marx nunca, jamás usó el término y probablemente el primero en hacerlo fue el revolucionario ruso y propagandista marxista Gueorgui Plejánov en 1891. Por su parte, el materialismo histórico es de tal modo un cuerpo central, que a mi juicio divide los primeros escritos del Marx ya marxista, pero el punto es que Marx no la usaba, fue Engels el que inició su uso en 1892.
Dos acontecimientos lo alejaron de seguir la línea del joven Marx. El primero tiene lugar en 1847, cuando el Congreso de una pequeña Liga Comunista a la que se había incorporado, lo comisionó para que junto con Engels escribieran un resumen de fácil lectura de las ideas de la organización, probablemente nadie imaginó que el producto final sería con el nombre del Manifiesto Comunista uno de los textos más leídos de la historia. El segundo tiene lugar en 1848, año de estallidos revolucionarios en Europa, la mayor parte abortados, por lo que la hora revolucionaria pasa con rapidez. Había sido una nube pasajera, y la protesta social se ve reemplazada por una nueva ola, esta vez conservadora y de duración mucho mayor.
Sin embargo, tiene la importancia que el hombre de acción ve por primera y quizás única vez lo que podría significar un momento revolucionario, por lo que dedica el resto de sus días a intentar adelantarse, es decir, anticipar un momento similar, con lo que, a partir de ese momento, se inicia con la beneficencia de Engels y algunas herencias de familiares de su esposa, una búsqueda, la idea que “una nueva revolución solo será posible como consecuencia de una nueva crisis”, búsqueda intelectual que lo acompañará hasta la tumba: como determinar el punto de partida de las crisis capaces de originar una transformación revolucionaria de la sociedad. Allí encontramos el origen del Marx que se dedicará al estudio de la economía política para entender las condiciones, elementos y causas probables de la eventual crisis. El Marx economista, aquel que en alguna correspondencia se consideraba discípulo del ex miembro del Parlamento Británico, David Ricardo (1772-1823), con una gran diferencia, ya que Marx pensaba que el estudio de la economía le permitiría distinguir las crisis con perspectivas revolucionarias de las comunes y corrientes.
Por otro lado, la otra parte del legado que llegó a nosotros, con toda su carga de polarización y confrontación fue una especie de santo laico, sacralizado en un altar que nadie le reconoció en vida, menos entre los muchos contradictores socialistas que tuvo. Un hombre de carne y hueso fue convertido en estatua, tanto por la Segunda Internacional, fundada en 1889, por partidos socialistas y socialdemócratas, pero también, y mucho más, en su rival, la Tercera, la Internacional Comunista o Komintern, fundada en 1919 por Lenin. Aún más importante, fue lo que había pasado en la Unión Soviética, donde después de la Revolución de Octubre aparece el proceso de degeneración de las ideas originales que culmina en el estalinismo, adoptando posiciones oficiales aun en arte y literatura.
Es este proceso lo que conduce a que una simple concepción de la historia sea convertida en toda una analogía científica comparable a la teoría de la evolución de Darwin, de tal modo, que, ante su tumba, Engels dijo que su amigo había logrado en las ciencias humanas lo que Darwin había hecho en las naturales.
Marx es también un producto típico del siglo XIX. No solo está influenciado por el positivismo en filosofía y metodología, sino que, al vivir en Inglaterra, no solo observa los frutos del sistema colonial, sino que es influenciado en al menos dos aspectos. Primero, cree poder hacer lo mismo que se había hecho en leyes recién descubiertas en física y química, descubriendo las leyes que rigen el comportamiento social del hombre.
En segundo lugar, el espíritu de la época se hace presente en su rígida moral victoriana. Era avanzado en lo social, pero extremadamente conservador en lo relativo a temas como la familia, bastando ver lo patriarcal que era su actitud hacia su esposa y sus hijas, ilustrado por sus cartas a su mujer y en el caso de estas últimas, la correspondencia con los pretendientes de aquellas.
Marx fue vanidoso, aunque lo suficientemente humilde como para haber afirmado que él no había inventado nada, siendo su obra solo la síntesis de la filosofía alemana, la economía inglesa y el socialismo francés. Su crítica moral al costo social de la industrialización británica y quizás el tema de la desigualdad lo siguen acercando a las generaciones más jóvenes, ayudando a explicar la vigencia del argumento anticapitalista, pero aún más lo ayuda el atractivo del discurso del “joven Marx” sobre una sociedad más justa. Pero, no parece del todo adecuado que, en el siglo siguiente al fin de la guerra fría, se le siga considerando uno de los principales responsables de la Unión Soviética o de los millones de muertos de las tiranías comunistas. Es útil recordar que la parte más apocalíptica de su ideario fue tomada por algunos de sus seguidores para hacer la revolución rusa, precisamente en las condiciones de atraso productivo que Marx aseguraba que no era posible, mientras que en Alemania y el Reino Unido, se seguía un camino parlamentario, al principio también en su nombre.
Me sigue sorprendiendo la pasión que sigue despertando su nombre, sobre todo, en gente que no lo ha leído. Es por cierto un personaje contradictorio, aunque su descripción de la vida de los pobres y marginados de la revolución industrial no es tan distinta a la de Charles Dickens en literatura. Como conclusión, pienso que Marx era mejor como evangelista de un nuevo credo que profeta de una sociedad mejor, y cuánta razón tenía Jean François Revel, cuando decía que “un grupo humano se transforma en multitud manipulable …cuando se vuelve sensible a la imagen y no a la idea, a la sugestión y no al razonamiento”.
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Morena: ambición totalitaria
La pesadilla de Orwell era imaginaria, la nuestra es real. Urge la organización ciudadana, sostiene el escritor Enrique Krauze en una interesante columna para Letras Libres que aquí transcribimos.
El escritor inglés George Orwell (1903-1950) fue la gran conciencia moral del siglo XX. Su novela 1984 prefiguraba el universo totalitario soviético, pero, como han señalado en últimas fechas varios críticos, ha resultado profética para describir al ominoso México de hoy.
En Oceanía –el Estado colectivista de la novela, dominado por el fantasmal “Gran hermano”– existía el Ministerio de la Abundancia (encargado de la escasez), el Ministerio de la Paz (encargado de la guerra) y el Ministerio del Amor (encargado del odio).
En México –Estado en proceso de disolución, bajo la vigilancia de nuestro “Gran hermano”– todas esas misiones (y otras, como la autonomía energética, las comunicaciones para el pueblo, la salud danesa, la nueva educación, la protección ecológica, la justicia social, las elecciones más democráticas y, hasta hace poco, la fraterna seguridad) se concentran en el Ministerio de la Cuarta Transformación (encargado de la absoluta involución del país).
En Oceanía, ningún ministerio era tan importante como el Ministerio de la Verdad, cuya tarea consistía en imponer la mentira. La falsificación se aplicaba a los periódicos, los libros, revistas, folletos, carteles, películas, bandas sonoras, historietas para niños, fotografías.
En México, esta labor está a cargo del “Departamento de los otros datos”. Toda estadística que lo contradiga es necesariamente falsa, por provenir de fuerzas contrarias al Pueblo.
En Oceanía, la falsificación de la historia se normaba por este lema: “Quien controla el pasado controla el futuro, quien controla el presente controla el pasado”. Para evitar que sus habitantes tuviesen conocimiento de su pasado y a partir de ahí controlaran su futuro, el partido se dedicaba a destruir toda noticia verdadera del pasado. Pero el partido no solo destruía el pasado: lo inventaba.
En México la versión morenista de esta aberración son los libros de texto gratuitos que envenenan a nuestros niños. Según ellos la llamada 4T es una hazaña a la altura de la Independencia, la Reforma y la Revolución.
En Oceanía, los noticieros propagaban los “logros fenomenales” del régimen y omitían los desastres. Pero aun ese control era insuficiente. Por eso el Ministerio de la Verdad tenía agentes, ojos, escuchas, pantallas de televisión equipadas con sensores del pensamiento, del gesto, de la emoción.
En México, gracias a las nuevas leyes, los censores del régimen podrán, a discreción, imponer su verdad única a todos los noticieros, periódicos y revistas, los sitios de internet y hasta las cuentas individuales en las redes sociales. Adiós a la crítica, la sátira y la disidencia. Cada mensaje pasará por el escrutinio de quien sabe mejor que la sociedad lo que esta debe decir, pensar, creer y sentir. Para colmo, los nuevos jueces a modo facilitarán ese trabajo de “depuración”.
En Oceanía, el partido inventó el instrumento clave de dominación, la neolengua.
En México, podrían compilarse diccionarios con la neolengua de Morena. “No robar” es permiso para robar. “Gobiernos progresistas” son las dictaduras de Venezuela y Cuba. Pero baste recordar un neotérmino: a la destrucción del país se le llama “bienestar”.
En Oceanía, el partido del Gran hermano sostenía simultáneamente dos opiniones sabiendo que eran contradictorias. Repudiaba la moralidad, mientras la invocaba.
En México, se repudia el neoliberalismo, pero se defiende el T-MEC.
En Oceanía, “Dios es poder”. El objeto de todo aquel mecanismo era uno solo: el poder. ¿Cómo ejerce el poder un hombre sobre otro? “No basta con la obediencia. El poder radica en infligir dolor y humillación. El poder está en la facultad de hacer pedazos los espíritus y volverlos a construir dándoles nuevas formas elegidas por él”.
En México, ¿qué ha hecho Morena con el poder? Ejercerlo para supeditar a los otros poderes, acosar a la crítica y destruir la institucionalidad de dos siglos. Ejercerlo para infligir dolor enmascarado de justicia social, servidumbre vendida como liberación del Pueblo.
En Oceanía, el fundamento es el odio: “Nuestra civilización se funda en el odio”.
En México, el fundamento es el resentimiento. En la neolengua morenista, a esa corrupción de la moral se le llama “humanismo mexicano”.
En Oceanía como en México, el designio es el control total de los individuos. Aquella pesadilla era imaginaria, la nuestra es real. Urge despertar. Es preciso convocar a la resistencia pacífica de la ciudadanía y a su organización electoral rumbo al 2027. No mañana: hoy.
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La despiadada ambición de Stephen Miller
Stephen Miller, principal ideólogo del segundo gobierno de Trump, ejerce un poder sin precedentes sobre la política migratoria y más allá, analiza el columnista del Times Jason Zengerle en una columna que compartimos.
Stephen Miller estaba furioso. Habían pasado un par de meses desde la toma de posesión de Donald Trump, y Miller, alto asesor de la Casa Blanca, creía que el gobierno federal no estaba haciendo lo suficiente para frenar la oleada de migración ilegal en Estados Unidos. En una incesante ronda de reuniones, llamadas telefónicas y correos electrónicos, se adentró en la burocracia federal y, según un antiguo funcionario del Departamento de Seguridad Nacional, reprendió a los burócratas de nivel medio y bajo del departamento. Para mantener sus puestos de trabajo, dijo a los funcionarios, tenían que aplicar una nueva política que castigaba a las familias de migrantes indocumentados separando por la fuerza a los padres de sus hijos.
Sin embargo, las exigencias de Miller no se cumplieron. Eso se debe a que las hizo en 2017, y el secretario de Seguridad Nacional, John Kelly, había emitido su propio edicto a los funcionarios del DHS: si Miller les ordenaba hacer algo, debían negarse, a menos que Kelly, el único de los dos hombres que había sido confirmado por el Senado de EE. UU. Para dirigir el departamento, accediera a la orden.
Ocho años más tarde, el pasado mes de mayo, Miller, todavía furioso y ahora jefe adjunto de personal de la Casa Blanca, visitó la sede en Washington del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas, donde reprendió a los funcionarios por no deportar a suficientes migrantes. Dijo a los funcionarios que, en lugar de elaborar listas de objetivos de miembros de pandillas y delincuentes violentos, deberían limitarse a ir a Home Depots, donde se reúnen los jornaleros para ser contratados, o a las tiendas de conveniencia 7-Eleven y detener a los migrantes indocumentados que encuentren allí.
Esta vez, los funcionarios hicieron lo que dijo Miller. El ICE intensificó enormemente sus operaciones de aplicación de la ley, realizando redadas en restaurantes, granjas y lugares de trabajo de todo el país, con detenciones que a veces superan las 2000 diarias. A principios de junio, después de que una redada del ICE en el barrio de Westlake de Los Ángeles desencadenara protestas, Trump desplegó varios miles de soldados de la Guardia Nacional e infantes de marina en la ciudad, a pesar de la objeción del gobernador Gavin Newsom.
La crisis, desde las redadas de migración que desencadenaron las protestas hasta la respuesta militarizada que intentó sofocarlas, fue casi enteramente obra de Miller. Y sirvió como testimonio de la notable posición que ocupa ahora en el Washington de Trump. Kristi Noem, la secretaria de Seguridad Nacional, quien al parecer acompañó a Miller en su visita a la sede del ICE, parece estar a sus órdenes. “Es realmente Stephen quien dirige el DHS”, dijo un asesor de Trump. La fiscala general, Pam Bondi, está tan centrada en prepararse y aparecer en Fox News que, básicamente, ha cedido el control del Departamento de Justicia a Miller, convirtiéndolo, según el jurista conservador Edward Whelan, en “el fiscal general de facto”. Y en una Casa Blanca en la que la jefa de gabinete, Susie Wiles, no está muy versada ni terriblemente interesada en la política —“Está produciendo un reality show de televisión todos los días”, dijo otro asesor de Trump, “y es increíble, ¿verdad?”— Miller suele tener la última palabra.
Hay mucho de cierto en la sabiduría convencional de que la mayor diferencia entre la primera y la segunda presidencia de Trump es que, en la segunda iteración, Trump está desenfrenado. Lo mismo puede decirse de Miller. Se ha convertido en el asesor más poderoso y con más poder de Trump. Con la aprobación del gran proyecto de ley sobre política, el ICE dispondrá de un presupuesto aún mayor para ejecutar la visión de Miller y, de hecho, servir como su propio ejército privado. Además, su influencia se extiende más allá de la migración, a las batallas que el gobierno de Trump está librando en materia de educación superior, derechos de los transexuales, legislación sobre discriminación y política exterior.
Miller, de 39 años, es a la vez un ideólogo comprometido y un operador burocrático implacable, y se ha erigido en la única persona capaz de llevar a cabo plenamente la radical visión política de Trump. “Stephen Miller traduce la política instintiva de Trump en un programa ideológico coherente”, dijo Christopher Rufo, activista conservador, “y es el hombre del momento en el segundo mandato”.
Steve Bannon, que trabajó como estratega jefe de la Casa Blanca en los primeros días de la primera presidencia de Trump, comparó a Miller con David Stockman, el director de presupuestos de Ronald Reagan, quien se ensañó con el gabinete mientras intentaba recortar el gasto federal. Pero incluso la comparación con Stockman podría no hacer justicia a la versión 2025 de Miller. “No estoy seguro de que nadie”, dijo Bannon de Miller, “haya tenido tanta autoridad”.
De hecho, a veces puede parecer que Miller intenta aprovechar el momento tanto para sí mismo como para Trump, promoviendo una visión política que no solo es más coherente, sino más radical que la del presidente. Está claro cuál es la agenda de Miller. ¿La comparte Trump?
La historia del origen de Miller es, a estas alturas, familiar. Hijo de ricos judíos demócratas, creció a principios de la década de 1980 en el enclave liberal de Santa Mónica, California, donde se forjó a sí mismo como agente provocador conservador. En la secundaria, se presentó a las elecciones para el gobierno estudiantil con el argumento de que los conserjes de la escuela no trabajaban lo suficiente. (“¿Soy el único que está harto de que le digan que recoja la basura cuando tenemos muchos conserjes a los que se paga para que lo hagan por nosotros?”, preguntó en su discurso de campaña).
Fue durante sus años de formación cuando Miller desarrolló una crítica más amplia de la sociedad. Vio cómo la izquierda se apoderaba de California y, en su opinión, la convertía en un estado fallido, fallos que él creía directamente atribuibles a la migración. Como explicó años después, fue su experiencia en California lo que le llevó a concluir que “la migración masiva hace que la política se vuelva hacia la izquierda” y que la migración masiva estaba convirtiendo a EE. UU. En California. “La pregunta de la derecha, y esta es la pregunta que Miller intenta responder, es si el país funciona como un trinquete que solo se mueve hacia la izquierda”, dijo Rufo, quien también creció en California. “Está cuestionando la naturaleza básica de la propia democracia si nuestra democracia solo se mueve hacia la izquierda”. Miller no aceptaba que la historia viajara en un arco tan inevitable; más bien, la historia existía en un péndulo, y él se propuso como misión hacerlo oscilar de nuevo hacia la derecha.
Tras licenciarse en la Universidad de Duke, trabajó como asesor republicano en el Capitolio y luego, en 2016, se unió a la primera campaña presidencial de Trump como redactor jefe (y durante un tiempo, solo) de discursos del candidato. Cuando Trump ganó, Miller fue encargado de redactar la política de migración del gobierno, y se propuso reducir toda la migración a Estados Unidos, no solo los cruces fronterizos ilegales. Resultó ser una tarea difícil.
Al igual que en su primer intento frustrado de instituir una política de separación familiar, Miller se vio obstaculizado con frecuencia. Los tribunales bloquearon la primera versión de la prohibición musulmana, una orden ejecutiva redactada principalmente por él y Bannon. Y aunque la Corte Suprema confirmó una versión posterior, Miller creía que dejaba fuera a numerosos países que deberían haberse incluido. Sus esfuerzos por congelar las solicitudes de asilo, reclutar al FBI para que realizara redadas de migración y convertir Guantánamo en un centro de detención de migrantes fueron resistidos con éxito por otros funcionarios del gobierno que creían que eran probablemente ilegales y definitivamente mal concebidos.
Mientras muchos de sus antiguos colegas cobraban como lobistas y asesores después de que Trump dejara el cargo, Miller optó por continuar la lucha política, fundando un grupo llamado America First Legal. Fue uno de los varios grupos de reflexión y talleres políticos creados por antiguos ayudantes de Trump, como el Center for Renewing America, fundado por el ex director de presupuesto Russell Vought; el America First Policy Institute, creado por la ex asesora de política interior Brooke Rollins; y el Project 2025 de la Heritage Foundation, dirigido por Paul Dans, quien trabajó en la Oficina de Administración de Personal con Trump.
Lo que diferenciaba a America First Legal era su enfoque en los litigios. “Comprendió que la guerra judicial iba a ser algo central”, dijo Bannon sobre Miller. Modelando America First Legal como el análogo conservador de la Unión Estadounidense de Libertades Civiles, que demandó 413 veces al primer gobierno de Trump, Miller la utilizó para lanzar una andanada de desafíos legales a las políticas de Joe Biden que pretendían remediar la discriminación racial contra las minorías que trabajan en la agricultora y los restaurantes, apoyar a los estudiantes LGBTQ+ y ampliar el derecho de voto; más tarde, America First Legal presentó demandas de derechos civiles contra empresas, incluidas IBM y American Airlines, por sus prácticas de diversidad.
La estrategia legal, explicó Miller en su momento, pretendía combatir la “insidiosa y explícita discriminación contra los estadounidenses blancos, los estadounidenses de origen asiático, los estadounidenses de origen indio y los estadounidenses de origen judío basada en el color de su piel y su ascendencia”. Aunque Miller denunció recientemente que los mandatos judiciales universales contra las políticas de Trump eran una “tiranía judicial”, America First Legal los solicitaba regularmente, y los celebraba, en sus demandas contra el gobierno de Biden. El grupo solía presentar las demandas en el Distrito Norte de Texas, donde sabía que los casos serían juzgados por jueces nombrados por presidentes republicanos, incluido Trump.
Tras la segunda victoria electoral de Trump, Miller trajo consigo las lecciones que aprendió durante el primer gobierno y el interregno. Cuando un funcionario de la transición pidió a Miller los nombres de personas que quería que ocuparan puestos relacionados con la migración en el DHS, el ICE y Aduanas y Protección de Fronteras, Miller se los proporcionó. También envió nombres de personas que quería en puestos del Departamento de Estado, el Departamento de Salud y Servicios Humanos y el Departamento de Educación. Según explicó Miller al funcionario de transición, se trataba de puestos que podrían no parecer relacionados con la migración, pero Miller había aprendido por las malas que sí lo estaban. Durante el primer gobierno de Trump, los funcionarios de esos puestos se habían resistido a las medidas de Miller en materia de migración; ahora quería asegurarse de que tenía a su propia gente en esos puestos.
Miller colaboró estrechamente con Gene Hamilton, el principal abogado de America First Legal, quien se unió a la Casa Blanca como asesor principal durante sus primeros cinco meses antes de regresar a America First Legal, para redactar o inspirar directamente un extraordinario aluvión de órdenes ejecutivas. Muchos se referían a cuestiones que entraban dentro de las nuevas y más amplias competencias de Miller, como poner fin a los programas de diversidad, equidad e inclusión y de justicia medioambiental en todo el gobierno federal; proclamar que el gobierno federal solo reconocerá dos géneros, masculino y femenino; y derogar las normas de eficiencia energética para determinados electrodomésticos, como los cabezales de ducha y las cocinas de gas.
Varias de las órdenes se referían también al viejo caballo de batalla de Miller, la migración, incluida una que pretende poner fin a la ciudadanía por derecho de nacimiento. Pero su medida más audaz en materia de migración adoptó la forma de una proclamación presidencial, que Trump utilizó para invocar la Ley de Enemigos Extranjeros de 1798 y deportar a migrantes venezolanos acusados de pertenecer a la pandilla Tren de Aragua.
Miller había descubierto la Ley de Enemigos Extranjeros mientras trabajaba en America First Legal. Hablando con los presentadores del pódcast Clay Travis y Buck Sexton en 2023, elogió la ley como algo “que ha estado en los libros desde el gobierno de John Adams y que te permite deportar a cualquier extranjero de 14 años o más sin el debido proceso si hay un estado declarado de incursión, de incursión depredadora o invasión de ese país”. (Miller interpretó ligeramente mal la ley, que especifica que el extranjero debe ser varón y mayor de 14 años). Desde febrero, Miller ha utilizado la ley para enviar a casi 140 venezolanos a una prisión de El Salvador sin el debido proceso. Los jueces federales han dictaminado varias veces que los hombres fueron deportados ilegalmente, lo que ha llevado a Miller a argumentar que el tribunal no tiene “ninguna autoridad” en la materia.
Esta estrategia me recuerda algo que un antiguo alto funcionario del gobierno me dijo en 2019 sobre Trump y su agresivo enfoque de la política de migración. “Su instinto constante todo el tiempo era: simplemente hazlo, y si nos demandan, nos demandan”, dijo el funcionario. “Para él, todo es una negociación. Casi como si el primer paso fuera una demanda. Supongo que piensa eso porque así es como Le funcionaban los negocios en el sector privado. Pero la ley federal es diferente, y realmente no hay un paso de conciliación cuando infringes la ley federal”. Ahora, en su segundo mandato, con Miller dando luz verde a este enfoque y una Corte Suprema complaciente —que recientemente recortó el poder de los jueces de distrito para dictar mandamientos judiciales universales— que parece ratificarlo, la afirmación de Trump de que la ley federal no es en realidad diferente parece haber demostrado ser correcta.
El reto al que se enfrenta Miller, quien no respondió a las solicitudes de entrevista, es cuánto tiempo puede mantener ese poder. Su longevidad en el círculo de Trump es un testimonio, en muchos sentidos, de su crueldad y astucia. Durante el primer mandato de Trump, Miller abandonó a dos viejos aliados —Bannon, quien originalmente le presentó a Trump, y Jeff Sessions, su antiguo jefe en el Senado— cuando cayeron en desgracia con Trump. En su lugar, Miller se alió con Jared Kushner e Ivanka Trump. Es famoso por hablar mal de sus colegas al presidente. En la charla filtrada de Signal entre el secretario de Defensa, Pete Hegseth, el entonces asesor de Seguridad Nacional, Mike Waltz, el director de la CIA, John Ratcliffe, el vicepresidente JD Vance y varios otros altos cargos del gobierno, era notable que solo Vance cuestionara la decisión de Trump de llevar a cabo ataques contra los hutíes en Yemen. Un tercer asesor de Trump dijo que ello se debía a que, del grupo, solo Vance fue elegido para su cargo; el resto sirve a voluntad del presidente, lo que significa que podrían perder su empleo si contradicen a Trump en presencia de Miller.
Al mismo tiempo, Miller es un lamebotas de talla mundial. En un gobierno en el que prima la adulación, destaca por lo muy zalamero que es con su jefe. “Han asistido a la mayor estrategia económica maestra de un presidente estadounidense en la historia”, escribió Miller en X poco después de que Trump diera marcha atrás con los aranceles en abril. El año pasado, cuando le pidieron en un pódcast que nombrara su película de acción favorita de los 80, respondió Contacto sangriento, de Jean-Claude Van Damme, una elección inusual, hasta que te das cuenta de que Trump consideró en una ocasión que Contacto sangriento era “una película increíble, fantástica” y que le gustaba verla durante los vuelos en su avión privado. El funcionario de la transición me dijo que, aunque sería exagerado sugerir que el presidente considera a Miller indispensable —ya que nadie en el círculo de Trump nunca lo es—, Miller ha sido tan fundamental para la operación política de Trump durante tanto tiempo que al presidente le costaría imaginar cómo sería no tener a Miller trabajando para él.
Y, sin embargo, el poder de Miller podría deshacerse en última instancia debido a algo mucho más profundo que la política de oficina.
Traducir el trumpismo en una doctrina ideológica coherente puede ser una propuesta irritante, como experimentó recientemente el ala aislacionista de MAGA con los ataques aéreos estadounidenses contra Irán. Miller ha hecho este trabajo de traducción quizá mejor que nadie. En ocasiones, ha mostrado la flexibilidad necesaria, adaptándose a las contradicciones y a los retrocesos de Trump. Durante el primer gobierno de Trump, Miller abandonó su propia postura proteccionista cuando quedó claro que los librecambistas del gobierno tenían la atención del presidente. Cuando pregunté al tercer asesor de Trump sobre las opiniones de Miller en política exterior, quien al parecer aspira a convertirse en asesor de seguridad nacional de Trump, dijo que eran coherentes con lo que pensaba el presidente en ese momento.
Miller es más obstinado en lo que se refiere a la política interior, en particular la migración. En el segundo mandato de Trump, ha llevado al presidente a defender una serie de posturas maximalistas, desde las redadas del ICE hasta el uso de la Ley de Enemigos Extranjeros, pasando por plantear la posibilidad de suspender el habeas corpus para las personas sospechosas de ser migrantes indocumentados. Parece que a Trump le gusta que Miller se haga el implacable en materia de migración. Durante su primer mandato, dijo en broma a quien le instaba a adoptar posturas más moderadas en materia de migración que Miller nunca las aceptaría. El año pasado, al parecer bromeó durante una reunión de campaña diciendo que si dependiera de Miller, la población de Estados Unidos sería de solo 100 millones de personas y todas se parecerían a Miller. El humor, sin embargo, subraya algo serio: en materia de migración, el millerismo es una ideología más consistente que el trumpismo.
Mientras que Miller es un ardiente restriccionista, que pretende reducir toda la migración a Estados Unidos, Trump ha apoyado en ocasiones las visas H-1B para trabajadores extranjeros cualificados; ha creado una lista de espera para una visa especial propuesta, la Tarjeta Dorada Trump, que los migrantes ricos podrían comprar por 5 millones de dólares cada uno; y ha expresado su pesar por el impacto que las redadas del ICE estaban teniendo en los sectores de la agricultura y la hostelería. De hecho, la reacción a las redadas del ICE fue tan grande que, a principios de junio, Trump dio marcha atrás y declaró que los sectores de la agricultura y la hostelería quedaban excluidos de ese tipo de estricta aplicación de las leyes de migración, antes de que, tras la intensa presión ejercida por Miller, volviera a dar marcha atrás. Aun así, el contratiempo fue suficiente para insinuar una posible ruptura más amplia, sobre todo si las políticas de migración de Miller siguen resultando impopulares. Una encuesta reciente de Quinnipiac reveló que el 57 por ciento de los estadounidenses desaprueban la gestión de la migración por parte de Trump, que en su día fue su mayor fuerza política.
Por el momento, sin embargo, parece que Miller y Trump están alineados, y eso significa que Miller ha alcanzado un nivel de éxito, y de satisfacción, con el que no soñó durante el primer mandato de Trump. El año pasado, en otra entrevista de pódcast con Travis y Sexton, Miller dijo a los dos presentadores qué podía esperar si Trump volvía a la Casa Blanca. “Te levantarás cada mañana tan emocionado por salir de la cama para ver lo que ocurre en la frontera, para ver lo que ocurre con la aplicación de la ley de migración, que pondrás el despertador dos horas antes solo para tener dos horas más de luz para ver cómo se producen los vuelos de deportación”, dijo. “Así de emocionado estarás. Así de maravilloso será”.
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