Comunistas cero falta
Edición Nº 1001 - Viernes 2 de agosto de 2024. Lectura: 4'
A la hora de defender los autoritarismos amigos, los comunistas uruguayos siempre dicen presente. Como en estos momentos, a la hora de defender el madurato.
El pasado martes 30, el Partido Comunista de Uruguay (PCU) emitió una declaración de contundente respaldo al fraude perpetrado por el régimen encabezado por Nicolás Maduro, consistente con los juicios formulados por Rony Corbo, dirigente del Partido Comunista del Uruguay (PCU) Rony Corbo e integrante de la Comisión de Asuntos Internacionales del Frente Amplio, quien señalara a “Informativo Carve”: “Yo en lo particular no tengo duda ninguna del triunfo legítimo de Maduro; creo que ganó ajustado, pero ganó”.
El comunicado del PCU comienza señalando que las elecciones del pasado domingo en Venezuela “son fruto de un difícil proceso de diálogo”. Tan difícil fue ese diálogo, que la oposición llegó a las elecciones con un candidato sacado de la galera luego de las sucesivas proscripciones de los verdaderos candidatos. En particular, de Ma. Corina Machado, la vencedora en la elección interna. Tan difícil fue el diálogo, que sencillamente no existió. Salvo que el PCU le llame diálogo a la aplicación del garrote.
En el segundo punto, la declaración afirma que el Consejo Nacional Electoral (CNE) de Venezuela “dio a conocer resultados primarios que establecen la reelección como presidente de Nicolás Maduro”. El PCU se refiere al CNE como si fuera nuestra intachable Corte Electoral, cuando en realidad -como el resto de los órganos jurisdiccionales del país- es un instrumento del régimen, cuya integración es políticamente monocromática: sólo el oficialismo lo integra.
Agrega, además, que el sistema electoral venezolano es “uno de los más seguros del mundo”. Además de discutible -difícilmente haya uno más seguro que el engorroso sistema uruguayo-, podrá ser cierto en los papeles, pero en la realidad no lo es porque el propio CNE trasgredió sus mismísimas reglas. Imagine el lector que en Uruguay, donde el sistema es técnicamente perfecto aunque trabajoso, la Corte Electoral cerrara locales de votación, impidiendo a los ciudadanos emitir su voto, o impidiera el ingreso a éstos a los delegados de los partidos opositores, o en que la Policía directamente confiscara urnas, actas, etc.. El sistema sería perfecto en teoría, pero en términos reales se habría aplicado uno muy diferente.
En el tercer punto, el PCU señala que se denuncia, “sin pruebas, un supuesto fraude”. Mueve a risa el señalamiento cuando, si algo caracteriza a esta época, es la rápida circulación de imágenes, casi en tiempo real, de lo que acontece. Si algo no le faltó a esa denuncia fueron pruebas. Sobreabundan. Hasta el hartazgo.
Luego expresa que “la derecha y el imperialismo yanqui siempre desconocieron los resultados de las elecciones en Venezuela”, cuando fue exactamente al revés. Luego del abrumador triunfo de la oposición en las elecciones legislativas de 2015, que le daban incluso una mayoría calificada para emitir votos de censura en contra del vicepresidente y los ministros, aprobar enmiendas, sancionar leyes que le darían poderes legislativos al presidente e, incluso, designar y remover a los integrantes del Consejo Nacional Electoral, el régimen trampeó el resultado. Para ello usó al Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), independiente en los papeles pero subordinado al gobierno, dando curso a un recurso presentado por el partido oficialista para descalificar a tres diputados, haciéndole perder la mayoría calificada a la oposición. Y en 2017 el régimen inventó la Asamblea Nacional Constituyente como un Poder Legislativo paralelo, sólo integrado por diputados chavistas y cuya creación no pasó por el obligatorio referéndum que la propia Constitución chavista determinaba.
El PCU no falta nunca. Defendió el totalitarismo soviético hasta la abyección. Defiende al totalitarismo castrista del mismo modo. Como ahora lo hace con Maduro, pese a que el mismísimo Partido Comunista de Venezuela ha denunciado también el fraude.
El PCU suele enrostrar a sus contradictores que ellos dieron al vida por la democracia. Que sus militantes sufrieron cárcel, torturas, asesinatos, desapariciones y exilio durante la dictadura. Y es rigurosamente cierto que sufrieron todas esas vejaciones y ultrajes. Nadie lo pone en duda. Lo que no es cierto es que ello haya sido en defensa de la democracia uruguaya conculcada porque ellos mismos estuvieron dispuestos a participar de la dictadura, como da cuenta de ello su penosa actitud en ocasión del “febrero amargo” de 1973, de la que hay innumerables -demasiados- documentos y testimonios. Fueron perseguidos, sí, pero porque la dictadura se declaró anticomunista, no porque los comunistas tuvieran especial cariño por la democracia que los cobijara (y cobija) como correspondía y corresponde.
En apoyo al autoritarismo, siempre estuvieron presentes si el mismo contaba con su simpatía. Cero falta.
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