¿Y dónde están los ministros?
Viernes 29 de agosto de 2025. Lectura: 4'
Por Tomás Laguna
La elevada e histórica conflictividad laboral en la pesca y en la industria láctea solo se explica por relaciones enfermizas, incubadas a lo largo de muchos años. Antes de que se extrapolen a otros rubros de la actividad industrial, es bueno consignar que hay ejemplos de formas proactivas de relacionarse entre sindicatos y empleadores.
Resulta insólito cómo, desde la Presidencia de la República, se les ha enmendado la plana a sendos ministros que no logran cumplir con las responsabilidades jerárquicas que el cargo exige. En un primer caso, tras el anuncio del Ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca de restricciones a la exportación de ganado en pie, luego de la inmediata intervención del Ministro de Economía y Finanzas cuestionando la decisión, el propio Presidente de la República decidió desplazar de las pretendidas autorizaciones al mismo ministerio cuyo secretario de Estado a cargo había determinado la medida. En otros tiempos, y con otras jerarquías en las personas involucradas, un ministro desautorizado renunciaba.
Un segundo caso de similar referencia: tras un prolongado conflicto de casi tres meses en la pesca, en el cual un radicalizado y combativo sindicato paralizó la actividad en momentos de inicio de zafra, con pérdidas millonarias de por medio y reclamos vía Cancillería de España, país de origen de capitales invertidos en nuestra industria pesquera, el Ministro de Trabajo debió ser relegado de las negociaciones por el Presidente de la República y el secretario de Presidencia. Finalmente, la intervención de estos fue clave, no para solucionar el conflicto, pero sí para destrabar la situación que impedía a los barcos hacerse a la mar. Una vez más, un secretario de Estado que no responde a la jerarquía que el cargo impone.
Son dos secretarios de Estado de este gobierno: uno del MPP, el otro del Partido Comunista. Uno incubado bajo el ala del expresidente Mujica, el otro del cerno más militante del comunismo uruguayo. Ambos ajenos a la responsabilidad jerárquica que el cargo les impone para actuar frente a la conflictividad laboral en la pesca y la industria láctea.
Por estos días ha resurgido el protagonismo del ministro de Trabajo, quien, con cierta expresión de “yo no fui”, anuncia la intención de promover nuevas instancias de negociación entre las partes en conflicto, sin entender que, en cualquiera de los casos, las posiciones son históricamente irreconciliables. Son ya muchos años de pésimo relacionamiento entre sindicatos y empresas en ambos rubros, pesca y lácteos. Bajo estas circunstancias, la responsabilidad mayor del Poder Ejecutivo debería orientarse a cómo reencauzar un vínculo desde sus orígenes enfermizo. Relación que, en definitiva, no sirve a nadie: ni a obreros ni a empresarios, en tanto todos estos sean personas de “buena voluntad”. Condición esta última de la cual los más radicalizados carecen.
Hay ejemplos referenciales que nos indican que es posible alcanzar relaciones “sanas” entre sindicatos y empleadores. El dinámico sector citrícola logró superar instancias de duros conflictos; basta recordar los bloqueos que, en su momento, mediante piquetes, los sindicalistas armaban a las plantas de packing. En los últimos años, el sector fue capaz de evolucionar, logrando una transformación positiva: ganó en competitividad mediante la incorporación de tecnología tanto en la producción como a nivel industrial, alcanzando un reconocimiento internacional por la calidad de la producción ofrecida al mundo.
Tuvo un rol invalorable el INIA en lo que tiene que ver con la tecnología a nivel de campo, además de la incorporación de equipamiento importado de última generación para la industria. En esta se ha logrado automatizar procesos que antes eran estrictamente manuales; la nueva mano de obra ocupada exige una calificación que antes no era requerida. Todo el rubro se beneficia hoy de una tangible evolución, aun cuando son muchos los desafíos pendientes que impiden descansarse en los logros alcanzados.
En ese escenario de dinámica actividad del agronegocio citrícola, aún condicionado por diversos riesgos por resolver, se está dando inicio al Consejo de Salarios del rubro en una relación equilibrada entre empresas y sindicatos. El punto clave es que la actividad hoy no está dinamitada por irracionales conflictos laborales. En todo caso, deberá preocuparse por aspectos sanitarios muy específicos y delicados a nivel de campo, de temas logísticos siempre complejos en nuestro país al momento de exportar y, finalmente, de los elevados costos para producir, que son una constante que afecta horizontalmente a toda nuestra producción.
En definitiva, el rubro se consolida en tanto enfrenta los temas reales de producir en Uruguay, sin necesidad de agotarse en una conflictividad laboral desquiciada que sabotea una y otra vez a la producción nacional. Productores, obreros y funcionarios, cadena de proveedores y servicios a la producción y el comercio son los directamente beneficiados. Por encima de todo, la economía de nuestro país.
¿Será tan difícil alcanzarlo en la pesca y la industria láctea?
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