¿Universidad pedagógica?
Viernes 30 de mayo de 2025. Lectura: 4'
Por Julio María Sanguinetti
Si ha habido un esfuerzo permanente de las autoridades de la educación en el gobierno anterior ha sido el de procurar el nivel universitario para sus docentes. Por eso la LUC, ratificada por la ciudadanía, creó un sistema de validación universitaria que marcó un avance histórico, respuesta, además, a un viejo reclamo que hacían fundamentalmente los egresados del IPA desde los tiempos de Grompone.
Faltaba naturalmente, organizar el sistema. Decir universitario no es un rótulo, debe ser una realidad y eso es lo que el Consejo de Formación en Educación ha logrado. Hoy existe educación universitaria, no simplemente terciaria, en el ámbito del Codicen. Pese a ello, y recogiendo una vieja idea se sigue insistiendo en crear una Universidad de la Educación o Universidad Pedagógica, que lejos de ser un avance sería hoy cortar un desarrollo en franca evolución y volver a descoordinar el sistema.
Nuestro Partido, desde siempre, fue contrario a esa idea y hoy ella resulta absolutamente rechinante con la orientación general de la educación, concebida como un proceso de evolución continuada, que superó los compartimentos estancos que antiguamente separaban la escuela primaria, la educación secundaria y la técnica. El hoy Codicen nació en su tiempo precisamente con el objetivo de darle coherencia a esas ramas de la educación que se habían ido creando como resultado de avances parciales que reclamaban una articulación. Muy discutida la idea entonces (1972), en las últimas décadas se fue profundizando la necesidad de esa autoridad que marcara la orientación general y concibiera el proceso con un criterio armónico de continuidad.
Ya por entonces se hablaba de quitar la formación docente del Codicen a las estructuras clásica de Primaria (Institutos Normales), Secundaria (IPA) y UTU (INET) y congregarlos a todos en una Universidad, concebida a imagen y semejanza de la de la República, con sus tres órdenes. Siempre nos opusimos por la sencilla razón de que esa Universidad autónoma iba a formar los docentes con sus criterios y no necesariamente con los definidos por la Administración Nacional de la Educación. Una vez que estábamos superando la contradicción entre los diversos organismos, ahora la llevábamos al plano mayor de la formación docente. Por eso se creó en su momento, justamente, el Consejo de Formación en Educación, donde hay representación docente y estudiantil, con mayoría del Codicen. Este Consejo tampoco era una novedad absoluta, porque ya desde 1985 se habían establecido las bases de un sistema de esa naturaleza que hoy ha pasado a ser una estructura fundamental.
El Consejo ha logrado la validación universitaria de las carreras de Profesor de Educación Media, Maestro de Educación Primaria y Maestro de Educación Inicial, que se ajustan al Plan 2023, concebido como un desarrollo de educación superior.
En esa línea se ha instaurado también un sistema de Posgrados que ha permitido ya crear una Maestría en Investigación y Enseñanza en Ciencias Sociales. Es un proceso de formación de alto nivel que permitirá, incluso, alcanzar doctorados.
Abandonar todo este esfuerzo pensado y estudiado para lanzarse a construir otra organización autónoma, es quebrar un histórico proceso de avance en la formación en educación y desvertebrar el sistema. Los docentes tienen que formarse en la cultura institucional de los organismos donde se desempeñarán. Ese es el objetivo. La nueva Universidad autónoma tendría sus fines y procedimientos, que no necesariamente coincidirían con los del sistema educativo, que responde al interés general y a la orientación de los poderes públicos. Divorciar la autoridad del sistema nacional del centro de formación de los docentes es una incoherencia. Incluso la práctica docente, que es fundamental, se desinserta de la realidad del aula.
El reclamo de una “universidad” se asociaba a alcanzar el valor de la consiguiente graduación. Alcanzado ahora ese objetivo menos razón aún tiene considerar la vieja idea. Además de la razón ya expuesta, estaríamos ante un avance burocrático y un mal uso de los recursos disponibles por el Estado para el proceso de formación de docentes.
El tema es muy relevante. Los principios en juego fundamentales. Y como ya flota la idea de volver a retomar ese camino, bueno es que –ante todo– se aprecie lo que está en curso y no nos lancemos con irresponsable superficialidad a un proceso que terminará siendo regresivo.
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