Edición Nº 1043 - Viernes 11 de julio de 2025

Una mesa vacía, una deuda pendiente

Viernes 11 de julio de 2025. Lectura: 3'

Por Laura Méndez

La necesidad de una instancia formal de diálogo entre los partidos de la Coalición Republicana fue planteada desde el inicio del gobierno de Luis Lacalle Pou. La propuesta de marzo de 2020, a iniciativa del expresidente Julio María Sanguinetti -en aquel momento senador de la República- tuvo respaldo conceptual, pero por distintas circunstancias, como la pandemia y las dinámicas propias de cada partido, terminó relegada a una expectativa incumplida. Fue uno de los primeros en impulsarla, y varios referentes continúan reiterando el reclamo.

Durante el quinquenio pasado, la Coalición demostró capacidad de gobernabilidad, pero no de construcción política conjunta. Las diferencias entre los partidos terminaron opacando las coincidencias estratégicas. Los cambios en el gabinete, los debates presupuestales, las discusiones sobre la reforma de la seguridad social, entre otros, fueron capítulos de una misma novela: una coalición que coexistió, pero que no convivió del todo.

La ciudadanía no fue indiferente a lo que se transmitió una y otra vez desde la Coalición Republicana. Muchos votantes de los partidos tradicionales esperaban una alianza más firme, más coordinada, con una hoja de ruta común. El electorado tolera la diversidad, pero no la dispersión. No es la diferencia lo que incomoda, sino la ausencia de una síntesis que dé sentido al conjunto.

Hoy, en un gobierno frenteamplista, con una nueva integración parlamentaria, sin mayoría en el Senado y con votos variables en Diputados, la interrogante es si en nuestro país aún es viable llevar adelante una Coalición Republicana que funcione como proyecto de largo plazo y no solo como un acuerdo electoral circunstancial.

Se siguen escuchando voces desde el ámbito parlamentario que plantean la necesidad de no seguir improvisando y de poder alcanzar una coordinación política que brinde transparencia a la hora de tomar decisiones en unidad.

De los partidos políticos que integraron la Coalición en el 2020 -el Partido Colorado, el Partido Nacional, el Partido Independiente, Cabildo Abierto y el Partido de la Gente- en la actualidad coexisten con fuerza tres: los tres citados en primer lugar. El Partido de la Gente no tiene representación parlamentaria y, con los diputados de Cabildo Abierto, la tensión es palpable en el recinto del Legislativo. Esa incomodidad se evidencia cuando votan en forma independiente y adoptan posiciones más cercanas al Frente Amplio que a la de la Coalición. Y aquí bien vale recordar el anuncio del líder de Cabildo Abierto, Guido Manini Ríos, quien desde el inicio del gobierno de Yamandú Orsi afirmó claramente en entrevistas de prensa: “Cabildo Abierto no forma parte de ninguna coalición”.

Esta reticencia a coordinar acciones parlamentarias profundiza ese aislamiento que ellos mismos han asumido. Si Cabildo ya no forma parte de los acuerdos, ¿sigue existiendo como socio?

A menos de cinco años para que finalice esta administración, esta disyuntiva nos obliga a preguntarnos si los cabildantes están realmente dispuestos a integrar una Coalición Republicana fuerte, para coordinar y construir instancias reales de diálogo político que permitan avanzar. Por el momento, no se visualiza una etapa de coordinación como oposición al gobierno que sea activa.

Cada oportunidad perdida para dialogar deja huellas. La necesidad operativa de una mesa no puede seguir siendo una deuda pendiente.

Si la Coalición Republicana tiene intención de proyectarse más allá de la coyuntura electoral, necesita algo más que acuerdos. Necesita institucionalidad, vocación común y una mesa donde las diferencias se procesen antes de que se transformen en fracturas públicas, como ha venido sucediendo con varios representantes nacionales de los coalicionistas.

Por el momento, se camina sin mapa. Y el tiempo pasa, y pasa muy rápido.



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