Treinta años después de la declaratoria de UNESCO, Colonia del Sacramento reafirma su condición de puente entre la historia local y las grandes corrientes geopolíticas que le dieron origen.
El Centro Cultural Bastión del Carmen fue escenario, el pasado viernes 5, de una conmemoración cargada de historia y significados: los 30 años de la inclusión del Barrio Histórico de Colonia del Sacramento en la lista del Patrimonio Mundial de UNESCO. Con la sala colmada y una intensa presencia de público local y visitantes, el acto reunió autoridades nacionales, departamentales y figuras vinculadas a la cultura y a la preservación patrimonial, en una instancia que combinó emoción, balance histórico y reflexión sobre el porvenir.
El acto fue encabezado por el Guillermo Rodríguez, intendente de Colonia, y contó con la participación del expresidente de la República Julio María Sanguinetti, del exintendente del departamento Carlos Moreira Reisch, del ministro de Turismo Pablo Menoni y del director de la oficina regional de UNESCO, Ernesto Fernández Polcuch, entre otras autoridades nacionales, departamentales y diplomáticas.
Las oratorias estuvieron a cargo del intendente Guillermo Rodríguez, del director de la oficina regional de UNESCO, Ernesto Fernández Polcuch, del exintendente Carlos Moreira y del Ministro Menoni. A ellos se sumó, como invitado central, el expresidente Julio María Sanguinetti, encargado de dictar la conferencia magistral de la jornada, titulada “Los Imperios y las Repúblicas”.
Sanguinetti y la historia larga de Colonia del Sacramento
El punto culminante del encuentro fue la conferencia del expresidente Sanguinetti, quien ofreció un recorrido profundo y documentado por la historia del enclave, su significado y su proyección. Su exposición se articuló en dos grandes dimensiones: la historia del proceso moderno de conservación y las raíces geopolíticas —imperiales, económicas y culturales— que explican la existencia misma de Colonia.
Sanguinetti recordó que la actual valoración patrimonial del Barrio Histórico tuvo un origen claro en 1968, cuando el historiador Fernando O. Assunção concibió la idea de rescatar el casco colonial en un momento en que ni el país ni la región tenían internalizada la noción moderna de patrimonio. Assunção persuadió al entonces ministro de Educación y Cultura Federico García Capurro, y formó una comisión a la que incorporó a los arquitectos Miguel Ordriozola —un referente colonienste— y Antonio Mauricio Cravotto. Ese impulso inicial atravesó incluso el período dictatorial y, ya en 1986, durante la primera presidencia de Sanguinetti, se envió y aprobó la ley que dio marco legal a la comisión responsable del proceso.
También evocó la colaboración internacional, desde la relación con UNESCO y las visitas del director general Federico Mayor Zaragoza, hasta el apoyo del entonces presidente portugués Mário Soares, quien obsequió la estela de hierro ubicada junto a la Catedral como homenaje a la memoria histórica compartida con Lugo.
Desde allí, el expresidente llevó la mirada aún más atrás, remontándose al debate imperial que siguió al viaje de Colón. Explicó cómo, tras el descubrimiento de 1492 y la disputa por el “espacio”, los imperios español y portugués solicitaron al papa Alejandro VI la bula que fijó la primera línea divisoria, antecedente del Tratado de Tordesillas, cuyo trazado —390 kilómetros al oeste de Cabo Verde— separó las zonas de expansión de ambas coronas. Esa línea, “errática” y reinterpretada una y otra vez por españoles y portugueses, es la clave geopolítica que explica por qué Colonia existiría siglos después como una avanzada lusa en la cuenca del Plata.
Al reconstruir este contexto, Sanguinetti contrastó las motivaciones imperiales: mientras Portugal, mirando al este, había llegado ya a Sudáfrica y a las zonas de las especias —clave para el mercantilismo y la conservación de alimentos—, España orientaba su interés hacia el Pacífico y la extracción de plata y oro. El Río de la Plata se integraría más tarde a esa puja, marcando el destino de Colonia como fortín, ciudad disputada y pieza estratégica.
El expresidente subrayó un punto esencial: Colonia del Sacramento no es parte de un “país joven”, sino un testimonio de 345 años de historia, casi cuatro siglos que anteceden con holgura a 1811 y que conectan a Uruguay con debates universales sobre imperios, fronteras y repúblicas. En esa doble dimensión —patrimonial y geopolítica—, afirmó, reside la singularidad del sitio y su proyección contemporánea.
Una celebración que mira hacia adelante
El acto constituyó con un mensaje que resonó entre todos los participantes: Colonia del Sacramento no solo celebra tres décadas como Patrimonio Mundial, sino que reafirma un compromiso colectivo con la preservación de su autenticidad y con la transmisión de un legado que excede fronteras. Es un patrimonio que pertenece a Uruguay, pero también al mundo; y cuya conservación sigue siendo una tarea compartida entre instituciones, comunidad y Estado.
En la noche del Bastión del Carmen, historia y presente convivieron con naturalidad, recordando que Colonia —como señaló Sanguinetti— es a la vez obra humana paciente y resultado de fuerzas históricas globales, un enclave donde los siglos dialogan sin interrupción. Un sitio cuyo valor no se agota en sus muros, sino en la conciencia —nacional e internacional— de su significado.