Un golpe al control republicano en el cierre del presupuesto
Edición Nº 1057 - Viernes 17 de octubre de 2025. Lectura: 2'
El cambio de voto del diputado Sebastián Valdomir permitió blindar a la Presidencia del escrutinio parlamentario, debilitando uno de los pilares esenciales de la democracia: la rendición de cuentas.
La Cámara de Diputados cerró la votación del Presupuesto Nacional con un episodio que tensó el clima político y dejó al descubierto un grave retroceso institucional. El cambio de voto del diputado frenteamplista Sebastián Valdomir, quien primero acompañó a la oposición en un artículo clave y minutos después modificó su posición, alteró el resultado de la sesión y desató un escándalo parlamentario. Lo que estaba en juego no era menor: la posibilidad de que la Presidencia de la República quedara bajo un mayor escrutinio del Parlamento, algo que finalmente fue bloqueado.
La secuencia fue vertiginosa. Valdomir había votado junto con la oposición un artículo que facultaba al Parlamento a solicitar informes a la Presidencia de la República sobre cualquier tema que considerara pertinente. Sin embargo, tras un cuarto intermedio y conversaciones dentro de la bancada oficialista, cambió su voto. Esa modificación dio vuelta la votación y frustró la aprobación del artículo, lo que generó gritos, reproches y acusaciones cruzadas en el recinto. “Vinieron a meterle la pesada [a Valdomir]”, denunciaron diputados de la coalición opositora, señalando presiones internas del Frente Amplio para revertir el resultado.
Los legisladores de la oposición reaccionaron con dureza. Desde el Partido Nacional, el Colorado y Cabildo Abierto coincidieron en que lo ocurrido fue “muy grave”, no solo por el cambio de voto en sí, sino por su consecuencia política: blindar a la Presidencia del control parlamentario. Advirtieron que el episodio compromete la transparencia del sistema y erosiona la independencia de los poderes. “El Parlamento fue engañado”, señalaron, subrayando que este tipo de maniobras debilita la confianza pública en la institucionalidad democrática.
El episodio adquiere una dimensión aún más preocupante si se observa el contexto. Cada vez más organismos públicos, fondos y programas estratégicos se encuentran bajo la órbita de Presidencia, lo que concentra poder político y administrativo en un ámbito que, por definición, no puede ser interpelado por el Parlamento. Esa asimetría atenta contra el principio republicano de contralor recíproco entre los poderes del Estado. Limitar la capacidad de fiscalización parlamentaria equivale, en los hechos, a erosionar la rendición de cuentas y debilitar la transparencia.
El caso Valdomir no es solo una anécdota bochornosa en el cierre de una sesión tensa: es una advertencia sobre el rumbo institucional del país. Si el Parlamento pierde la potestad de controlar al Poder Ejecutivo, se rompe el equilibrio que sostiene a la República. Y blindar a la Presidencia de la mirada legislativa —precisamente cuando más estructuras estatales se subordinan a ella— no puede interpretarse sino como un paso atrás en materia democrática.
La transparencia no se defiende con discursos: se ejerce con control, con independencia y con coraje político.
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