Tensiones globales por aranceles: Trump, el ajedrez comercial con Canadá, Brasil, UE y el futuro del Mercosur
Edición Nº 1044 - Viernes 18 de julio de 2025. Lectura: 5'
Por Alvaro Valverde Urrutia
Donald Trump volvió a tensar el tablero global con nuevas subas arancelarias que afectan a Canadá, Brasil, México y la Unión Europea. En paralelo, el acuerdo Mercosur–UE se estanca mientras crecen los desafíos internos del bloque. La reciente cumbre en Buenos Aires mostró avances técnicos, pero también divergencias políticas que marcarán el rumbo del semestre.
A comienzos de esta semana, Donald Trump retomó uno de sus recursos más utilizados en política internacional: los aranceles. Con anuncios de nuevas tarifas del 30?% a la Unión Europea y México, 35?% a Canadá y hasta 50?% a Brasil — que entrarían en vigor el 1 de agosto y se aplicarían principalmente a productos no cubiertos por acuerdos vigentes como el USMCA (reemplazo al NAFTA) —, la retórica del exmandatario vuelve a tensar la economía global, incluso antes de una eventual victoria electoral.
En el caso de Canadá, la respuesta fue prudente pero firme. Ottawa optó por mantener abiertas las vías diplomáticas, aunque dejó en claro que protegerá su producción nacional si es necesario. La tradición canadiense de resolver disputas mediante arbitraje y acuerdos multilaterales probablemente será el camino preferido.
Brasil, por su parte, reaccionó con mayor dureza. El gobierno de Lula da Silva calificó la medida como arbitraria y carente de sustento económico, anticipando una posible respuesta por la vía de la Organización Mundial del Comercio (OMC), además de represalias comerciales directas si la presión persiste.
Las medidas de Trump siguen un patrón táctico conocido: usar los aranceles como herramienta de presión política y geoestratégica, más que como instrumento de defensa comercial real. Frente a esta lógica, los países afectados adoptan estrategias distintas: Canadá, más institucional y aliada a mecanismos multilaterales; Brasil, con un enfoque más político y de confrontación. Esto refleja no sólo sus realidades internas, sino también cómo entienden su posición en el sistema internacional.
Respecto a la situación entre Trump y la UE, cabe destacar que, a pesar de múltiples intentos de acercamiento, no hubo acuerdo efectivo entre Trump y la UE en relación con el tema arancelario. Por el contrario, el aumento de tensiones, tanto con Europa como con otros socios comerciales, ha desactivado cualquier posibilidad cercana de una tregua arancelaria integral.
La UE mantiene la amenaza de responder con medidas similares, pero su capacidad de reacción inmediata está limitada por divisiones internas y por la incertidumbre política en varios de sus Estados miembros. La relación comercial con EE.?UU., que había mostrado señales de estabilización en años previos, vuelve a mostrar signos de tensión estructural.
La UE enfrenta una disyuntiva delicada. Si responde con firmeza, podría desencadenar una escalada perjudicial para sus economías más dependientes del comercio exterior. Si no reacciona, corre el riesgo de mostrarse débil frente a un posible segundo mandato de Trump. En este punto, la falta de cohesión interna actúa como su principal vulnerabilidad. Y Trump lo sabe.
La reciente Cumbre del Mercosur, celebrada en Buenos Aires, mostro un escenario dual: avances técnicos y tensiones políticas. Durante la presidencia pro tempore de Argentina, se concretaron algunos logros en materia de integración aduanera, como la simplificación de trámites fronterizos y un mayor control coordinado entre países. Además, se flexibilizó aún más el régimen de excepciones al Arancel Externo Común, lo cual otorga a los miembros mayor autonomía en su política comercial.
Un dato destacado fue la firma de un acuerdo comercial con los países de la Asociación Europea de Libre Comercio (EFTA), lo que demuestra que el Mercosur aún puede cerrar acuerdos relevantes fuera del eje tradicional UE Mercosur.
El traspaso de la presidencia a Brasil marca un nuevo capítulo. El presidente Lula da Silva delineó una agenda ambiciosa para el semestre que incluye energía limpia, integración física regional, soberanía digital y una estrategia común frente al crimen transnacional. Todo esto, mientras mantiene el objetivo de avanzar con el acuerdo Mercosur UE.
La cumbre mostró que, pese a las diferencias ideológicas —como las muy evidentes entre los presidentes Milei y Lula— el Mercosur aún puede funcionar como plataforma para la cooperación técnica y económica. Sin embargo, su futuro depende de dos factores clave: unidad política interna y capacidad de negociar con suficiente poder en áreas de integración externas. Si Brasil logra liderar ese proceso con visión estratégica, el bloque ganará relevancia. Pero si prevalece la fragmentación, su peso en el tablero global seguirá en descenso.
Parece que la perspectiva del acuerdo Mercosur-UE se aleja El acuerdo sigue empantanado. A pesar de las señales de buena voluntad, las barreras siguen firmes: preocupaciones ambientales por parte de Europa, resistencia de sectores agrícolas europeos, y diferencias estructurales en cuanto a estándares regulatorios y compromisos climáticos.
La falta de avances concretos en los últimos meses y el creciente nacionalismo económico dentro de algunos países de la UE refuerzan la percepción de que el acuerdo, si se firma, será simbólico más que transformador.
Un acuerdo Mercosur–UE parece cada vez más una promesa retórica que un instrumento de integración real. Las condiciones políticas en ambos partes no favorecen decisiones audaces. La cumbre del Mercosur dejó claro que se quiere avanzar, pero sin una contraparte europea decidida, los gestos seguirán siendo gestos. No se trata ya de voluntad política solamente, sino de viabilidad económica y aceptación pública. Hoy, ninguna de esas condiciones está garantizada.
En suma, el escenario global está marcado por un retorno agresivo al proteccionismo, liderado por figuras como Trump que conciben el comercio como una competencia estratégica. Mientras tanto, bloques como el Mercosur intentan consolidar su voz en medio de tensiones internas y ambiciones externas.
El semestre de la PPTB que comienza será decisivo. Si la región logra consolidar avances técnicos y alinear liderazgos, podrá plantarse con más fuerza frente a socios como la UE o EE.?UU. Pero si persisten las contradicciones internas, lo más probable es que siga siendo un actor reactivo, más que protagonista, en un mundo que no espera
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