Setiembre, el mes de las batallas decisivas
Edición Nº 1009 - Viernes 27 de setiembre de 2024. Lectura: 2'
Cada setiembre, la historia de nuestro país se ilumina con dos batallas: una que marcó el rumbo de nuestra independencia y otra que hizo lo propio con nacimiento de los pilares de nuestra democracia, los partidos tradicionales.
Por un lado, la Batalla de Rincón, el 24 de setiembre de 1825, fue un hito en la lucha por liberarnos del Imperio del Brasil. Bajo el mando del General Fructuoso Rivera, la captura de miles de caballos y la victoria sobre el enemigo no solo fortalecieron al incipiente ejército oriental, sino que sentaron las bases para las posteriores victorias que consolidaron la independencia de la Provincia Oriental.
Este acto de astucia militar permitió, además, que Buenos Aires finalmente reconociera el potencial de los orientales y asumiera el liderazgo de la guerra, creando un frente común contra el Imperio. El coraje de Rivera y su capacidad para enfrentar fuerzas mucho mayores quedaron grabados como una de las proezas más admirables de la gesta independentista.
Diez años después, en setiembre de 1836, la Batalla de Carpintería no fue menos trascendental, aunque esta vez el escenario no fue la lucha por la independencia, sino el nacimiento de nuestras históricas colectividades políticas. Durante este combate, se alzaron por primera vez las divisas que representaban a los dos bandos: la vincha colorada de Rivera y la blanca de Oribe. Así, en medio de la lucha entre caudillos, nacieron los partidos Colorado y Blanco, dos de los más antiguos del continente.
Estos símbolos, nacidos en el calor de la batalla, representaron mucho más que simples colores. Fueron la manifestación de visiones políticas distintas que marcarían el futuro del país, visiones que aún hoy, más de 180 años después, siguen siendo parte esencial del ADN democrático uruguayo. La Batalla de Carpintería fue el hito fundacional de nuestra estructura partidaria y un recordatorio de que la política en Uruguay ha sido siempre una contienda de ideas, de pasiones y de lealtades profundas.
En definitiva, recordar las batallas de setiembre no es un simple ejercicio de memoria histórica, también es reivindicar los valores que nacieron en esos campos: la lucha por la libertad y la consolidación de un sistema democrático donde los partidos tradicionales, aunque rivales, han sabido construir una República sólida y estable. Hoy, nuestra democracia y nuestra independencia siguen siendo el legado de aquellos que, en setiembre de 1825 y 1836, con sangre y valor, trazaron el destino de nuestra patria.
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