Edición Nº 1011 - Viernes 11 de octubre de 2024

Problemática América...

Por Julio María Sanguinetti

Chile y Bolivia eran las vedetes de los seminarios y reuniones internacionales. Crecimiento económico, baja de la pobreza, estabilidad política...

De pronto, todo cambia.

Bolivia se hunde en una contradictoria e imprevisible situación de facto, provocada por el Presidente Evo Morales, que no se conformaba con tres períodos, quería un cuarto, luego de haber perdido un plebiscito que le negó esa re-reelección. Con manganetas jurídicas se hizo candidato y, cuando llegó la elección, en el momento mismo del escrutinio, aparece una brusca interrupción, en un momento difícil para su candidatura, desnudando la grosería de un intento de fraude, consumado claramente luego de la reanudación. La OEA comprobó luego, fehacientemente, la maniobra.

A partir de allí se desata una escalada de violencia, Morales renuncia y ocurre lo insólito: nadie se hacía cargo del poder. Los partidarios del renunciante hablaban de “golpe de Estado”, pero no aparecía el golpista. El ejército le había “sugerido” dar un paso al costado, pero no se asumía como titular del poder.

La verdad es que si hablamos de golpe, habría que retrotraerse al fraude electoral, pero más allá de la discusión semántica está claro que hay un solo responsable, el Presidente Evo Morales, queriendo eternizarse en el poder. Por cierto, el grupo de quienes creen que Venezuela es una democracia, a pie juntillas afirman que hubo un golpe de Estado contra el pobre Evo, inocente de todo...

El episodio revela la importancia de la política. Y que los buenos números no son suficientes.

Si nos vamos a Chile, también nos encontramos con una rebelión insólita. Una manifestación popular enorme de protesta contra el gobierno ofrece la oportunidad a grupos violentos, que comienzan incendiando, al mismo tiempo, seis estaciones del modernísimo Metro de Santiago. Era evidente que algo organizado estaba allí. Y aún hoy, pasado el mes, nos encontramos con la persistencia del fenómeno. Se ha intentado el asalto de 170 comisarías, se ha arrasado un millar de supermercados, se han incendiado automóviles, se ha pretendido avanzar sobre dos cuarteles y toda clase de actos vandálicos.

¿Qué hay detrás de este clima enrarecido? El ex Presidente Ricardo Lagos, socialista y, sobre todo, un sereno hombre de Estado, ha dicho que se está ante una crisis del Estado, ante un enfrentamiento a todo el sistema. ¿Quién fogonea, entonces? Si uno escuchara a Maduro y Diosdado Cabello habría que pensar que todo viene de Venezuela, pero en este caso la confesión no hace mucha prueba, porque no se les ve con fuerza suficiente. Están fundidos. Que aplauden, desde ya, pero cuando se va a la realidad, se advierte que la fuerza motora mayor del atentado es el narcotráfico, en una operación masiva de resquebrajamiento del Estado y ocupación del territorio. La propia policía está desbordaba. Los prestigiosos carabineros están entre dos fuegos, el ataque sistemático de violencia que no logran superar y las acusaciones de excesos de organizaciones que de buena fe denuncian episodios parciales de abusos pero no registran la magnitud de la asonada que se enfrenta.

Como se advierte, el tema está en lo político, en el Estado de Derecho, en el ejercicio de la autoridad, en las patologías de la sociedad. Aunque objetivamente un país claramente haya mejorado, puede ser víctima de una situación como la que hoy sufre Chile y eso es una gran señal de alarma.

Ahora la revuelta aparece en Colombia, donde los rescoldos de la vieja guerrilla todavía generan algunas chispas, sumándose a ese actor relevante de nuestro tiempo que es el narcotráfico.

Cuando en estos días vemos lo que ha pasado en la hermosa rambla montevideana, cuando advertimos su reiteración sin que se hayan tomado las necesarias medidas de prevención, cuando vemos en la televisión las imágenes de la agresión abierta y directa a la propia policía, sentimos el sacudón de algo inédito. No es una travesura de muchachos. Es un grupo de gente que disfruta rompiendo y quemando, que consume drogas, actúa más allá de toda razonabilidad y que, aunque no lo sea hoy, puede ser mañana el instrumento de una acción desestabilizadora impulsada por el narcotráfico. El tema no se agota con el procesamiento de algunos responsables. Hay que seguirlo hasta llegar al fondo de estos grupos que se transforman en enemigos de la sociedad.



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