Pasaportes a ciegas
Edición Nº 1044 - Viernes 18 de julio de 2025. Lectura: 2'
Pocas imágenes resumen tan bien el desorden de este gobierno como la escena reciente: Alemania y Francia cierran sus puertas a los nuevos pasaportes uruguayos, el presidente Orsi se encoge de hombros y responde con un desconcertante “lo resolveremos”. Así, como si se tratara de un papel extraviado o de una fila desordenada en la IM. Una muestra más del estilo errático de esta administración, incapaz de prever las consecuencias de sus actos más elementales.
Desde el mes de abril, Uruguay comenzó a emitir pasaportes que omiten el lugar de nacimiento. El objetivo, nos dicen, era cumplir con “recomendaciones” de la Organización de Aviación Civil Internacional. Lo cierto es que ese cambio, al parecer, fue tan improvisado como inconsulto. Y el resultado fue inmediato: miles de ciudadanos uruguayos ahora tienen documentos que no les permiten ingresar a dos de los países más relevantes de Europa. Como si eso fuera poco, ni siquiera pueden tramitar una visa. Y todo por una decisión que ni el propio gobierno parece entender del todo.
Orsi se escudó en que el cambio formaba parte de un “compromiso asumido” con organismos internacionales. Lo que no explicó fue por qué se llevó adelante sin prever su impacto en la movilidad internacional de los uruguayos. Tampoco por qué se omitió una coordinación efectiva con los países receptores. Es insólito que un trámite tan delicado como el pasaporte termine siendo víctima de esta liviandad burocrática. Y lo es más aún que las autoridades celebren como un éxito lo que es, en los hechos, una metida de pata diplomática.
La respuesta del presidente es reveladora: “si complica la cosa, lo cambiamos”. Así funciona este gobierno: ensayo y error, parche sobre parche, una lógica de gestión reactiva donde todo se resuelve sobre la marcha. Pero el problema con esa filosofía es que no se puede gobernar un país a base de improvisación. Menos aún cuando se trata de derechos tan fundamentales como el de circular libremente por el mundo con un documento válido.
Mientras tanto, miles de compatriotas quedan atrapados entre embajadas, consulados y aeropuertos, sin certezas ni respaldo. Familias que habían planificado viajes, estudiantes con becas en juego, trabajadores con compromisos en el exterior… todos son víctimas del desorden institucional que reina en este gobierno. Y como siempre, la explicación oficial es que “se está trabajando” para encontrar una solución. Demasiado tarde, como de costumbre.
No es la primera vez que esta administración actúa sin medir consecuencias, ni será la última. Pero al menos en este caso, bien haría el gobierno en pedir disculpas, corregir el error y asegurarse de que semejante papelón no vuelva a repetirse. Porque si un país no puede garantizar ni siquiera la validez de sus pasaportes, es difícil imaginar que pueda ofrecer algo mejor en asuntos más complejos.
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