Edición Nº 1039 - Viernes 13 de junio de 2025

¿Otra vez improvisando?

Viernes 13 de junio de 2025. Lectura: 2'

En Uruguay nadie discute el valor de la solidaridad. Pero una cosa es tender la mano con responsabilidad, y otra muy distinta es lanzarse a experimentos geopolíticos sin planificación ni sentido de Estado. El reciente anuncio del canciller Mario Lubetkin —que el gobierno pretende traer jóvenes palestinos de Cisjordania a capacitarse en agricultura sostenible— parece otro capítulo del estilo Mujica de hacer política internacional a las apuradas, con más épica que logística, más gestos que garantías.

Nadie cuestiona la buena intención. Uruguay tiene una tradición solidaria y ha recibido personas en situación vulnerable en múltiples ocasiones. Pero como bien advirtió el diputado Felipe Schipani, lo importante no es solo a quién se ayuda, sino cómo se organiza la ayuda, con qué recursos, con qué protocolos y —en este caso— con qué filtros. Porque no estamos hablando de una pasantía en una granja modelo. Estamos hablando de traer personas desde una región convulsionada por el terrorismo, la guerra y la infiltración sistemática de organizaciones radicales como Hamás, que no solo controla Gaza, sino que tiene creciente presencia en Cisjordania.

¿Quién va a seleccionar a estos jóvenes? ¿Con qué criterios? ¿Con qué respaldo institucional? ¿Hay algún tipo de coordinación con servicios de inteligencia, nacionales o internacionales, para evitar que en nombre de la “capacitación agrícola” se cuele alguien con conexiones peligrosas? ¿Se ha consultado a la colectividad judía, que legítimamente puede estar preocupada por este tipo de decisiones unilaterales, sobre todo en un contexto de altísima tensión regional? Hasta ahora, todo parece anunciarse con entusiasmo… pero sin respuestas.

El gobierno habla de integrarse a un programa que lidera Dinamarca y ejecuta la FAO, pero no da detalles operativos, financieros ni legales. ¿Quién paga el viaje? ¿Quién financia la estadía, los cursos, la seguridad? ¿Qué garantías hay de que estos visitantes regresarán a sus países cuando terminen la “capacitación”? Porque si algo nos enseñó el antecedente de los sirios traídos por Mujica es que no alcanza con la foto solidaria: hay que pensar en el día después. En aquel caso, el Estado terminó improvisando, los costos se dispararon, y las tensiones con los propios refugiados crecieron por la falta de infraestructura y atención. ¿Vamos a repetir el mismo error?

Si este proyecto tiene algún valor, el primer paso debería ser convocar a todas las fuerzas políticas, explicar con transparencia sus alcances, escuchar las inquietudes de la colectividad judía y diseñar mecanismos estrictos de selección y control. Porque si no hay planificación, ni criterios, ni garantías mínimas, el gesto “solidario” puede terminar siendo otra bomba de tiempo diplomática. Y esta vez, sin margen para la ingenuidad.



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