Correo de los Viernes - No se debe jugar con la pobreza

No se debe jugar con la pobreza

Viernes 16 de mayo de 2025. Lectura: 3'

Por Elena Grauert

En los últimos días nos enteramos de un cambio en la forma de medición del índice de pobreza que realizaron las nuevas autoridades del INE, por el cual Uruguay habría aumentado la cantidad de pobres. Esto, que se parece más a una prebenda política que a una real intención de conocer la realidad, además de demostrar la falta de ética de sus difusores —dado que no es cierto, porque la modificación implica estar comparando cosas no comparables—, demuestra la desesperación del actual gobierno por ocultar su falta de propuesta y los magros resultados de su gestión.

El licenciado Antonio Manzi, ex Director Nacional de Transferencias y Análisis de Datos del Ministerio de Desarrollo Social, concluye que se trata de una interpretación errónea. Afirma que la pobreza monetaria del año 2024 fue menor que la del 2019, volviendo a los índices de prepandemia. Además, señala que si tomamos la nueva metodología, los porcentajes se mantienen, pasando de 19,7 % en 2023 al 17,3 % en 2024.

Es más: agrega que, en el período pasado, con el objetivo de conocer mejor la realidad de las personas, se comenzó a publicar el “Índice de Pobreza Multidimensional (IPM)”, que toma en cuenta otras necesidades de las personas en cuanto a su cobertura en educación, vivienda, acceso al trabajo, etc. También tomando en cuenta esta medición, hubo una mejora, ya que este IPM fue de 18,9 % en 2024, frente al 23,5 % en 2019.

Es preciso también remarcar que estos índices se lograron a pesar de la pandemia y de la sequía, y que la mejora es consecuencia de una gestión ordenada desde el punto de vista económico, cosa que no sucedió durante los períodos del Frente Amplio, que —habiendo tenido índices de crecimiento económico altos— dilapidó recursos en gastos faraónicos, obras inconclusas y clientelismos que no beneficiaron a los más desposeídos.

También es una realidad que mejorar la calidad de vida de la gente implica focalizar la mejora en el empleo y en la educación, y gastar en políticas sociales genuinas como son los CAIF, las escuelas y liceos de tiempo completo, sin perjuicio de los denodados esfuerzos que se hicieron en el Mides, ayudando a los hogares más pobres con prestaciones directas, como se hizo en el período pasado con el Bono Crianza, la Canasta de Emergencia y subsidios focalizados en hogares más vulnerables.

La pobreza, y en especial la pobreza infantil, es el foco en el que debemos poner todos los esfuerzos necesarios para poder generar oportunidades a las personas. Tener un 10 % o un 17 % de personas en situación de pobreza —dependiendo de cómo se mida— no nos dice mucho; y querer medrar con ello lo que demuestra es una peor calidad en la forma de hacer política, donde, en vez de proponer medidas, se utiliza un índice para intentar denostar una gestión que fue exitosa, tomando en cuenta la realidad y las dificultades que se tuvieron que sortear en dicho período.

No vale todo en la política, si se la define como una actividad para servir al prójimo, para defender a los más desvalidos, para generar oportunidades. No vale todo —y mucho menos cualquier propuesta— cuando, en las políticas sociales, deben prevalecer la defensa del empleo y la educación. Hasta ahora, lo que se ve son propuestas que medran contra el empleo y la educación, como reducir la cantidad de horas de la jornada laboral sin mirar la productividad, legitimar las ocupaciones o volver a la anterior gobernanza derogando la LUC y desconociendo un pronunciamiento popular.

No vale todo si se desconocen los logros alcanzados, porque los mismos no son de un partido ni de un gobierno: son de la gente para quien fueron efectuados, y a partir de los mismos es que se pueden proyectar nuevas políticas para avanzar.