No es lo mismo
Viernes 25 de octubre de 2024. Lectura: 5'
Por Julio María Sanguinetti
Felizmente nuestro país disfruta hoy de un sólido consenso democrático. Ha quedado lejos el período del terrorismo tupamaro y la ominosa dictadura militar, aunque aquél está maquillado por los historiadores -llamados “académicos”- para diluir su imperdonable deriva a la violencia. También se han desvanecido, en materia económica, los eslóganes clásicos con los que nació el Frente a la vida: reforma agraria, nacionalización de la banca, no pagar la deuda externa, romper con el FMI…. En una palabra, ya no se cuestiona la existencia de la democracia liberal ni de la economía de mercado, pero medio Frente Amplio lo hace con resignación, confiando en que todavía el sueño socialista sea posible y que sea pueda distribuir la riqueza que no se generó (lo que más le ha costado entender a la generalidad).
Los 15 años de gobierno del Frente Amplio debieran ser una experiencia suficiente para que todos entendieran que el sueño socialista fracasó y que no hay opción para la estructura de la economía de mercado. El socialismo fracasó rotundamente. Devino una pesadilla. Como lo muestra hoy la pobre Cuba, pauperizada, a oscuras a cada rato, sin el menor horizonte para su gente. Sin embargo, hay reductos fuertes, todavía, que no asumen esa realidad y están enquistados en el Partido Comunista uruguayo y en una dirección sindical constantemente inspirada en ese confuso entrevero ideológico. Por eso hoy quieren derogar las AFAPS que durante los tres períodos de gobierno del Frente Amplio nadie tocó, aceptando la realidad de un sistema que hoy con 28 años de vigencia ha demostrado ya su eficacia. Ahí está el tema: no está más el Dr. Vázquez, no está más el Cr. Astori, que fue quien enterró los viejos eslóganes. Los actuales economistas del Frente lo tienen claro. Por eso, 100 de ellos, encabezados por quienes serían Ministros, se han opuesto al plebiscito constitucional. Pero es evidente que nadie tiene fuerza suficiente para detenerlo. La “libertad de conciencia” ha hundido en el silencio de una dirigencia que no apoya pero no puede controvertir y una militancia a la que, paso a paso, se la ha llevado a apoyar el suicida extravío.
Aquí está el nudo que tenemos que desatar el domingo. Para no quedar ahorcados con un gobierno que más allá de la buena voluntad que propugna el Prof. Orsi, va a estar severamente condicionado por esa visión anacrónica del mundo.
Hay que seguir cambiando la educación para adaptarla a la economía digital. Los sindicatos están en contra. Dicen que hay que volver atrás.
Hay que combatir la delincuencia con claridad para que el delito continúe bajando. El Frente arrancó con 9 mil rapiñas y terminó con 30 mil. Hoy son 23 mil. Aunque demasiadas, muchísimas menos. Los homicidios siguen en el mismo número, pero con más crueldad. Hay que acentuar el esfuerzo que se viene haciendo. Jamás retornar al permisivismo anterior, que reaparecen el programa del Frente Amplio, cuando usa el neologismo de “descarcelizar” para decir que volverá a los tiempos de los mismos jerarcas hoy propuestos para el Ministerio del Interior que en aquel lejano 2005 levantaron las rejas de las prisiones ¿Ya nos olvidamos de Layera cuando decía, al frente de la Policía, que marchábamos hacia El Salvador y habíamos caído en la anomia de la ilegalidad asumida?
Hay que preservar la viabilidad de la seguridad social. Es notorio que encima de las contribuciones, se destinan 7 puntos del IVA y aun así faltan de 800 a 900 millones de dólares. Es asumido por todos, desde Mujica y Astori, que había que detener el taxímetro: cada vez nacen menos uruguayos, vivimos felizmente más y la consecuencia es que el sistema ya está insostenible. Este gobierno asumió la responsabilidad que el propio Frente decía que era un deber de toda la sociedad. Como de costumbre, una vez votada la solución, aparece el “milagrerismo” voluntarista a proponer volver para atrás, jubilarse antes, ganar más, todo a la vez… Recién en 2032 se le va a pedir a un uruguayo 63 años para jubilarse y con parsimonia recién se llegarán a los 65 años para 2042.
Atravesamos una pandemia. La superamos con éxito. De haber gobernado el Frente hubiéramos seguido la receta de Alberto Fernández en la Argentina, como enfáticamente lo propusieron. Y así nos habría ido. El Uruguay siguió funcionando. El país siguió trabajando y por eso se crearon 100 mil puestos de trabajo y la construcción está a pleno, con 56 mil trabajadores en el BPS.
Es verdad que hay un sector pobre de la sociedad que nos desafía. Es el mismo que existía durante el gobierno del Frente. Es el que se ha atendido con un sistema que arranca en los CAIF para los pequeños y sigue con las preescolares al que se le atendió especialmente en la pandemia y en el que se tendrá que invertir aún más. Para lo cual se precisa crecimiento económico e inversión, que el plebiscito constitucional no se lleve todos los recursos del Estado y deje a los niños sin comida en las escuelas.
Este gobierno ha invertido en carreteras, puentes y viviendas. Ha logrado, por vez primera, terminar con algunos asentamientos como el emblemático Kennedy de Maldonado, con 543 viviendas nuevas. En 15 años, el Frente no tiene un asentamiento superado. Ni uno.
Son muchas las razones para que la Coalición siga adelante con su obra. También son muchas las que nos dicen que el Frente Amplio carece hoy de una dirigencia política con autonomía suficiente para no vivir en el cerco de un sindicalismo comunista obsoleto, que va a persistir en la marcha atrás, en ese refunfuño resentido que no asume que el mundo ha prosperado con el equilibrio entre una economía de mercado dinámica y un Estado que mitigue las desigualdades. Lo que ha sido la mejor tradición del Batllismo. La que felizmente sigue siendo el camino. Siempre renovado, pero claro.
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