Por Tomás Laguna
Fogoneados desde la derecha europea, una vez más los rurales europeos exponen ante el mundo su irascibilidad cuando de competir en el libre mercado se trata. ¿Serán capaces como tales de condicionar las políticas de expansión comercial de la Unión Europea?
Precios justos y menores regulaciones. Tal la consigna de los aguerridos rurales de la vieja Europa. Consigna que seguramente podría ser respaldada por nuestros propios agricultores. Claro está que la definición "justos" resulta difícil de dimensionar. Quién determina que tan "justo" es el valor de un producto...
Los reclamos euro ruralistas no son meramente espontáneos, sino que responden a un contexto. En junio de este año se celebrarán elecciones en el Parlamento Europeo y como tal es el momento para estas movilizaciones y proclamas de las organizaciones rurales con un discurso ultra nacionalista y proteccionista, faltaba más... En definitiva, son los naturales reclamos de un sistema que, a partir de la post guerra, se fue sustentando sobre bases artificiales, con subsidios y proteccionismos para productores que, más que tales, son jardineros de lujo que le cuidan el paisaje rural a las grandes urbes industrializadas. Eso sí, debiendo soportar las crecientes regulaciones referidas a las prácticas agrícolas surgidas desde Bruselas atendiendo los postulados "verdes". Tal vez sea este, el exceso de regulaciones, el reclamo más de recibo para sistemas productivos altamente condicionados por crecientes restricciones en cuanto a las prácticas agrícolas.
Hay otros temas que subyacen tras estas movilizaciones. La Unión Europea a través de la PAC (Política Agrícola Común) tiene destinados 378.000 millones de Euros para el período 2021-2027. Según la misma Comisión Europea, 20% de los productores concentran el 80% de los pagos directos. Las modificaciones vigentes a partir del año pasado establecen que al menos el 10% del presupuesto de la PAC se destine a pequeños productores. No anda lejos que la pugna por ese presupuesto sea también motivo de exasperación...
Un argumento reiterado para justificar el proteccionismo agropecuario suele referirse a la "soberanía alimentaria". Concepto "cliché" que tiene la misma validez que defender hoy el modelo de sustitución de importaciones para proteger el empleo nacional. Los dramáticos tiempos de las hambrunas por pérdidas de cosechas son historia, han pasado más de 170 años desde entonces. El avance de la ciencia, el incremento en la producción mundial de alimentos y el mayor flujo del comercio internacional desvirtúan cualquier posibilidad de tragedias similares. De hecho, las trabas al comercio de productos del agro entre los mismos países de la propia Europa no se explican por el manido concepto de la seguridad alimentaria, sino porque no toleran competir con la producción de los países vecinos, sus socios en la comunidad. Basta recordar los violentos piquetes franceses a las naranjas y tomates españoles...
En definitiva, debemos asistir como meros espectadores a una suerte de revolución ruralista europea contra el comercio internacional y los sistemas de producción de alimentos competitivos, con los que sí, desde estas tierras, estamos en condiciones de llegar con precios "justos" al consumidor final.
Queda colgada la pregunta de hasta donde Europa está dispuesta a sacrificar su proyección comercial al mundo, su posibilidad de acuerdos de libre comercio con terceros países, para proteger a un sector primario que no llega a representar el 2% de su PIB y el 5% del empleo total.