Laura como símbolo
Viernes 13 de setiembre de 2024. Lectura: 3'
Por Fátima Barrutta
Lo que pasó en los últimos días con Laura Raffo trasciende lo anecdótico.
No quiero hacer aquí una crítica desde mi partido a la colectividad de la que somos socios en la Coalición Republicana, porque siento verdaderamente que la renuncia de Laura al Herrerismo va más allá de cualquier debate partidario.
Es un modus operandi que se repite, con más o menos frecuencia, cada vez que las mujeres accedemos por mérito propio a posiciones de liderazgo.
Ella fue una figura emergente por su buena votación como candidata única a la Intendencia por la coalición, en 2020.
Luego fue explícitamente impulsada por los dirigentes de la lista 71 para liderar esa corriente histórica del Partido Nacional, que en 1989 pudo llevar al gobierno a Luis Alberto Lacalle Herrera.
Había una corriente de opinión favorable al recambio generacional, habida cuenta del éxito de Luis Lacalle Pou con su lista 404.
Laura sumaba, a su juventud, una capacidad de comunicación notable y un conocimiento de temas económicos que forjaban una alternativa atractiva para el electorado nacionalista.
Es cierto que el resultado de la interna le fue adverso, pero no lo es menos que debió competir contra “el caballo del comisario”, un Delgado que rápidamente alineó a los dirigentes departamentales más fuertes y con ello, se aseguró una cómoda victoria, sin desmedro de que el caudal de votación del Partido Nacional fue sensiblemente menor a los de internas anteriores.
Pero no por perder en junio, se puede decir que Laura votó mal. Al contrario.
Parecía obvio que podía considerarse como una candidata a vice de unidad, pero Delgado tomó otro camino, que generó fuertes polémicas dentro y fuera del nacionalismo.
Ahora, en que se la desplaza del primer lugar en la lista del Herrerismo, recibe un portazo en la cara por segunda vez.
Una correligionaria como Gloria Rodríguez, que ha hecho de la paridad en las listas una de las grandes causas de su trabajo como legisladora, prefirió no emitir opinión en esto que, a todas luces, es una injusticia.
Vista de afuera, la actitud que el Herrerismo tiene con Laura es la de quien utiliza a la persona por su buena imagen y cualidades personales, pero a la primera de cambio la descarta, para consagrar otra vez el statu quo.
Como una ulterior ironía del destino, ahora la lista 71 acuerda nada menos que con Juan Sartori, el mismo dirigente que previo a las elecciones internas de 2019 jugó de manera vidriosa con mensajes de desacreditación de Lacalle Pou, inspiradas por un asesor venezolano especializado en campañas sucias, de triste memoria.
Realmente no parece que haya que responsabilizar a Luis Alberto Heber por estas volteretas poco coherentes. Estamos hablando de un legislador avezado, con sobrada experiencia política; no se explicaría que el deseo de mantener sus chances electorales lo haya llevado a dar dos pasos como estos, tan desacertados y tan a la luz pública, por su sola voluntad.
Queremos “creer” en cambio que nos encontramos de nuevo ante la práctica machista incrustada en la vida cotidiana.
Parece casualidad: el nombre de pila de Raffo es el mismo que usaba como seudónimo José Batlle y Ordóñez cuando escribía en El Día editoriales en defensa de los derechos de la mujer.
Más de cien años después, otra Laura como aquella, pero real, vuelve a simbolizar la desigualdad de género en una actividad clave de la vida ciudadana, como es la política.
No queremos esa inequidad nunca más, ni contra nuestras adversarias, ni contra nosotras.
El vergonzante desplazamiento de Laura debe llevarnos a repensar qué queremos como sociedad y qué entendemos por democracia.
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