Edición Nº 1034 - Viernes 9 de mayo de 2025

La “teología del pueblo” del papa Francisco

Viernes 9 de mayo de 2025. Lectura: 4'

Bergoglio no siguió ni una ortodoxia de corte espiritualista ni la teología de la liberación, sino una corriente de origen argentino que tuvo siempre un sentido pastoral, no político, argumenta el reconocido periodista argentino Carlos Pagni en una nota para El País de Madrid que reproducimos a continuación.

La pregunta dominante hoy, dentro y fuera de la Iglesia Católica, es cuál ha sido el papel de Jorge Bergoglio, el papa Francisco, en la historia de esa comunidad. Acaso sea demasiado temprano para contestarla. Pero se puede asegurar que a la jerarquía eclesiástica le costará volver atrás, si es que lo pretende, en dos mutaciones que impulsó el pontífice fallecido. Son el permiso de comulgar para los divorciados y el establecimiento de la bendición religiosa para las parejas del mismo género. Se puede pensar que son reformas muy prudentes. Pero, si se tiene en cuenta el peso que en la Iglesia tiene la tradición, pueden ser vistas como grandes pasos hacia una modernización. Si se tiene en cuenta el revuelo que desataron dentro de un sector del clero, estas dos alteraciones pasan a ser vistas como revolucionarias.

Mucho más trabajoso fue para Bergoglio rediseñar el gobierno de la Iglesia. Es verdad que impuso un estilo más sencillo en la vida de la más alta jerarquía. También saneó y volvió más transparentes las finanzas. Para 12 años de gobierno pueden ser conquistas grandiosas. Pero, cuando se tiene en cuenta cuál era el modelo al que aspiraba, acuñado en una conducción más horizontal, la llamada “sinodalidad”, se calibra bien cuánto camino le quedó por recorrer.

Hay otra dimensión por la que Francisco merece quedar en la historia. La exaltación de valores que, mientras avanzaba su papado, se fueron poniendo más y más en tela de juicio. Solidaridad, inclusión, misericordia. Esas eran para él las premisas de la vida social. La insistencia en su defensa hizo que se lo viera como un líder político. Alguien que promovía, a destiempo, la vigencia del Estado de Bienestar. Esa imagen distorsiona su verdadera personalidad. Bergoglio era alguien politizado. Pero la organización a la que prestaba atención, cuya expansión soñaba, era la Iglesia. Su doctrina era el credo del cristianismo. Cualquier relación con las fuerzas profanas, empezando por el peronismo de su país, era instrumental. Aun cuando su proximidad con esa fuerza era evidente, como demuestra su apuesta hacia uno de sus dirigentes, el combativo Juan Grabois.

El Papa fue, parece una ironía, un líder religioso, que entendía estar inculcando las enseñanzas del Evangelio. Recorrió un camino que no fue demasiado popular. No era el de la ortodoxia de corte espiritualista. Tampoco el de la teología de la liberación, que quiso leer la doctrina de la Iglesia en clave marxista. Con Bergoglio llegó al timón del catolicismo la teología del pueblo, nacida en Argentina tras el Concilio Vaticano II y que tuvo siempre un sentido pastoral, no político.

Este punto de vista otorgó a Francisco un lugar relevante en la historia de la vida pública de su país. Fue, desde su condición de arzobispo de Buenos Aires, quien más temprano detectó que la argentina era una sociedad sometida a una triste declinación. Vio antes que otros que la pobreza, con sus lacras de informalidad y marginación, se estaba convirtiendo en un fenómeno central de la vida colectiva. Sobre todo en los extensos suburbios de la ciudad de Buenos Aires, lo que en Argentina se conoce como conurbano, que fue, en sus aspectos más dolorosos, un “descubrimiento” de Bergoglio.

Francisco llegó al gobierno de la Iglesia universal en 2013. Desde entonces emprendió una lenta colonización del comando institucional. Estaba dotado para eso. Como le confesó un cardenal español a un amigo que, en aquel año, le preguntó qué clima había en el Vaticano con el nuevo Papa, “no se sabe bien quién es, no se sabe bien qué piensa, pero lo que está clarísimo es que manda”. Aun así, esa conquista fue incompleta. De todos modos, el 70% de los cardenales que elegirán al sucesor fueron creados por él. Es la razón por la cual se especula con que el nuevo pontífice será alguien más moderado que el que se fue, pero que seguirá sus pasos en los asuntos esenciales: la flexibilización de las pautas morales más conservadoras y la defensa de una sociedad más generosa en su igualitarismo. Sería la continuidad de un estilo. El que llevó a Bergoglio a elegir el nombre de Francisco.



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