La suba de aranceles de Trump: una sacudida al orden comercial y una oportunidad estratégica para Uruguay
Viernes 25 de abril de 2025. Lectura: 6'
Por Alvaro Valverde Urrutia
La subida de aranceles bajo la administración Trump marca un giro en el comercio global, reavivando el proteccionismo. Más allá de proteger sectores económicos vulnerables, la medida busca redibujar las reglas del comercio, frenar a China y afianzar la supremacía estadounidense mediante bloques comerciales, desplazando el libre comercio y los flujos internacionales. Este cambio no solo impacta el comercio global, sino que también reconfigura el orden geopolítico, con esferas de influencia más definidas, acuerdos bilaterales y una creciente primacía de los intereses nacionales. Para países como Uruguay, representa una oportunidad táctica si se actúa con visión estratégica y diplomacia activa.
Este cambio de rumbo implica que grandes potencias como EE.UU., al igual que China y la Unión Europea, se enfrentan a un nuevo escenario comercial, en el que las políticas proteccionistas y las disputas por el poder económico definen las dinámicas globales. La subida de aranceles de Trump no solo afecta directamente a China y la UE, sino que tiene repercusiones indirectas sobre otros actores que dependen del comercio global abierto.
Uruguay frente a la subida de aranceles representa una oportunidad en el caos global. Aunque Uruguay no es un blanco directo de los aranceles impuestos por Trump, los efectos del proteccionismo y las restricciones comerciales que la subida de aranceles trae consigo no pueden ser ignorados. En lugar de verlo como un obstáculo, Uruguay tiene la oportunidad de posicionarse estratégicamente y capitalizar este entorno cambiante para fortalecer sus lazos comerciales con Estados Unidos.
Uruguay, por su tamaño y economía, no está en el centro de las tensiones comerciales entre las grandes potencias. Sin embargo, este contexto de incertidumbre y fragmentación comercial ofrece ventajas significativas para el país. En particular, el aumento de los aranceles a los productos provenientes de otras regiones puede abrir espacios comerciales para que Uruguay aproveche su papel de proveedor confiable y flexible. Sectores clave como la agroindustria (incluyendo productos como carne bovina, cítricos y arándanos) se encuentran en una posición de oportunidad ante la reducción de la competencia de otros países, como Brasil, que ya enfrenta barreras comerciales. Este contexto puede permitir a Uruguay negociar con EE.UU. una expansión de cuotas de exportación, o, al menos, asegurar acceso preferencial a un mercado que históricamente ha sido importante para el país.
Además, Uruguay podría revisar las condiciones de sus exportaciones para adaptarse rápidamente a las nuevas regulaciones comerciales impuestas por EE.UU., lo que puede abrir puertas a productos como celulosa o productos forestales en el mercado estadounidense, especialmente si la UE y China pierden influencia debido a sus propias políticas proteccionistas.
El sector de servicios también puede salir favorecido, dado que la creciente fragmentación tecnológica de la guerra comercial entre China y EE.UU. podría abrir espacios para que Uruguay fortalezca sus exportaciones de tecnología y software, sectores que se encuentran en plena expansión y que necesitan diversificación de proveedores.
Sin embargo, los riesgos son claros. A pesar de que Uruguay no es uno de los países directamente blanco de los aranceles, el aumento de los costos y las restricciones regulatorias pueden afectar las exportaciones uruguayas de productos agroindustriales, si los aranceles incrementan los costos de acceso al mercado estadounidense. Además, la imprevisibilidad de la política comercial de Trump genera incertidumbre que puede hacer que la estrategia comercial de largo plazo sea volátil, lo que exige que Uruguay actúe con agilidad diplomática para mantener sus relaciones comerciales estables y rentables.
El proteccionismo de Trump tiene sus repercusiones en la política exterior, ya que no solo ha desatado una guerra comercial con China, sino que también ha tensionado las relaciones en lo político y comercial con la Unión Europea. El reciente encuentro con Ursula von der Leyen fue un claro ejemplo de cómo los acuerdos multilaterales se ven reemplazados por una nueva geopolítica de bloques.
A la par, la relación con Giorgia Meloni, la primera ministra de Italia, es más fluida, dada la afinidad ideológica y económica que comparten Trump y Meloni, ambos con un enfoque en el nacionalismo económico. Esto refleja cómo Trump favorece a los líderes dispuestos a seguir su línea proteccionista, lo que podría representar un desafío para aquellos países que prefieren los acuerdos multilaterales.
En este nuevo escenario global, cómo debería posicionarse Uruguay ante la administración Trump. En nuestra opinión, Uruguay debe posicionarse estratégicamente entre las grandes potencias. A pesar de que la política comercial de Trump podría parecer desafiante, Uruguay tiene herramientas para aprovechar este contexto y sacar provecho de las oportunidades que se generan. La clave está en desarrollar relaciones bilaterales directas con EE.UU., especialmente en sectores en los que el país tiene ventajas competitivas, como la agroindustria y los productos forestales.
En lugar de aislarse dentro del Mercosur, Uruguay debería impulsar una diplomacia activa, ofreciendo productos y servicios de alta calidad que puedan sustituir a otros proveedores ante la incertidumbre del comercio global.
Uruguay debería utilizar su neutralidad y flexibilidad para posicionarse como un socio estratégico para EE.UU. mediante una diplomacia activa y pragmática, particularmente en los bienes agroindustriales y en el área de servicios tecnológicos. Aprovechar las brechas generadas por las políticas proteccionistas de EE.UU. será fundamental para consolidar una relación más estrecha con el país norteamericano.
La subida de aranceles puede ser vista como una oportunidad para que Uruguay negocie la apertura de acuerdos bilaterales más flexibles y favorables con EE.UU., sin las limitaciones de los acuerdos más amplios de grupos de países. Uruguay tiene mucho que ganar si se posiciona como un proveedor confiable en un mercado estadounidense ávido de diversificación.
El Mercosur que actualmente está entre la parálisis y la acción unilateral, con el regreso al proteccionismo y las políticas arancelarias de Trump ponen en evidencia las limitaciones de los acuerdos multilaterales, particularmente dentro del Mercosur, que se ve atrapado por la Decisión 32/00. Esta normativa, que requiere el consenso de todos los miembros del bloque para cualquier tipo de acuerdo comercial, ha llevado a una parálisis que, en el contexto actual, resulta insostenible.
La falta de acción conjunta y la lentitud del Mercosur en cuanto a su respuesta ante cambios globales acelerados obliga a Uruguay a considerar una estrategia bilateral como la única forma de avanzar. Romper con el consenso paralizante de Mercosur permitirá a Uruguay actuar con mayor agilidad y negociar acuerdos directamente con actores clave como EE.UU. y otros mercados internacionales.
Se puede concluir que para Uruguay surge una ventana de oportunidad en un entorno de incertidumbre. La subida de aranceles de Trump puede parecer una amenaza para el comercio global, pero para Uruguay es una oportunidad estratégica. En un contexto de incertidumbre, el país tiene la flexibilidad diplomática necesaria para posicionarse como un actor clave dentro del nuevo orden económico internacional. Aprovechando la fragmentación comercial y buscando acuerdos bilaterales con EE.UU., Uruguay puede redefinir su papel en el comercio global y asegurar una mayor participación en mercados importantes. La agilidad y la audacia diplomática serán claves para que Uruguay pueda capitalizar las oportunidades que surgen de este nuevo paradigma comercial.
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