La herencia, un gran capital
Viernes 13 de junio de 2025. Lectura: 4'
Por Julio María Sanguinetti
Se oye hablar a los políticos frentistas de la “herencia” del gobierno anterior como algo pesado de lo que no tenían noticia. Por supuesto se olvidan que si hoy el gobierno se las ve negras con la Caja de Profesionales es por su exclusiva responsabilidad al negarse en su tiempo a votar la ley que propuso el gobierno anterior. Lo surrealista viene cuando oímos hablar al Ministro de Economía y al Presidente del Banco Central, que nos hablan de un país estable a cuidar, de un rumbo a mantener, de un saneado prestigio crediticio que es fundamental...
El Ministro incluso propone ahora “desindexar” los salarios y esto ya suena a herejía a los oídos de un partido que, replicando a nuestro atrasado mundo sindical, hizo del reclamo salarial una protesta gimnástica que era como un modo de vida. Nunca terminaron de entender que si se procura una mejora “real”, el nivel general de precios vale tanto como el salario a la hora del poder de compra. Para mejorar el salario real, cuando hay una política consistente, desindexar los salarios puede ser lo mejor, porque ayuda a bajar la inflación y de ese modo indirectamente fortalecer el ingreso “nominal” del trabajador que pasa a ser mejor en “lo real”. En los viejos años inflacionarios, el país vivió esa carrera entre precios y salarios y bien sabemos que a la cortita gana el salario pero a la larga siempre pierde. Y también sabemos que indexar salarios de algún modo le fija un piso a la inflación, que se hace muy difícil, sino imposible, de bajar.
El Presidente del Banco Central, por otra parte, celebra que la inflación ha logrado mantenerse dentro del rango meta fijado durante dos años consecutivos y que “es un mojón sin precedentes en la construcción de la credibilidad de la institución que ha cambiado para siempre y sobre bases firmes”. No podemos estar más de acuerdo y eso sí que es una herencia virtuosa, que bien valoramos los que tuvimos que lidiar, en los años 80, con la locura inflacionaria de Argentina y Brasil, que transitaba por arriba de los 1000%. Naturalmente, en aquellos años que nosotros anduviéramos en un promedio de 70% sonaba a ejemplar, pero no podíamos ir a ningún ajuste cuando la prioridad era la transición institucional, que estaba por encima de todo y necesitaba paz social. Felizmente, en el gobierno de Lacalle Herrera se logró bajar la inflación a 44% y nosotros la entregamos cinco años después a 5%. A partir de allí, ya no se volvió más a los dos dígitos y eso habilitó una mejoría general de quienes más necesitan.
Ahí está el gran punto. Lo interesante, si se quiere curioso, es que el Ec. Tolosa señala que a los propios empresarios, también hijos de la tradición inflacionaria, les cuesta asumir cabalmente el éxito de la política llevada adelante por el Banco Central, desconfiando todavía de posibles rebrotes. Y en general a la ciudadanía, que sigue ahorrando en dólares pese a su debilidad.
El hecho incuestionable es que el Uruguay muestra solidez institucional, firmeza política y estabilidad económica. Lo reconoce todo el mundo, pese a la pandemia que a todos nos golpeó y de la que salimos bastante menos mal que el promedio. Lo otro incuestionable es que si queremos mantener nuestro sistema de seguridad social, precisamos desperadamente crecer y que para esto no hay otra alternativa que más inversión. Como ocurrió con la forestación, las zonas francas, los puertos y la construcción, que han recogido fundamentalmente capitales extranjeros y alguna parte del ahorro local. Esto es incompatible con los discursos que se le escuchan a políticos frentistas, ajenos a la realidad, ventrílocuos que siguen repitiendo los viejos eslóganes. Hasta se ha propuesto que el Estado salga a competir en el mercado de alquileres construyendo edificios para alquilar a pura pérdida. O se sigue apoyando a sindicatos, como el de la pesca por ejemplo, que ha sido un freno consistente a una actividad que por nuestra ubicación geográfica debería ser una actividad prioritaria. Bien sabemos que la mentalidad es lo más lento y difícil de cambiar y que si los 15 años de gobierno frentista, le enseñaron que no pagando la deuda externa o nacionalizando la banca se va al precipicio, aun les falta mucho para entender el mundo tal cual es. Ni la penosa agonía cubana, ejemplo cumbre del fracaso marxista, termina de convencer a más de cuatro de los habituales declarantes.
En fin, celebramos que el rumbo económico no ponga en riesgo lo alcanzado. Está claro que el Presidente Orsi tendrá un fuerte desafío para defender a su equipo económico y contener las ansias de una izquierda antigua, a la que le cuesta entender los caminos del crecimiento y que adolece de una irrefrenable tendencia al gasto.
El Presupuesto va a ser una prueba de fuego, pero el día a día de la administración tiene un enorme valor, cuando cada paso que se da puede responder a razonables criterios de eficiencia o al voluntarismo que nos llevó a aventuras como Gas Sayago, que todavía estamos pagando.
En fin, una herencia que no son pagarés a levantar sino un capital a cuidar.
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