Edición Nº 1064 - Viernes 5 de diciembre de 2025

La Rusia Zarista y su plan de salvar al Imperio Español

Viernes 25 de octubre de 2024. Lectura: 3'

Por Daniel Torena

Durante las guerras de Independencia en Hispanoamérica, tanto los patriotas como los realistas buscaron aliados y apoyo militar y económico de las grandes potencias europeas. Las nuevas naciones republicanas, en su mayoría, recurrieron a los Estados Unidos y Gran Bretaña, quienes, a pesar de sus diferentes sistemas políticos, se mostraron interesados en apoyar tanto proyectos republicanos como monárquicos, con el fin de promover el libre comercio y consolidar alianzas diplomáticas.

España, por su parte, encontró un aliado lejano pero poderoso en el zar Alejandro I de Rusia. Entre los monarcas europeos, el zar fue el más decidido en su intento por apoyar a la debilitada monarquía española y al rey Fernando VII. La razón principal de este apoyo era la rivalidad estratégica entre el Imperio Ruso y el Reino Unido, que se intensificaba a medida que ambas potencias expandían sus respectivos imperios.

Tras las Guerras Napoleónicas, tanto Rusia como Gran Bretaña se vieron fortalecidas geopolíticamente. Mientras los británicos dominaban los mares y el comercio, Rusia era el mayor imperio terrestre, con el ejército más grande del mundo. Esta desconfianza mutua llevó a una competencia global que se extendió a lo largo del siglo XIX, conocida como "El Gran Juego", en la que ambas potencias trataban de limitar la expansión del otro.

En este contexto, Rusia percibió que la independencia de los territorios hispanoamericanos aumentaría la influencia global de Gran Bretaña, algo que Alejandro I quería evitar. Además, el zar era un firme defensor de los principios de la monarquía por derecho divino, y veía en la Revolución Francesa y en Napoleón una amenaza a los valores cristianos tradicionales. Alejandro I se consideraba defensor del cristianismo frente a las ideas liberales y ateas que se expandían por Europa.

Por ello, fue uno de los impulsores de la Santa Alianza, una liga de monarcas cristianos dedicada a mantener la paz y la unidad de Europa. Fernando VII aprovechó esta afinidad para pedir el apoyo de Rusia contra los "rebeldes americanos". El embajador ruso en Madrid, Dimitri Tatischev, logró una alianza entre ambos países, y el zar envió barcos de guerra rusos a España junto con un plan de financiación para apoyar a la marina española.

La intención era crear una gran flota hispano-rusa para transportar al ejército español a América y reconquistar las colonias. Sin embargo, los barcos rusos no dieron los resultados esperados, ya que no estaban adaptados a las aguas cálidas, lo que afectó su funcionamiento. A pesar de estos fracasos, Alejandro I reconoció los derechos de España sobre América y dejó claro que nunca reconocería la independencia de los nuevos Estados.

El zar invitó a Fernando VII al Congreso de Aix-la-Chapelle, donde la Santa Alianza se reunió para discutir la restauración de los monarcas legítimos en Europa y el apoyo a España. Sin embargo, todos los esfuerzos rusos para ayudar a España encontraron una fuerte oposición diplomática de Gran Bretaña, que veía en la independencia de las colonias una oportunidad para expandir su influencia comercial.

El ejército ruso llegó a desarrollar un plan de invasión a través de Alaska, que era una colonia rusa en el continente americano, pero este proyecto no se llevó a cabo debido a la muerte del zar Alejandro I en 1825. De haberse concretado este esfuerzo, el apoyo ruso habría representado una amenaza gigantesca para las nuevas repúblicas latinoamericanas.

El ejército ruso, con su vasta experiencia en las Guerras Napoleónicas y su enorme tamaño, hubiera sido una fuerza casi imparable, capaz de avanzar hasta México e incluso más al sur. Los británicos, incluso con el posible apoyo de los Estados Unidos, no habrían tenido la capacidad de enfrentar una invasión terrestre de tal magnitud. De haber triunfado esta intervención ruso-española, podría haber cambiado el curso de la historia de América Latina, poniendo en riesgo la independencia de las nuevas repúblicas.

Fue, sin duda, una de las mayores amenazas reales para las jóvenes naciones independientes de América.



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