Intentando comprender los dilemas de hoy en la agricultura argentina
Viernes 25 de abril de 2025. Lectura: 5'
Por Tomás Laguna
Argentina tiene condiciones naturalmente excepcionales para la producción agrícola. Ha logrado desarrollar una clase empresarial agropecuaria de excepción. No obstante el campo argentino padece una y otra vez los distintos gobiernos que se suceden en la vecina república, no importa si son peronistas o “libertarios”. Las actuales circunstancias así lo acreditan.
En la región las cosechas están en pleno proceso. De uno y otro lado del río se mantienen razonables expectativas por lograr buenos rendimientos primero, luego precios “interesantes” más allá de la reciente y puntual baja en la referencia de Chicago. En ambas márgenes del río, la guerra de aranceles desatada por el presidente de los Estados Unidos se procesa como un condimento adicional a las incertidumbres propias del agro negocio de exportación. Se podría decir que la región tiene una cultura agrícola compartida, con las naturales diferencias en productividad y seguramente en costos.
De hecho, debemos agradecer a los tantos productores y empresas argentinas que se instalaron en nuestro país en la era Kirchner, lo que sin duda fue un salto cualitativo para nuestra organización empresarial agrícola. Migración que se explica a partir de las nefastas políticas para con el campo, iniciadas allá por el otoño de 2008 cuando el por entonces ministro de economía Martín Lousteau instaló el sistema de retenciones móviles para las exportaciones de productos agropecuarios, además de los ignominiosos permisos de exportación administrados antojadizamente por personeros de aquellos gobiernos.
Saltando en el tiempo, instalados hoy en plena zafra 2025, se puede afirmar que los productores uruguayos deciden libremente cuando vender, atendiendo sus necesidades financieras, cubriendo costos primero o bien para la cobertura de créditos tomados. Quienes pueden diferir la venta de parte de la cosecha obtenida suelen dejar para lo último un volumen contingente para venderlo según se presente el mercado. En definitiva, se trata de un estratégico proceso de toma de decisiones dónde se juega el resultado económico del año. No hay otros componentes de riesgo, siendo que él desde siempre reclamado “atraso cambiario” ya es un efecto estructural en la economía uruguaya, sea cual sea el gobierno.
En esta misma zafra, cruzando el río, todo llevaba a pensar que en estos tiempos “libertarios” del inefable Pdte. Milei se iba a terminar con la expoliación tributaria del campo sufrida durante los gobiernos kirchneristas. De hecho, en su primeros mensajes el presidente argentino expresaba que el Estado “es una asociación criminal violenta que vive de los impuestos” (ref. Milei a empresarios uruguayos, Almuerzo de ADM). Por entonces calificaba los impuestos como un robo mientras anunciaba una reforma tributaria donde eliminaría el 90% de los impuestos nacionales…
Luego ocurrió lo de siempre, una cosa es el discurso de barricada y otra la realidad. Las deficitarias reservas del Banco Central de la Argentina previo a la trabajosa negociación con el FMI obligaban a su recomposición como parte de esta misma negociación. Razón por la cual las retenciones como recurso fiscal producto de la venta inmediata de la nueva cosecha se hacían imprescindibles. En su habitual tono destemplado, ya más parecido a un gobernante kirchnerista que libertario, Milei salió a exigir que los productores “liquiden” (sic) de inmediato sus cosechas, porque la circunstancial baja de retenciones concedidas por su gobierno (nunca las llegó a eliminar…) volverían a su nivel anterior en un par de meses. Así la soja, hoy en el 26%, retornaría al 33%, el trigo, sorgo y cebada volverían a subir del 9,5% actual al 12%, y el girasol de los actuales 5,5% al 7%.
Pero claro, en el ínterin se eliminó el cepo cambiario lo que alentó la expectativa de poder acceder a un dólar competitivo para el exportador. Esta nueva realidad es casi mas alentadora que la reducción a las retenciones (con el gobierno de Aníbal Fernández la brecha cambiaria alcanzó el 100% mientras que las retenciones a la soja eran del 33%). Pero el optimismo inicial no ha sido correspondido totalmente, siendo que la liberalización ha sido gradual y no existe aún libertad total en el acceso a la divisa. Más aún, a partir de la eliminación del cepo el gobierno argentino estableció una brecha, $ 1000 para comprar, $ 1.400 para vender, indicando que solo intervendría en las puntas, pero que entre ambas el mercado regularía el valor de la divisa. Pero ocurrió que desde mediados de abril el dólar no para de bajar… La brecha de flotación fue superada por el mercado.
En definitiva, el agricultor argentino hoy no sabe dónde perderá más. Si acatando la impertinente imposición del Pdte. Milei para que “liquide” ya su producción, con un dólar y precios de los granos en baja, o bien esperar un momento más propicio en el futuro en cuyo caso deberá asumir el costo de la suba de las retenciones que se procesarán a partir del mes de julio.
El campo argentino no para de sufrir, no importa quién gobierne el vecino país. Debemos valorar las certezas que en general otorga nuestra economía. Bueno es recordar la eliminación por ley de las potestades del Poder Ejecutivo de establecer detracciones (ley 17.780 de junio de 2004) promovida por el Pdte. Jorge Batlle. Con esto se protegía al agro negocio de exportación de futuras codicias tributarias, cuyas amenazas se disolvieron ante el solo desafío de tener que derogar una ley. De hecho ni la misma izquierda desde el gobierno se ha animado a innovar en la materia cuando tenía los votos para hacerlo. Menos aún en el futuro dado la ortodoxia manifestada por el actual equipo económico de gobierno y los nuevos equilibrios parlamentarios.
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