Hace 40 años
Edición Nº 1005 - Viernes 30 de agosto de 2024. Lectura: 5'
Por Julio María Sanguinetti
La Asociación Cristiana de Jóvenes conmemoró el miércoles pasado los 40 años de la Concertación Nacional Programática (Conapro), uno de los intentos más importantes en la búsqueda de la salida de la dictadura y la restauración democrática. Lo hizo reivindicando el legítimo orgullo de haber sido la sede de las deliberaciones.
Recordemos que ese 1984 se había iniciado con la requisa de nuestro primer número del año de Correo de los Viernes. Pivel, Ciganda y yo presentamos un recurso de Habeas Corpus reclamando la libertad del General Seregni, pieza clave para lo que se estaba tratando de llevar adelante. Corrían insistentemente rumores de que el Presidente General Álvarez decretaría una prórroga de la elección. En ese contexto, el PIT-CNT decreta un paro y el Partido Colorado se retira de la llamada Intersectorial, porque no acepta que en la difícil estrategia el sindicalismo se desmarque, cuando son los partidos quienes tienen la conducción política.
Por supuesto, tampoco estábamos unánimes los partidos. Tarigo publicó una columna en Opinar titulada “Idealismos y realismo”, sosteniendo que si se llegaba a un acuerdo digno, no podía ser obstáculo la situación de Wilson, que seguía otra estrategia, la del golpeteo al régimen para desgastarlo hasta la hipotética caída. Por supuesto, el wilsonismo estalló y el escenario de los partidos se mostró muy resquebrajado. Tanto que el Partido Nacional formuló directamente una propuesta a los militares, que enredó aún más el panorama.
En febrero se liberó al dirigente comunista Ing. Massera y el 19 de marzo, de tarde, al General Seregni quien lanza una emotiva convocatoria a la salida en paz. Poco después, sin embargo, ocurre en San Javier el trágico asesinato del Dr. Roslik, que sacude al ámbito político y también a la interna militar, donde quedan muy enfrentados los “alvaristas” y los partidarios de la salida, que comenzaban a mirar al General Medina como su principal orientador.
El 1º de mayo fue muy particular: las Fuerzas Armadas presentaron a los partidos una propuesta constitucional y política, mientras el PIT-CNT reestrenaba su clásica convocatoria con una multitud. Colorados, frentistas y cívicos éramos partidarios de dar una respuesta al planteo militar. El Partido Nacional no y el 16 de junio retorna Wilson al país y va preso. La Multipartidaria siguió adelante sin el Partido Nacional, cuya estrategia evidentemente no había conducido por lado alguno a un camino positivo.
El 15 de julio, en el 20º aniversario del fallecimiento de Don Luis Batlle, la Convención nos hace el honor, a Tarigo y a mí, de proclamarnos como candidatos a la presidencia y Vicepresidencia.
Las negociaciones fueron cuajando y el 31 de julio en el Club Naval, se llegó a un acuerdo histórico: las elecciones se harían el 25 de noviembre y el 1º de marzo se instalaría el nuevo gobierno. Las condiciones no gravaban la restauración democrática. El famoso Consejo de Seguridad Nacional era solo asesor, tenía mayoría civil y solo lo convocaba del Presidente que, de hecho, nunca lo convocó.
Hoy por hoy resulta que, como el Partido Nacional no participó y el Frente prefiere no recordar que acordó con los militares, el pacto no tiene mucha prensa. Y los colorados, siempre procurando conciliar, no levantamos la voz clara y fuerte, con orgullo, para decir que allí le pusimos fecha y hora al fin de la dictadura. El Partido Nacional siguió intentado, sin éxito, fórmulas paralelas. El hecho es que así se llegó a la elección y que los partidos del pacto obtuvimos el 70% del voto ciudadano, ratificando así la legitimidad del proceso
En el curso de esos acontecimientos es que, en setiembre, dos meses antes de la elección, aparece la Concertación Nacional Programática. El Partido Nacional acepta a la Multipartidaria y a la llamada Multisectorial, que había incorporado al gremialismo, a participar de un grupo más amplio, representativo de partidos y sectores sociales, incluso empresariales, que intentara generar un consenso sobre materias sustantivas. Se trataba así de evitar confrontaciones que debilitaran al nuevo gobierno democrático. En ese transcurso se incorporaron todas las cámaras empresariales salvo la Asociación de Bancos, que no era aceptada por el Frente, por considerarla responsable de la política económica de la dictadura.
Andrés Vázquez Romero, José Luis Ituño y Carlos Baráibar fueron los delegados políticos que organizaron un Comité Ejecutivo y cuatro grupos, uno de temas económicos, otros de derechos humanos, otro de seguridad social y otro sobre la situación jurídica del Estado. Voces liberales veían en esto un corporativismo peligroso, voces de izquierdas recelaban de que la búsqueda de acuerdos terminara aguando sus propuestas y acallando reivindicaciones. Hacia adentro, también había grandes diferencias, sobre educación o nacionalización de actividades, pero se lograron algunos entendimientos salvadores, como publicar un comunicado de todos los partidos comprometiéndose a respetar los depósitos en moneda extranjera. La cuestión es que flotaba la idea de nacionalizar la banca y era imprescindible tranquilizar fundamentalmente a los depositantes argentinos, alarmados por los anuncios. Los bancos vivían una situación difícil y ese sería uno de los mayores desafíos del nuevo gobierno.
La Conapro siguió funcionando hasta febrero y, sin duda, le abrió al gobierno que se inició el 1º de marzo de 1985 una plataforma de distensión, un lugar donde todo lo representativo del país retornó al clásico diálogo de la democracia. No olvidemos que el nuevo gobierno tuvo que enfrentar na situación no solo llena de acechanzas políticas sino con una caída brutal de la actividad económica, después que explotara la famosa “tablita” en noviembre de 1982 y hundiera el país en las resultancias paralizantes de una devaluación.
Mirado en esa perspectiva, la Conapro fue una gran instancia y así lo reconocimos el miércoles Fernando Pereira, como frentista, Silvia Ferreira Sienra, como activa nacionalista de la época, y yo, como colorado. Tantos años después no faltan analistas que mirando el detalle consideran que no todo lo acordado se cumplió cabalmente. No entienden que lo importante era consolidar la apertura democrática. Y que en esa perspectiva está muy bien recordar y saludar aquel intento maduro de la sociedad uruguaya.
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