Gobernar a los ponchazos
Edición Nº 1044 - Viernes 18 de julio de 2025. Lectura: 4'
En menos de una semana, el gobierno protagonizó uno de los espectáculos más bochornosos que se recuerden en la gestión de la salud pública: anuncios, contradicciones, desmentidos, justificaciones y finalmente una marcha atrás vergonzosa en los aumentos salariales otorgados a jerarcas de ASSE. Todo mientras los hospitales se desbordan, faltan camas, el frío golpea sin piedad y los funcionarios de a pie siguen cobrando sueldos miserables.
Primero nos enteramos —gracias a la denuncia de un grupo de diputados— de que la nueva administración de Álvaro Danza había creado 52 nuevos cargos gerenciales y aplicado aumentos salariales de hasta un 60%, alcanzando cifras escandalosas. Se hablaba de más de 3 millones de dólares en incrementos. Mientras los trabajadores que sostienen el sistema cobran entre 35 y 50 mil pesos, algunos gerentes iban a ver sus ingresos crecer en 100 mil pesos más por mes. Inmoral es poco.
Las reacciones fueron inmediatas. Los propios argumentos de la nueva gestión de ASSE caían por su propio peso: ¿no era que el Frente había recibido una institución quebrada, con deudas de cientos de millones de dólares? ¿No era que se necesitaban más recursos para camas, psiquiatras, medicamentos, ambulancias? ¿Y lo primero que se hace es premiar a los gerentes?
Pero no solo la oposición reaccionó. Hasta el PIT-CNT —siempre dispuesto a justificar al gobierno cuando le conviene— se vio obligado a levantar la voz. José Lorenzo López calificó el aumento como “medio descabellado” y se preguntó por qué los trabajadores rasos no reciben el mismo trato. Desde la Federación de Funcionarios de Salud Pública también hubo críticas duras. Denunciaron falta de suplentes, centros de salud que no pueden cubrir la atención, y pidieron al gobierno “la misma vara” para todos.
Ante este aluvión de cuestionamientos, vino el segundo acto del sainete: las explicaciones. ASSE salió a decir que los aumentos no eran tales, que los números eran falsos, que no eran 52 cargos sino 39, que solo 13 generaban costo, que algunos eran reestructuras, que se habían eliminado otros tantos, que se había ahorrado… Palabras, tecnicismos, cifras contradictorias y más confusión.
Y como si no fuera suficiente, el Presidente Orsi decidió salir en defensa de los suyos: “Me consta que no hay un salto en los costos”, dijo, y justificó los aumentos comparando con lo que pagaba a ingenieros en la Intendencia de Canelones. Como si el problema fuera ese. Como si gobernar ASSE —el principal prestador de salud del país, el que atiende a los sectores más vulnerables— fuera lo mismo que contratar un técnico para una obra municipal.
Pero la frutilla de la torta llegó con el tercer acto: la marcha atrás. Álvaro Danza, todavía de licencia mientras se cocinaba todo este despropósito, comunicó que los aumentos “no se aplicaron” y que quedaban “en suspenso para ser revisados y analizados”. O sea: primero los niegan, después los relativizan, y finalmente los suspenden. Y todo sin dar una sola explicación concreta, sin asumir ninguna responsabilidad, sin pedir disculpas, sin mostrar el más mínimo respeto por los contribuyentes.
Hasta el propio Frente Amplio empezó a hacer equilibrio sobre la cornisa. El diputado Luis Gallo, especialista en salud y ex presidente de la Junasa, reconoció que hubo “dos errores”: no haber comunicado antes la reestructura, y haber otorgado aumentos exagerados en un momento totalmente inoportuno. Gallo, con tono moderado, dijo lo que muchos piensan: esto no se puede justificar ni siquiera desde adentro.
Es que, más allá de los números y las desmentidas, lo que queda en evidencia es un estilo de gobierno improvisado, desordenado, desalineado, que se muestra día a día. Una administración que toma decisiones sin previsión, sin medir las consecuencias, sin escuchar a nadie. Y que cuando el escándalo estalla, en lugar de dar la cara, se esconde detrás de tecnicismos y excusas infantiles.
¿Cómo puede ser que, en medio de una emergencia sanitaria por la ola de frío, en un organismo sin quorum en su directorio y con su presidente de licencia, se apruebe una reestructura que nadie conoce y que solo genera sospechas?
Mientras los fríos invernales llevan a derivar pacientes a Sanidad Militar y a cerrar puertas en hospitales colapsados, el gobierno se enreda en una telaraña de privilegios. No hay un relato coherente. No hay liderazgo. No hay prioridades claras. Hay, simplemente, caos, caos de un gobierno que no sabe cómo gobernar.
Como venimos advirtiendo, esto no es solo un escándalo más. Es una muestra del rumbo errático que se ha instalado en la conducción del Estado. Un rumbo donde la salud pública es usada para acomodar amigos, blindar cúpulas, premiar lealtades, y al mismo tiempo exigir sacrificios al resto.
Gobernar a los ponchazos siempre termina igual: con el pueblo pagando los platos rotos.
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