Falta de memoria en el electorado del “interior”
Viernes 29 de noviembre de 2024. Lectura: 4'
Por Tomás Laguna
El voto en el Uruguay rural, en el “interior” de la República, es un buen ingrediente para analizar e intentar explicar que la izquierda conglomerada haya vuelto al gobierno luego que ese mismo “interior” haya sido decisivo en las pasadas elecciones para su derrota electoral.
Es cierto que en 18 departamentos (excluimos la capital) el candidato de la Coalición Republicana repitió triunfo en 14. En los otros 4, Canelones reitera su preferencia electoral manifestada en el 2019, mientras que dan la nota discordante con el 2019 Paysandú, Salto y San José. El problema no es donde se gano y donde se perdió. El problema es que sumado todo el “interior” de la República, en el 2019 el conglomerado izquierdista perdía frente al candidato apoyado por los partidos que luego integrarían la Coalición Republicana por 160.397 votos, en tanto que en la reciente 2da. Vuelta electoral la izquierda sumó 54.398 votos menos que la Coalición Republicana. Esto significa 105.999 votos “trasvasados” desde los partidos republicanos a la izquierda coaligada. Para ser más contundentes, en la 2da vuelta electoral en todos los departamentos sin excepción el voto republicano se redujo. Colonia dónde menos cayó (1,6%) y en el otro extremo Artigas, Rivera, Treinta y Tres y Lavalleja (entre 12,6 y 13,3%) Análisis según los datos informados a la fecha en la página web de la Corte Electoral.
En otras palabras, el “interior” de la República es la explicación de esta regresión política a la que se enfrenta nuestro país.
¿Qué ocurrió hace cinco años para que el resultado fuera tan diferente? Desde nuestra óptica hay una sola respuesta. Ocurrió “Un Solo Uruguay”.
Allá por el temprano verano del 2018, la izquierda en el gobierno fue tomada por sorpresa con aquella gigantesca movilización del Uruguay rural. Fue una auto-convocatoria espontánea, sin organicidad alguna, por fuera de la estructura de las gremiales rurales pero de amplia e inmediata adhesión que movilizó a todo el interior del país. Con argumentos similares a los reclamos ya realizados en el 2016, esta vez agravados tras dos años de persistente pérdida de rentabilidad. Pero con ingredientes adicionales. La creciente indignación ciudadana tras el desquicio administrativo y de credibilidad moral de los gobiernos del FA, con un gasto público desmedido sobrellevado por el contribuyente vía “fiscalazos” e incremento de tarifas públicas, más la gigantesca contrariedad que ha significado para el ciudadano común todo lo vinculado a la inclusión financiera en la paranoia fiscalizadora del MEF y la DGI. No fue ajena la irritación e impotencia ante la inseguridad que se vivía a lo largo y ancho de la República. Fue un fuerte movimiento de indignados ante un modelo de país que crujía en sus estructuras. El propio movimiento sindical, en su soberbia clasista y combativa, fue cuestionado con particular virulencia por un sector de la sociedad que lo percibe como contestatario, vividor y desestabilizante.
Por entonces hubo una torpe reacción de algunos connotados referentes de la izquierda pretendiendo confundir la movida metiendo a la oligarquía rural en el medio. Se hizo referencia a conjuras políticas, utilización electoral y faltaba más, intento de desestabilización del gobierno. Por supuesto que se le atribuyeron culpas a la derecha y las conjuras políticas reaccionarias. Discurso solo digerible por la majada de incondicionales…
Decíamos por entonces que el campo uruguayo, en toda su multiplicidad de rubros y realidades, se posicionó como el gran despertador de una adormecida sociedad que asistía a su deterioro sin capacidad de reacción. La izquierda se encontró con el horcón del medio y no supo cómo superarlo. Finalmente perdió las elecciones…
Cinco años parece mucho tiempo para la memoria del electorado. De aquellos hechos a la actualidad parecen haberse olvidado los motivos de indignación que llevaron a aquel glorioso acto en la ciudad de Durazno en enero de 2018. Acaso la actual situación de estabilidad y prosperidad de nuestra economía adormeció aquel espíritu rebelde de entonces…
El Uruguay profundo, el país rural, al contrario de lo supuesto por algún connotado político blanco, ha sido el responsable de que nuestro país abandone hoy la senda del republicanismo sensato en pos de una aventura “socializoide”. Tal vez dentro de 5 años una nueva movilización del Uruguay rural revierta este incierto destino de nuestro país. Esperemos no sea demasiado tarde...
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