Entre el fanatismo y la razón
Edición Nº 1061 - Viernes 14 de noviembre de 2025. Lectura: 4'
Por Luis Hierro López
El enfrentamiento entre Israel y Hamás es un nuevo capítulo de la vieja guerra entre el fanatismo y la razón. Un reciente libro de Mauricio Bergstein agrega enfoques desapasionados que nos permiten entender más cabalmente ese gran desafío que enfrenta la civilización.
¿El diálogo imposible? Breve historia del conflicto israelí-palestino, recién publicado, es uno de esos libros que importan y hacen pensar. El autor maneja con solvencia y precisión las fuentes históricas y los textos actuales más reconocidos —desde La trinchera de Occidente, de Sanguinetti, hasta Paz y guerra santa, de Vargas Llosa—, escribe con claridad y sentido didáctico, publica mapas de enorme interés y profundiza en los procesos históricos que fueron jalonando el enfrentamiento, desde 1920, con los primeros encontronazos, hasta el fatídico 7 de octubre de 2023. Más de un siglo de luchas.
Además, Bergstein tiene una mirada amplia y honesta, aunque comienza su texto reconociendo que la objetividad es prácticamente inalcanzable. Pero su propia posición, crítica de algunos excesos cometidos por las autoridades israelíes, demuestra una independencia de criterio que le otorga mayor valor a sus opiniones. Reconoce que ambos pueblos tienen derechos y reivindicaciones legítimas, censura la política de asentamientos israelíes en Cisjordania y entiende que Netanyahu, más allá de su valor, ejerce un radicalismo que termina siendo contraproducente.
Pese a la ferocidad y deshumanización que Hamás demostró en los últimos años, el autor entiende que el grupo terrorista ha tenido una victoria política, ya que ha ganado la batalla en las redes y en la opinión internacional “por goleada”, promoviendo la causa palestina al sitio mítico de David contra Goliat. A la vez, el término Palestina se ha convertido en símbolo de la lucha contra la injusticia social, contra el imperialismo y contra todo lo que está mal en el mundo. Palestina es, dice Bergstein, la última causa del “68” aún con vida.
Hamás es una mística y no solo un grupo de fanáticos, y por lo tanto es muy difícil de combatir, porque Gaza es una especie de cantera inagotable de candidatos al martirologio, dispuestos a pelear y entregar sus vidas a la causa.
Frente a ello, el estilo al que ha recurrido Netanyahu, más propenso al uso de la fuerza que a la diplomacia, expandiendo los barrios judíos en Jerusalén, promoviendo los asentamientos en Cisjordania y amenazando con incorporar nuevos territorios, es el que Hamás necesita para pretextar sus asaltos. Hamás y Netanyahu se precisan para fundamentar sus razones. Cada uno es una pieza en el rompecabezas del otro, dice Bergstein.
Ante ese escenario es muy difícil alentar expectativas de paz. El fanatismo y la ignorancia llegan al extremo citado por un estudioso alemán, que confirma que muchos terroristas suicidas, antes de cometer sus atentados, “protegen su pene en una envoltura de aluminio a prueba de fuego, en anticipo a los placeres que vendrán en el paraíso”. Con personas así es muy difícil hablar de paz, de Estados, de fronteras, de seguridad.
Sin embargo, Bergstein abre algunas ventanas a la esperanza. El autor recuerda que, si bien en medio de sus propias contradicciones, Arafat reconoció a Israel y firmó acuerdos de paz, así como lo había hecho Anwar el-Sadat, de Egipto.
Para que esas rendijas por las que podría pasar la paz se ensanchen, Bergstein subraya que Hamás podrá ser el nuevo representante del pueblo palestino, pero no representa a todo el islam. Lo que necesita hoy Israel más que nunca son interlocutores palestinos de naturaleza distinta a la que ofrecen Hamás o la Yihad Islámica, interlocutores que cumplan con dos requisitos: 1) que reconozcan a Israel como país y como Estado judío y 2) que renuncien a la violencia terrorista.
Para fundamentar su posición, Bergstein cita a la política y analista catalana Pilar Rahola: “El islam es también Malala o las mujeres luchando por su libertad en las calles de Teherán. El antagonismo no es Occidente versus el islam, sino Libertad versus No Libertad”. Similar afirmación hizo el escritor Amos Oz, sosteniendo que “la actual crisis del mundo no es consecuencia de los valores del islam. No se debe a la mentalidad de los árabes, como claman algunos racistas. En absoluto. Se debe a la vieja lucha entre fanatismo y pragmatismo. Entre fanatismo y tolerancia”.
En fin, podrá coincidirse o no con la interpretación de Bergstein, pero en todo caso se trata de un libro valiente, que respira inteligencia y que apuesta a la razón y a la reflexión, y que, por ello, en este tiempo agitado y violento, vale. Vale mucho.
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