El peligroso negacionismo anticientífico de Trump y Kennedy Jr.
Viernes 26 de setiembre de 2025. Lectura: 2'
Cuando la política se enfrenta a la ciencia, la desinformación se convierte en un peligro real para la salud pública.
En un contexto global donde la ciencia se erige como el pilar fundamental para enfrentar crisis sanitarias y sociales, las recientes declaraciones de figuras públicas como Donald Trump y Robert F. Kennedy Jr. han generado alarma y preocupación. Ambos han promovido teorías desacreditadas que desafían el consenso científico, poniendo en riesgo la salud pública y el bienestar colectivo.
Donald Trump, expresidente de Estados Unidos, ha afirmado que el paracetamol podría causar autismo en los niños. Esta declaración carece de fundamento científico y ha sido ampliamente rechazada por expertos en salud pública y pediatría. Estudios rigurosos han demostrado que no existe evidencia que respalde tal vínculo, y que el paracetamol, cuando se administra en las dosis recomendadas, es seguro y efectivo para aliviar el dolor y la fiebre. La comunidad científica ha respondido con contundencia, calificando las afirmaciones de Trump como peligrosas y desinformadas.
Por otro lado, Robert F. Kennedy Jr., conocido por su activismo antivacunas, ha continuado promoviendo teorías sin base científica sobre la relación entre vacunas y autismo. A pesar de que numerosos estudios han refutado esta conexión, Kennedy persiste en difundir información errónea que puede generar desconfianza en la vacunación y poner en peligro los esfuerzos de inmunización globales.
Estas posturas no solo son irresponsables desde el punto de vista ético, sino que también tienen consecuencias tangibles en la salud pública. La desinformación puede llevar a decisiones equivocadas por parte de padres y cuidadores, exponiendo a los niños a enfermedades prevenibles y a tratamientos innecesarios o peligrosos.
Es imperativo que la sociedad, los medios de comunicación y las autoridades sanitarias trabajen conjuntamente para contrarrestar la propagación de teorías infundadas y promover la educación basada en evidencia científica. La salud pública debe prevalecer sobre intereses personales o políticos, y la confianza en la ciencia debe ser fortalecida para garantizar un futuro más saludable para todos.
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