Edición Nº 1057 - Viernes 17 de octubre de 2025

El espejismo del "ahorro"

Viernes 17 de octubre de 2025. Lectura: 2'

El supuesto “ahorro” de medio millón de dólares es apenas una contabilidad de consuelo para una aventura que nunca debió ser de Antel.

Por más maquillaje contable que se le ponga, la decisión del Directorio de Antel de asumir directamente —a través de su subsidiaria ITC— la gestión del Antel Arena es un despropósito. Se lo anuncia con bombos y platillos como un “ahorro de 500.000 dólares al año”, cuando en realidad se trata de una operación de subsidio encubierto, donde la empresa estatal vuelve a gastar dinero público para sostener un negocio deficitario que nunca debió ser suyo.

El razonamiento es tan disparatado como decir que un restaurante que pierde menos dinero que antes, “gana” más. Reducir pérdidas no es generar utilidades, y subsidiar espectáculos con fondos de los uruguayos no es una política cultural: es populismo empresarial.

Antel nació para brindar conectividad, no para organizar recitales, partidos de básquetbol o festivales “para todos los públicos”. Sin embargo, el Frente Amplio insiste en convertir la empresa en un organismo multifunción, desviando recursos de su misión esencial hacia un experimento de gestión cultural que ya fracasó en su primer intento.

La justificación oficial bordea el absurdo: como “ya tenemos el know how”, no hace falta contratar a una empresa especializada. Pero la subsidiaria elegida —ITC— no tiene experiencia alguna en administrar un centro de espectáculos. Es como decir que porque un electricista trabajó en un teatro, ahora puede dirigir una compañía artística.

No hay ahorro real cuando se usa dinero de todos para tapar un agujero. No hay gestión moderna cuando se rehúye la competencia y se evita una licitación internacional. Y no hay “revitalización cultural” cuando se confunde la rentabilidad con el voluntarismo político.

El Frente Amplio, que convirtió el Antel Arena en su monumento emblemático, vuelve a abrazarse al mito. En lugar de admitir que el proyecto fue mal concebido desde el inicio —una obra faraónica sin lógica empresarial—, prefiere duplicar la apuesta y fingir que esta vez será distinto.

La oposición lo advirtió: la decisión es temeraria, arriesgada e innecesaria. Pero el oficialismo avanza igual, escudado en la narrativa del “acercar la cultura al pueblo”. Lo que en realidad se acerca, otra vez, es la sombra de la pérdida.

Antel no necesita arenas: necesita antenas. Conectividad, inversión tecnológica, eficiencia. No más aventuras empresariales que, bajo el ropaje del espectáculo, esconden una vieja costumbre: gastar lo que no se tiene y presentar el déficit como si fuera una victoria, recordando la fantasía “lewiscarrolesca” de los “espacios fiscales” en tiempos de Astori.



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