El día en que Australia perdió la ilusión de inmunidad
Viernes 19 de diciembre de 2025. Lectura: 4'
La tragedia de Bondi Beach reabrió el debate sobre seguridad, antisemitismo y responsabilidad gubernamental.
El 14 de diciembre de 2025 Australia vivió su ataque terrorista más mortal en casi 30 años en la playa de Bondi Beach, en Sídney, durante una celebración de Janucá organizada por la comunidad judía local. La escena, que debía ser de alegría familiar junto al mar, se convirtió en un tiroteo masivo en el que murieron al menos 16 personas, entre ellas una niña de 10 años, y más de 40 resultaron heridas. Las autoridades australianas clasificaron el hecho como un ataque terrorista con motivación antisemita.
¿Qué ocurrió exactamente?
Según investigaciones preliminares, dos hombres armados abrieron fuego contra la multitud que asistía al evento. Los atacantes fueron identificados como Sajid Akram (50) y su hijo Naveed Akram (24). Las fuerzas de seguridad respondieron al tiroteo tras varios minutos de intercambio de disparos; Sajid Akram murió en el lugar por la policía, mientras que su hijo fue herido y hospitalizado bajo custodia.
Además de los rifles y escopetas utilizados, la policía halló un artefacto explosivo improvisado en el vehículo de los sospechosos y banderas hechas a mano del Estado Islámico (ISIS), lo que, para las autoridades, sugiere una inspiración ideológica vinculada al terrorismo internacional.
Contexto: clima hacia los judíos en Australia
La comunidad judía australiana, aunque pequeña comparada con otros países occidentales, ha expresado en los últimos años una preocupación creciente por el antisemitismo. Líderes religiosos y organizaciones comunitarias advirtieron sobre casos de intimidación, discurso de odio y polarización —tendencias que, según algunas voces, no siempre recibieron una respuesta preventiva adecuada por parte de las autoridades.
Antes del atentado, Australia mantenía niveles moderados de restricción de armas y un entorno de seguridad interno relativamente estable. Sin embargo, expertos en seguridad señalaron que los cambios geopolíticos y la radicalización de individuos aislados habían llevado al país a reexaminar su capacidad de anticipar ataques de este tipo.
¿Era previsible?
La pregunta sobre si este ataque era previsible es compleja. Por un lado, Australia había mantenido desde el histórico tiroteo de Port Arthur en 1996 algunas de las leyes de control de armas más estrictas del mundo, lo que redujo dramáticamente los incidentes de violencia con armas largas durante décadas.
No obstante, organismos de inteligencia y líderes comunitarios habían alertado sobre un aumento en el discurso antisemita y la radicalización de ciertos individuos, en parte alimentado por tensiones internacionales y polarización en redes sociales. El primer ministro y expertos admiten que estos avisos no siempre se tradujeron en medidas preventivas suficientes para frenar un ataque de estas características.
Los atacantes: quiénes fueron
Los informes indican que el padre, Sajid Akram, poseía licencia legal para varias armas de fuego, mientras que su hijo Naveed había estado bajo observación de las autoridades de inteligencia australiana (ASIO) en años recientes, aunque no se lo consideraba una amenaza inmediata antes del ataque.
La motivación concreta sigue bajo investigación, pero la presencia de material asociado al Estado Islámico y la selección deliberada de una festividad judía ha llevado a las autoridades a calificar el ataque como terrorismo antisemita de inspiración yihadista.
El héroe del atentado
Entre el caos, surgió una figura que muchos consideran un símbolo de resistencia: Ahmed al Ahmed, un inmigrante sirio —y musulmán— de 43 años y comerciante local que presenció el ataque y, sin entrenamiento policial, corrió hacia uno de los tiradores, lo derribó y le quitó su arma, retrasando significativamente la acción violenta y probablemente salvando muchas vidas. Fue herido en el proceso y actualmente se encuentra hospitalizado.
Las autoridades, incluido el primer ministro Anthony Albanese, lo han elogiado públicamente como un “verdadero héroe de la vida real”.
Responsabilidad del gobierno australiano
El gobierno se enfrenta a críticas internas y externas sobre si estaba preparado para un ataque de este tipo. Mientras las autoridades sostienen que los niveles de amenaza no justificaban una alerta mayor en Bondi Beach, expertos en seguridad y grupos comunitarios reclaman que las señales de radicalización deberían haber llevado a una vigilancia e intervención más activa.
Además, el ataque ha reabierto el debate sobre las leyes de control de armas, ya que los perpetradores obtuvieron legalmente múltiples armas de fuego pese a antecedentes que, para algunos críticos, deberían haber activado mayores restricciones.
Memoria y acción
El atentado de Bondi Beach no es solo una tragedia humana de dimensiones devastadoras, sino un momento de inflexión para Australia y las democracias occidentales. Cada víctima —desde niños hasta sobrevivientes del Holocausto— representa generaciones de historia, familias y futuros arrebatados por un acto de odio que pudo haber sido advertido y prevenido con políticas de seguridad y cohesión social más robustas.
Australia debe honrar la memoria de los caídos no solo con condenas simbólicas, sino con acciones concretas: reforzar la inteligencia comunitaria, combatir el antisemitismo y otras formas de odio, revisar de manera crítica las normas de tenencia de armas y educar en valores de inclusión y respeto. Una sociedad que escucha las advertencias de sus comunidades antes de que el odio se convierta en violencia puede defender mejor su cohesión y libertad. Este no puede ni debe ser un evento aislado en la memoria colectiva, sino un llamado a la vigilancia democrática permanente.
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