El delirio de Carrera
Viernes 9 de mayo de 2025. Lectura: 2'
En un acto que raya el delirio y confirma hasta qué punto algunos dirigentes del Frente Amplio han perdido toda noción del decoro institucional, el exsenador Charles Carrera anunció que presentará su caso ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y el Consejo de Derechos Humanos de la ONU. Sí, leyó bien. El mismo hombre que está siendo investigado por encubrir con fondos públicos un presunto abuso policial en 2012, ahora se declara víctima del “lawfare” y pretende dar cátedra de derechos humanos… en Washington.
El descaro de esta movida no solo ofende el sentido común, sino que insulta a las verdaderas víctimas de violaciones sistemáticas en nuestra región. El sistema interamericano ha sido, y debe seguir siendo, un instrumento de protección para los perseguidos reales: para los torturados, los censurados, los encarcelados por opinar o los desaparecidos en dictaduras. Pero no para que lo utilicen senadores bien vestidos que se incomodan cuando la Justicia nacional les toca la puerta.
Carrera se victimiza, se escuda en tecnicismos, y ahora, con patrocinio de un bufete internacional, quiere convertir su indagatoria fiscal en una epopeya contra el autoritarismo. ¿Dónde está el autoritarismo, senador? ¿En una Justicia que le da todas las garantías procesales? ¿En un país con separación de poderes, libertad de prensa y pleno funcionamiento institucional? Lo suyo no es persecución: es rendición de cuentas. Y lo que usted pretende evitar, con maniobras de foro internacional, es dar explicaciones de fondo sobre una conducta que, de probarse, será una de las más indignas que se haya visto en la administración pública reciente.
Porque no se trata solo del expediente judicial. Lo que indigna y repugna del accionar de Carrera es la conducta ética. En 2012, cuando dirigía la Secretaría del Ministerio del Interior, un joven recibió un balazo que lo dejó paralítico. En lugar de investigar, esclarecer y actuar con transparencia, Carrera manipuló los recursos del Estado: lo internó en el Hospital Policial, lo hizo pasar como efectivo de la fuerza, repartió tickets de comida y presionó a la familia. Todo esto, con una voz intimidante y una sonrisa burocrática.
La madre y el hermano de la víctima dieron su testimonio. Dijeron haber sido presionados. Dijeron que Carrera les advirtió que, si no hacían lo que les pedía, los dejaría sin apoyo. Lo dijeron con dolor, no con odio. La Fiscalía lo investiga con elementos objetivos. No es un invento mediático. No es un show político. Es un proceso legal que merece respeto.
Y como si esto fuera poco, también surgió otro uso irregular del Hospital Policial: la atención a la expareja del propio Carrera, sin justificación alguna. ¿Qué parte de todo esto le parece “injusta” al senador? ¿Acaso cree que haber tenido poder le da inmunidad vitalicia?
Mientras un joven sigue paralítico y su familia aún espera justicia, el exjerarca hace maletas para denunciar al Uruguay por ser… ¿demasiado garantista? ¿demasiado paciente? ¿demasiado republicano?
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