El compromiso inquebrantable con la justicia a 30 años del atentado de la AMIA
Edición Nº 1000 - Viernes 26 de julio de 2024. Lectura: 4'
A pesar de los avances legales, la búsqueda de justicia sigue vigente, mientras que las comunidades afectadas por el terrorismo global luchan por sanar profundas heridas, reflexiona la Vicepresidenta de Asuntos Internacionales de la Liga Antidifamación, Marina Rosenberg, en una columna para Infobae que reproducimos.
Hace 30 años, el atentado a la AMIA en Buenos Aires sacudió los cimientos de la comunidad judía y dejó una herida profunda en la nación argentina. Aunque nací en Argentina, a los seis años me trasladé a Israel, donde en la adultez serví como diplomática israelí durante más de dos décadas. Este contexto hace que el tema de Irán y su apoyo al terrorismo en la región, así como su obstaculización de la paz, sea personal para mí. Actualmente, trabajo en la Liga Antidifamación (ADL) como Vicepresidenta Sénior de Asuntos Internacionales y estoy de regreso en Argentina para conmemorar el 30 aniversario de la tragedia.
El atentado contra la AMIA en 1994 y el ataque a la embajada de Israel en Argentina en 1992 están intrínsecamente relacionados. Ambos ataques, orquestados por Irán y sus apoderados terroristas, dejaron cicatrices imborrables en la comunidad judía argentina y en la conciencia colectiva nacional. Conozco personas cuyas vidas fueron diezmadas en el ataque a la embajada, y otros amigos siguen marcados por la tragedia de la AMIA. Recientemente, conocí al padre de dos israelíes secuestrados, un ciudadano argentino-israelí, quien me relató cómo por poco escapó del ataque a la AMIA debido a un retraso de cinco minutos en el subte. Estos testimonios son un doloroso recordatorio de la magnitud del sufrimiento causado.
En abril pasado, el máximo tribunal penal argentino finalmente dio por probado que Irán estuvo detrás del ataque, pavimentando el camino para poder juzgar a los prófugos del atentado en ausencia. Durante treinta años, cada 18 de julio, la población se reúne en el lugar de la tragedia –que dejó 85 muertos– exigiendo justicia, ya que nadie ha sido encarcelado por estos crímenes, dejando más interrogantes que respuestas. Sin embargo, este año ha habido avances tanto en los sistemas legales argentinos como globales, dado que, en junio, la Corte Interamericana de Derechos Humanos responsabilizó al Estado argentino por no haber prevenido ni indagado adecuadamente el ataque contra la sede de la mutual judía.
Todo ello ofrece una esperanza renovada. Los atentados de la AMIA y la embajada no solo sacudieron a la comunidad judía en Argentina, sino también a las comunidades judías en todo el mundo, creando un sentimiento de trauma que se extendió por el continente y ha encontrado eco en Europa y otros lugares donde ataques similares han dejado sus propias cicatrices.
Estos eventos resaltan un problema fundamental que observamos hoy con el aumento global del antisemitismo: la vulnerabilidad que viene atada con la inseguridad y las amenazas. El atentado a la AMIA hace 30 años y la masacre del 7 de octubre en Israel, ambos perpetrados por terroristas islámicos apoyados por Irán, nos recuerdan dolorosamente que el odio y la violencia siguen al acecho. Recientemente, dos escuelas judías en Canadá fueron violentamente atacadas, ilustrando cómo el antisemitismo continúa poniendo en peligro la seguridad de nuestras comunidades. Esta situación debería ser una preocupación primordial, ya que toca el nivel más básico de la Pirámide de Maslow: la sensación de seguridad. Cuando los sistemas que deberían protegernos fallan, se produce una ruptura significativa en la confianza y en la seguridad de nuestras comunidades.
Es por ello que mi visita a Argentina no se da solo como una conmemoración. También es un recordatorio de la importancia de seguir luchando por justicia y seguridad para todas las comunidades azotadas por el terrorismo y el odio. Debemos mantenernos unidos y unidas, firmes contra el odio y la violencia en aras de asegurar que tales atrocidades nunca se repitan.
Sé que nuestra misión en ADL es más vital que nunca. Nuestra organización ha trabajado incansablemente para combatir el antisemitismo y todas las formas de odio, y continuaremos haciéndolo con determinación y pasión. Recordemos a las víctimas, honremos su memoria y reafirmemos nuestro compromiso con la justicia.
Si bien la lucha es larga, juntos y juntas podemos hacer la diferencia.
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