El Filtro: 30 años de impunidad y memoria selectiva
Edición Nº 1005 - Viernes 30 de agosto de 2024. Lectura: 2'
El sábado pasado se cumplieron tres décadas de uno de los episodios más oscuros de la historia reciente: los hechos del Filtro. Lo que debería ser un momento de reflexión sobre la violencia, el terrorismo y el abuso de poder, ha sido transformado, gracias a la narrativa del frentismo y los tupamaros, en una suerte de homenaje a la subversión. Es un verdadero acto de cinismo que quienes en su momento apoyaron y perpetraron actos de terrorismo hoy se presenten como víctimas y guardianes de la memoria histórica.
Los hechos del Filtro no fueron un simple episodio de represión policial, como algunos quieren hacer creer. Fue el desenlace de un plan bien orquestado por el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN) para proteger a un grupo de terroristas etarras que, con la ayuda de la izquierda radical uruguaya, intentaban evadir la justicia.
Es necesario recordar que los etarras que se refugiaron en Uruguay no eran “luchadores por la libertad” ni “perseguidos políticos”. Eran miembros de una organización terrorista responsable de cientos de muertes en España. Sin embargo, la izquierda uruguaya, con el MLN a la cabeza, no tuvo reparos en apoyar su causa, convirtiendo el Hospital Filtro en un bastión de resistencia y confrontación. Aquellos días de agosto de 1994, lejos de ser una simple manifestación, fueron el escenario de una estrategia de provocación diseñada para desacreditar al gobierno y ganar puntos en su agenda política.
El Frente Amplio y los tupamaros, en lugar de defender la legalidad y el orden, optaron por poner sus intereses por encima de la justicia. Para ellos, los fines siempre justificaron los medios, y eso incluye defender a terroristas con tal de debilitar al gobierno de turno. La memoria selectiva de estos grupos ha convertido a los etarras en víctimas de una supuesta represión, mientras que las verdaderas víctimas de sus actos, tanto en Uruguay como en España, son convenientemente olvidadas.
El Filtro, lejos de ser una herida cerrada, sigue siendo un símbolo de la hipocresía y la manipulación. Se conmemora como una “lucha por los derechos humanos”, cuando en realidad fue un intento descarado de socavar el Estado de Derecho. Es un recordatorio de que los valores democráticos fueron pisoteados por quienes hoy se autoproclaman defensores de la libertad y la justicia.
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