Cuarenta años de democracia: un encuentro que nos reúne a todos
Edición Nº 1028 - Viernes 21 de marzo de 2025. Lectura: 6'

El próximo jueves 27, el Partido Colorado invita a un evento que, como ha dicho nuestro Secretario General, el Dr. Ojeda, puede definirse como histórico: la presencia conjunta de todos los presidentes de la era democrática uruguaya. Hace cuatro décadas, el país recuperó sus instituciones y emprendió un camino de libertad que hoy nos llena de orgullo. Reunir en un mismo espacio a quienes ejercieron (y quien ejerce) la jefatura de Estado desde 1985 hasta hoy, sean colorados, nacionalistas o frentistas, es un gesto simbólico y trascendente que pone en relieve la cultura política que hemos forjado con esfuerzo colectivo.
A finales de 1980, Uruguay sorprendía al mundo rechazando el proyecto de Constitución que impulsaba la dictadura como vía de “ordenamiento” del país. El famoso “No” triunfó entonces por un claro 57%, desenmascarando el creciente deseo de volver a la democracia. Lejos de ser una casualidad, aquel resultado fue el primero de varios pasos que permitieron, entre otras cosas, que se organizaran las elecciones internas de 1982 y el multitudinario acto del Obelisco en noviembre de 1983. En este proceso convergieron todos los partidos políticos: los colorados, los blancos, los frentistas y los cívicos, dejando atrás la proscripción y la censura. La presión cívica y el diálogo perseverante, entre tensiones y retrocesos, condujeron al Pacto del Club Naval (3 de agosto de 1984), un acuerdo que definió la fecha de las elecciones para el 25 de noviembre y el traspaso de mando al 1.º de marzo de 1985.
No fue una tarea sencilla. El país vivía una dura crisis económica; los militares mantenían posiciones encontradas entre quienes impulsaban cierto grado de apertura y los que se rehusaban al cambio, y los partidos navegaban una arena política en la que algunos líderes permanecían presos, otros en el exilio y el grueso de la ciudadanía clamaba por el retorno de las libertades. Sin embargo, la conciencia cívica, la fuerza de la opinión pública y la gran pericia de dirigentes de todos los colores y sectores permitieron finalmente el “cambio en paz”, como se llamó al proceso que llevaría al triunfo al Dr. Sanguinetti, quien encabezó la primera administración post-dictadura. A partir de ese momento, se inició un período de libertad y normalidad institucional que nunca antes había durado tanto en nuestro país.
Mirando hacia atrás, estos cuarenta años de democracia representan, sin duda, un logro colectivo: del pueblo que votó en el plebiscito de 1980, en las internas de 1982 y en las cruciales elecciones de 1984, y de los actores políticos que, con diferentes estrategias, cedieron y negociaron en aras del bien común. Fue un lapso marcado por la coincidencia esencial de que todos —sin excepción— aceptarían el resultado de las urnas y la convivencia pacífica de la diversidad. No sobra decir que esa coincidencia elemental, aunque parezca natural hoy, no existía en la región durante los años 70 y principios de los 80.
La invitación que nuestro Partido cursa en esta fecha simbólica congrega a los protagonistas que encarnaron la Jefatura de Estado en las últimas cuatro décadas: desde Sanguinetti, quien asumió el 1.º de marzo de 1985 con la responsabilidad de conducir la transición, pasando por Lacalle Herrera, José Mujica, Luis Lacalle Pou, hasta el actual presidente Orsi (nos acompañarán, sin duda, la obra de los Dres. Batlle y Vázquez, ya fallecidos). Cada uno de ellos aportó su impronta, resolvió desafíos y abordó reformas bajo marcos distintos: crisis bancarias, cambios constitucionales, reformas económicas y sociales de todo tipo, e incluso la más reciente pandemia del Covid-19, que puso a prueba la solidez de nuestras instituciones.
Este encuentro de presidentes, por tanto, no es tan solo un gesto protocolar: es una cita con la historia. Al proyectar juntos su presencia, envían al país el mensaje de que la democracia es una obra compartida y nuestro Partido, que hoy auspicia este evento, evidencia la vocación integradora que también caracteriza al resto de las colectividades. Fieles a sus tradiciones, los partidos políticos uruguayos han sabido reponerse de vicisitudes, compartir espacios parlamentarios y, en más de una ocasión, pactar políticas de Estado que se extienden por encima de una administración puntual.
El acto también llama a la reflexión sobre la naturaleza del Uruguay actual. Somos un país que, en cuatro décadas de democracia, pudo reformar su economía, insertarse más abiertamente en el mundo, garantizar —sin interrupciones— la libertad de prensa y la libre expresión de las ideas. Se gobierna con alternancia: pasó el Partido Colorado, el Nacional, el Frente Amplio, y finalmente una Coalición Republicana que cerró el ciclo en 2025. Este “tridente partidario” (al que se sumaron actores menores con expresiones electorales diversas) refleja la madurez política uruguaya y explica el arraigo del pluralismo en la cultura ciudadana.
Hace 40 años, los soldados se replegaban a los cuarteles, los exiliados cruzaban de regreso la frontera y los presos políticos recobraban la esperanza, mientras Uruguay se asomaba a un futuro incierto. La memoria conserva lo difícil que resultó fijar la fecha de elecciones en 1984 y el debate sobre la presencia o ausencia de líderes como Wilson Ferreira o Líber Seregni en la puja electoral. Sin ese trabajo mancomunado —partidario y social— seguramente no habría existido esa pacífica transición que, hoy en perspectiva histórica, resultó sólida e inquebrantable, mucho más que en otros países de la región.
El día de hoy, en que nos preparamos para conmemorar en un mismo acto la presencia de todos los jefes de Estado post-dictadura, urge subrayar que esta fiesta democrática no pertenece a un solo color político. Pese a las naturales rivalidades y las enconadas diferencias ideológicas, ¡que las hay!, Uruguay encontró en la tolerancia recíproca y en el respeto a la Constitución la clave de su estabilidad. En ese sentido, la convocatoria del Partido Colorado confirma el compromiso de la dirigencia de ver más allá de sus intereses inmediatos y celebrar con apertura las cuatro décadas que nos han permitido desarrollar un país más libre y equitativo.
Además de su significado histórico, este encuentro puede servir como una plataforma para reflexionar sobre los desafíos futuros. La propia experiencia de la restauración democrática nos dice que nada se logra sin voluntad de entendimiento y de diálogo. Mientras el mundo globalizado presenta nuevos problemas —cambios tecnológicos, fluctuaciones económicas, tensiones geopolíticas—, la democracia uruguaya deberá seguir renovándose. Nuestro país demostró que es capaz de hallar puntos de convergencia esenciales: la paz, la libertad, la justicia y la búsqueda constante de consensos básicos.
Muchos jóvenes apenas han oído hablar de la dictadura como un suceso lejano, y los mayores que la vivieron siguen considerando un regalo la posibilidad de votar libremente y expresarse sin miedo. Este acto de encuentro entre expresidentes retoma ese legado de gratitud y lo proyecta al porvenir: el Uruguay de hoy se asienta sobre cimientos forjados a pulso por una sociedad que nunca se resignó a perder su esencia republicana.
Finalmente, creemos que el evento que promueve nuestro Partido, constituye un testimonio de unidad en la diversidad, de continuidad en la alternancia y, sobre todo, de la fuerza de la experiencia uruguaya. Cada líder que comparta la mesa habrá brindado parte de su vida al servicio público, cada uno encarnará una etapa distinta de este extenso ciclo democrático. Verlos juntos, saludándose y dirigiéndose a la ciudadanía, constituye, sin duda, un mensaje claro: la democracia uruguaya sigue viva, se regocija en sus cuarenta años y, con las manos extendidas, invita a cada generación a seguir avanzando en la senda republicana. Conmemorar la democracia es celebrarnos a nosotros mismos, a un Uruguay que supo elegir la senda de la libertad y que la resguarda con acciones concretas, diálogo y respeto mutuo a lo largo de las décadas.
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