Con debate intenso y respeto, Uruguay consagra por ley la eutanasia
Edición Nº 1057 - Viernes 17 de octubre de 2025. Lectura: 3'
Con una ajustada mayoría, Uruguay se convierte en el primer país de la región en reconocer por ley el derecho a morir con dignidad.
El Senado uruguayo vivió una de sus sesiones más trascendentes de los últimos años al aprobar el proyecto de ley que regula la eutanasia y el suicidio médicamente asistido, una iniciativa que coloca al país a la vanguardia de América Latina en materia de derechos y libertades individuales.
El debate, que se extendió por más de diez horas, reflejó profundas convicciones éticas y filosóficas entre los legisladores, pero también un clima de respeto en el marco de una discusión que toca lo más íntimo de la condición humana: el derecho a decidir sobre el final de la vida. El proyecto fue aprobado por una ajustada mayoría, con el apoyo del Frente Amplio y de parte del Partido Colorado, mientras que el Partido Nacional y Cabildo Abierto votaron en contra.
Uruguay se convierte así en el primer país de la región en consagrar por ley la eutanasia como una práctica legal, regulada y voluntaria, en la línea de naciones europeas como Bélgica, Países Bajos y España. La norma es considerada por muchos como una conquista ética de una sociedad que, históricamente, ha liderado los avances en materia de derechos civiles.
Uno de los discursos más destacados de la jornada fue el del senador colorado Ope Pasquet, autor de la iniciativa original presentada en la legislatura pasada. Pasquet reivindicó la ley como una extensión lógica de la libertad individual y de la dignidad humana, al afirmar que “el derecho a vivir con dignidad implica también el derecho a morir con dignidad”. Recordó que el texto no impone ninguna obligación ni a médicos ni a pacientes, sino que “simplemente habilita a quienes, en conciencia y con pleno uso de sus facultades, deciden poner fin a un sufrimiento irreversible”. También subrayó que la ley protege a los profesionales de la salud mediante un procedimiento estricto y transparente, que garantiza que toda decisión sea plenamente voluntaria, informada y controlada.
Podrá solicitar la eutanasia toda persona mayor de edad y psíquicamente apta que curse la etapa terminal de una enfermedad incurable e irreversible, o que padezca sufrimientos físicos insoportables que deterioren gravemente su calidad de vida. La solicitud deberá hacerse en persona y por escrito ante el médico tratante, quien tendrá un plazo máximo de tres días para evaluar si se cumplen los requisitos y deberá informar sobre las alternativas de cuidados paliativos.
Si el médico considera que se reúnen las condiciones, un segundo profesional independiente deberá confirmar la evaluación en un máximo de cinco días. En caso de discrepancia, intervendrá una Junta Médica, que resolverá también en un plazo de cinco días. Finalmente, el paciente deberá confirmar su voluntad por escrito ante dos testigos, en una segunda entrevista, y el procedimiento se llevará a cabo de manera “indolora, apacible y respetuosa de su dignidad”, en el lugar y momento que el solicitante elija.
Aunque el país ya había avanzado en la legalización del aborto, el matrimonio igualitario y la regulación del cannabis, la eutanasia representa un nuevo umbral en el debate sobre la autonomía personal y la responsabilidad del Estado ante el sufrimiento humano. No todos celebraron la decisión: sectores religiosos y conservadores expresaron su preocupación por las implicancias morales del nuevo derecho. Sin embargo, la aprobación en el Senado consolidó la imagen de Uruguay como un laboratorio de políticas progresistas que se gestan en la deliberación democrática, no en la imposición ideológica.
El paso dado por el Parlamento no obliga a nadie, pero amplía la esfera de la libertad individual. Como sostuvo Pasquet al finalizar su intervención, “el Estado no puede obligar a vivir a quien ya no quiere seguir sufriendo; su deber es acompañar, respetar y aliviar”. En esa frase, muchos encontraron el espíritu de una ley que, más allá de la polémica y su puesta en práctica concreta, busca humanizar el final de la vida.
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