Como a bordo de un avión
Viernes 28 de febrero de 2025. Lectura: 6'
Por Julio María Sanguinetti
Mañana se instala un nuevo gobierno, completando así 40 años de pleno ejercicio democrático. Como se ha dicho y repetido, el período más largo de normalidad. Hay quienes se asombran ante esta afirmación, pero si dejamos atrás las alteraciones del siglo XIX tenemos 34 años entre el gobierno de Cuestas en 1899 y el golpe de Estado de Terra en 1933; solo 9 hasta el golpe de 1942 del General Baldomir; y 31 desde 1942, presidencia de Amézaga, hasta 1973. O sea que estos 40 años son muy particulares en relevancia histórica, porque fueron -además- años en que el país prosperó, creció en derechos y libertades; realizó profundas transformaciones económicas y mantuvo una estabilidad política y jurídica que lo singularizan en el escenario continental.
Hemos gobernado los tres grandes partidos. Tres veces los colorados, otras tres el Frente Amplio, una el Partido Nacional y una la Coalición Republicana. Esta alternancia tuvo los naturales problemas de la alternancia, que es la discontinuidad de algunos procesos, pero también una benéfica aproximación, una vez que el Frente Amplio abandonó sus tesis guevaristas y su impugnación a la economía de mercado, fundamentalmente por el impulso del General Seregni y el contador Astori, que condujo la economía en los 15 años del Frente Amplio, sea como Ministro o como Vicepresidente de la República. Esto hizo que, por ejemplo, la política forestal iniciada en 1987 llegara así a producir el cambio revolucionario de que hoy la celulosa sea una exportación mayor que la carne, amén de que se aceptó la necesidad del mayor requilibrio posible en las cuentas del Estado, dejando en el desván de los recuerdos las proclamadas reformas agrarias o nacionalizaciones de la banca y el comercio exterior.
El dilema es que así como los hechos muestran esa evolución en el que mañana vuelve a ser el partido de gobierno, el discurso permanece muy cerca de lo histórico. Así es que se juzgan y evalúan los hechos de la economía de mercado con la mentalidad socialista, corporativa, anticapitalista por dogma y proclama. Terminamos aplicando las reglas del fútbol a un partido de basquetbol, donde la pelota se emplea con la mano…
La cuestión ya está a la vista estos días con la furia con que el PIT-CNT ha arrancado en contra del Ministro de Economía. Primero fueron el partido socialista y comunista y un mismo colega de gabinete, el de Trabajo, que manifestaron su desacuerdo con el Economista Gabriel Oddone. Ahora, de modo específico, el PIT-CNT se lanzó contra la idea de “desindexar los salarios” que había manejado Oddone en un reportaje. Fue tanta la virulencia que hasta arrastró a la impugnación al futuro Secretario de la Presidencia, que al renunciar al Senado para ir ese cargo dejó en claro que desde la Torre Ejecutiva se manejará al Partido y no desde el Parlamento. Y ahí estamos ante la evidencia rotunda de los que juegan el partido con reglas de otro deporte. Nunca entendieron que siendo la inflación el peor impuesto conocido para el castigo a quienes viven de sueldos o jubilaciones, todo lo que le aliente es malo y todo lo que la desaliente es bueno. Si indexamos los salarios a la inflación pasada, normalmente vamos a dejar como base para el futuro ese porcentaje aplicado. Si el 5,49 % de hoy lo pasamos a salarios y jubilaciones, difícilmente vamos a bajar la inflación de ese guarimso, salvo que se produjera una fenomenal contracción por otro lado o fenómenos internacionales relevantes. Si el manejo es normal y nos vamos al 4%, seguramente la inflación se ajustará hacia abajo y quienes ganarán más serán los que más lo necesitan. Lo que importa al final del día es el salario real, o sea el que queda cuando al salario nominal le restamos la inflación. Naturalmente, todo esto es más complejo de lo que estamos planteando, pero las indexaciones tienen larga historia, las hemos vivido y sufrido y a esta altura no hay mucho misterio.
Dicho de otro modo, si no lo dejan a Oddone desindexar, podemos ya adelantar que este año la inflación no será menor a la del año pasado. Incluso probablemente mayor. El mucho o el poco dependerá de otros elementos, pero que la tendencia será a la suba, no lo dudemos.
Hablamos en nombre de la experiencia y no de la ciencia sobre estos asuntos que nunca entraron en el escenario surrealista del PIT CNT, en cuyo mundo de sueño no están los razonamientos económicos sino la cultura del reclamo y el paro.
El gobierno va a ser una puja entre el Ministro de Economía y todo el resto, empujado de afuera por la poderosa organización sindical.
Esa tensión transcurrirá, además, en el medio de un frenesí internacional marcado por dos guerras en curso y un Presidente de los EE.UU. que cambia los paradigmas de las últimas cinco décadas, para enterrar el multilateralismo, violar las normas de respeto a las soberanías nacionales y retornar al proteccionismo en una versión voluntarista y primitiva. En consecuencia, poco es posible prever. Más bien que hay que asumir que viviremos en la incertidumbre y la imprevisión, obligando al gobierno a una gran prudencia en el gasto.
Donde en el nuevo gobierno probablemente no haya ni puja, es en la Educación. El Frente avala automáticamente todo lo que la Fenapes y las delirantes gremiales piensan. Hablan del “lenguaje empresarial” del actual Codicen como factor de su oposición a toda reforma. Ya están prontos para bendecir a los profesores que violaron abiertamente la laicidad con propaganda sobre elecciones y plebiscitos. En una palabra, se nos viene de nuevo la noche. La luz de esperanza que planteó la Transformación Educativa, como inicio de un proceso a largo plazo, ya se está apagando.
El Presidente Orsi es un hombre sensato, equilibrado, que sabe lo que es manejar un presupuesto, por su larga experiencia en la Intendencia de Canelones. Pero detrás de cada decisión tendrá esa puja interna entre la racionalidad económica y el voluntarismo frentista.
Le deseamos, como uruguayos, la mejor de las suertes. Ojalá la tenga. La va a precisar en este mundo sin rumbo previsible en que estamos.
Los colorados no dudo que actuaremos como siempre, con claridad y responsabilidad, especialmente en los grandes temas que el país hoy enfrenta: pobreza, inseguridad, desarrollo educativo y -por encima de todo- mejorar la competitividad internacional, incorporando innovación, tecnología y un marco laboral pensado para competir en el mundo.
Como viejos en el oficio, sin embargo, y volando por donde estamos volando en estos tiempos, hay que aplicar el código aeronáutico: “señores pasajeros, ajústense los cinturones que en los próximos minutos prevemos turbulencias...”.
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