Edición Nº 1064 - Viernes 5 de diciembre de 2025

Comienza la fase dura del Transpacífico

Edición Nº 1064 - Viernes 5 de diciembre de 2025. Lectura: 3'

La aceptación formal para iniciar la adhesión marca un punto de inflexión en la inserción internacional de Uruguay, que ahora enfrenta la etapa más técnica y exigente del proceso.

El CPTPP (Comprehensive and Progressive Agreement for Trans-Pacific Partnership) es un acuerdo de comercio regional profundamente ambicioso que agrupa hoy a más de una decena de países del Pacífico —entre ellos Japón, Canadá, Australia, Nueva Zelanda, México, Chile, Perú, Singapur, Vietnam y Malasia— y que regula no solo aranceles sino también normas modernas sobre servicios, inversión, propiedad intelectual, compras públicas, estándares laborales y ambientales. Es, en suma, un tratado de “nueva generación” que busca facilitar el comercio entre miembros mediante disciplinas que van más allá de la mera reducción arancelaria.

A fines de noviembre de 2025 los países que integran el CPTPP dieron a Uruguay lo que se conoce en la práctica como el “visto bueno” o la aceptación formal para iniciar las negociaciones de adhesión: no hubo objeciones a su solicitud y se acordó habilitar el proceso técnico-político para definir los términos concretos de su incorporación. Esa decisión significa que Uruguay entra ahora en una etapa de negociaciones con los actuales socios del acuerdo para acordar accesos de mercado, cronogramas arancelarios y la adaptación normativa necesaria.

¿Qué implica concretamente esa “fase de negociación”? Primero: negociaciones bilaterales y multilaterales para acordar los calendarios arancelarios (qué productos y en qué plazos bajarán aranceles), reglas de origen (qué proporción de insumos debe ser regional para gozar de preferencias), y compromisos sobre servicios, inversión, compras públicas, y regulación técnica. En paralelo habrá que revisar y, en muchos casos, modificar legislación nacional —desde normas de propiedad intelectual hasta sanitarias y fitosanitarias— para cumplir con las disciplinas del tratado. Finalmente, cualquier acuerdo alcanzado deberá ser ratificado según los procedimientos internos de cada país.

Para Uruguay, la apertura del proceso ofrece ventajas claras, pero también tareas y desafíos: entre los beneficios esperables figuran mayor acceso a mercados del Asia-Pacífico (especialmente para productos con peso en la canasta de exportación uruguaya: carne vacuna, lácteos, celulosa y productos agroindustriales), posibles inversiones vinculadas a cadenas de valor y la inserción en disciplinas comerciales modernas que favorecen la competitividad de empresas exportadoras. Al mismo tiempo, la negociación exigirá ajustes regulatorios, evaluación de sectores sensibles (agropecuarios y algunos servicios), y la definición de salvaguardias o mecanismos de protección temporal para industrias que puedan resultar afectadas. El gobierno ha señalado que se abre una “etapa compleja” de trabajo técnico y político.

En la práctica política doméstica, la adhesión al CPTPP obligará a conjugar dos frentes: uno técnico —donde equipos ministeriales negocian términos y tasas— y otro político, porque los compromisos que se firmen y ratifiquen pueden exigir reformas internas (leyes, reglamentos, control sanitario, registros, etc.) que generan debates económicos y sociales. Además, el calendario de la adhesión no es inmediato: la aceptación para negociar es solo el inicio; la duración del proceso dependerá de la velocidad de las conversaciones, de las concesiones mutuas y de la ratificación final por los distintos parlamentos.

En suma, si Uruguay logra traducir esta apertura en acuerdos equilibrados y en reformas internas bien diseñadas, el ingreso al CPTPP puede convertirse en una verdadera palanca de desarrollo: una oportunidad para diversificar mercados, fortalecer la competitividad y proyectar al país hacia una inserción internacional más moderna y dinámica.

El desafío es grande, pero la posibilidad está abierta, y por primera vez en mucho tiempo Uruguay tiene ante sí un camino que depende más de su capacidad de negociación y visión estratégica que de las circunstancias externas.



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