Correo de los Viernes - Chivo expiatorio

Chivo expiatorio

Edición Nº 1035 - Viernes 16 de mayo de 2025. Lectura: 3'

En el Uruguay del Frente Amplio, cuando algo sale mal, la respuesta parece siempre la misma: buscar un chivo expiatorio. Eso fue exactamente lo que hizo el Ministerio del Interior con el cese del director de Seguridad en el Deporte, Álvaro García, tras los violentos incidentes en el partido entre Peñarol y Cerro.

El problema es que esta vez el hilo era grueso. Porque García, lejos de haber actuado con negligencia, había advertido, con antelación y con argumentos sólidos, que el partido en el Campeón del Siglo era de “riesgo alto”. Había elaborado un informe de siete páginas —siete— en el que no solo identificaba los factores de peligro, sino que además recomendaba medidas puntuales para prevenir los incidentes. Medidas que, en su mayoría, fueron ignoradas.

El documento advertía, por ejemplo, que había antecedentes recientes —de septiembre de 2024— de enfrentamientos entre ambas hinchadas. Ilustraba esa advertencia con fotografías y proponía, entre otras cosas, modificar la ubicación de la cápsula de seguridad dentro del estadio para evitar el contacto visual y físico entre ambas parcialidades. ¿Por qué no se hizo?

El informe también sugería un acompañamiento más riguroso de la hinchada de Cerro desde el Tróccoli hasta el estadio, con controles en puntos clave, retenes policiales y anticipación a posibles desvíos. García dejó por escrito que la hinchada visitante tenía antecedentes de no respetar los puntos de reunión pactados y que era previsible que algunos optaran por rutas alternativas. Exactamente eso fue lo que ocurrió: hinchas de Cerro no salieron en caravana, evitaron la escolta policial y terminaron enfrentándose con hinchas de Peñarol fuera del estadio. El caos ya había comenzado antes del pitazo inicial.

Pero la violencia no terminó ahí. Una vez dentro del Campeón del Siglo, los mismos energúmenos que el Ministerio del Interior no logró contener arrancaron partes de los baños, rompieron inodoros, bachas, azulejos, y usaron esos escombros como armas para arrojar contra hinchas aurinegros. La escena fue un bochorno. Un desastre evitable. Una tragedia que no se agravó de milagro.

Y, sin embargo, la única respuesta del ministro Carlos Negro fue destituir a García. En conferencia de prensa habló de “una nueva impronta”, de “fusionar investigación con operativa”, de la necesidad de “reaccionar en el momento”. Palabras vacías. Porque si hay algo que no le faltó a García fue previsión, y si hubo algo que falló estrepitosamente fue precisamente la reacción en el momento: la acción policial, la anticipación, la lectura de los riesgos, la implementación de las recomendaciones.

Entonces, ¿de qué sirve contar con un director de Seguridad en el Deporte que elabora informes si luego se ignoran sus alertas? ¿Para qué se invierte tiempo en análisis, si las decisiones se toman vaya a saber con qué criterio y no con foco en la seguridad pública? ¿Cuál es el mensaje que se transmite a los funcionarios que se atreven a encender luces de alarma? ¿Que mejor se callen, porque si pasa algo, la culpa será de ellos?