Edición Nº 1043 - Viernes 11 de julio de 2025

Camilo Cienfuegos: un desaparecido que siempre regresa

Viernes 11 de julio de 2025. Lectura: 6'

A propósito, compartimos una excelente nota del periodista cubano Yunior García para el portal 14yMedio.

La desaparición del comandante Camilo Cienfuegos Gorriarán es uno de los mayores misterios del castrismo. Cada cierto tiempo se desempolva el mito y aparecen personas vivas afirmando ser el guerrillero del sombrero alón, o circulan “evidencias” sobre un hallazgo de sus restos. El último rumor viralizado es una serie de videos en TikTok, publicados por el perfil Boraxus Productions afirmando poseer “la conclusión definitiva” sobre el asunto.

Según el material, un presunto examen de ADN demostraría que un esqueleto encontrado en la Ciénaga de Zapata dio positivo en una prueba de hermandad con muestras de Osmany Cienfuegos –el hermano de Camilo–, quien falleció en La Habana el pasado 17 de mayo.

Varios influencers se hicieron eco del rumor, alcanzando cientos de miles de visualizaciones. En los comentarios, algunos lo tomaron con un hecho irrefutable sin exigir más pruebas. Otros lo asumieron como noticia falsa o como una simple broma con el único propósito de ampliar el número de seguidores. El propio perfil en TikTok llevaba algunas semanas publicando imágenes generadas con inteligencia artificial donde Camilo aparecía narrando diferentes versiones de su propia muerte. Boraxus también compartió en el pasado testimonios de algunos ancianos vivos en Miami que afirmaban –con o sin sombrero– ser el comandante desaparecido.

Independientemente del nivel de seriedad de estos videos, lo indudable es que, en el imaginario popular, la figura del guerrillero de sonrisa amplia y carácter jaranero sigue despertando un enorme interés tras casi 67 años de su desaparición.

Su avioneta –un Cessna 310, matrícula FAR-53– despegó a las 6:01 pm del aeropuerto de Camagüey con rumbo a La Habana el 28 de octubre de 1959. Viajaba acompañado del piloto Luciano Fariñas y del soldado Féliz Rodríguez, su escolta. El Gobierno esperó 36 horas para anunciar su desaparición a través de un comunicado oficial. Entonces comenzaría una aparatosa búsqueda, así como una sospechosa serie de muertes.

El oficialismo asegura que 70 aeronaves participaron en el rastreo. Se dividió la zona en 25 cuadrículas y se registraron 100.000 millas de terreno. El propio Fidel Castro participó en la operación a bordo del avión ejecutivo Sierra Maestra. Según su piloto Lázaro Policarpo, Castro había ordenado tener en cuenta cualquier información, incluso de “brujeros”.

El día 5 de noviembre, el periódico La Calle publicaba: “El comandante Camilo Cienfuegos se encuentra sano y salvo y anoche mismo fue llevado en helicóptero hasta el campamento de los Lanos, en la Ciénaga de Zapata”. También afirmaba que ya se había producido su encuentro con el líder barbudo.

Raúl Castro, nombrado meses antes ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, se encargó de llamar a todos los mandos para desmentir la noticia. Cerca de 3.000 personas se congregaron frente al Palacio de la Revolución, negándose a aceptar el desmentido. El periódico Juventud Rebelde así lo relata: “La reacción fue violenta. Aquella multitud se sintió engañada y, tratando de volcarlo, se abalanzó sobre el camión con el altoparlante que aclaraba la situación”.

Una semana después, el 12 de noviembre, Fidel Castro dio por concluida la búsqueda y le dedicó al muerto pomposos obituarios. El Consejo de Ministros decretó siete días de duelo y el sacerdote y comandante rebelde Guillermo Sardiñas ofició una misa en la catedral de La Habana, vistiendo la misma sotana verde olivo que le había regalado el desaparecido.

El equipo militar de Camilo fue desarticulado, sus oficinas desmanteladas y sus soldados distribuidos en otras unidades. Se rumoraba que, durante sus últimas horas en Camagüey, agentes del G-2 vigilaron de cerca cada uno de sus pasos. El contexto lo explicaba todo. La última misión de Camilo había sido detener al comandante Huber Matos, acusado de traición por Castro. La renuncia de Matos era la amenaza interna más potente en una Revolución que apenas llevaba nueve meses en el poder.

La lista de agujeros negros en la versión oficial es larga. Cuatro minutos tras el despegue, un caza Sea Fury partió con cañones desenfundados. Un mecánico comentó que uno regresó “vacío”. Un pescador dijo ver un combate aéreo cerca de Matanzas. El piloto del caza se esfumó del mapa y el mecánico murió atropellado aquel mismo día. En cuanto al pescador, dicen que fue llevado a La Habana… y nunca más se supo de él.

Cristino Naranjo, jefe del batallón de seguridad del Estado Mayor, quien había estado presente en la detención de Huber Matos, decidió iniciar una investigación independiente. El 12 de noviembre –justo el día en que los Castro daban por concluida la búsqueda– Naranjo fue reducido a tiros junto a su chofer en una de las entradas del cuartel de Columbia. El crimen se atribuyó a Manuel Beatón, quien dijo haber disparado porque “no se identificaron”. A Naranjo lo ascendieron a comandante de manera póstuma y a Beatón lo fusilaron siete meses más tarde.

Contrario a la creencia popular, la desaparición no fue inmediata tras el arresto de Matos. Camilo lo detuvo el 21 de octubre, volvió a La Habana el 25, asistió a un acto el 26 en el Palacio Presidencial, con su discurso final recitando versos de Bonifacio Birne, y el 28 regresó a Camagüey para concluir el asunto. Voló junto a Senén Casas, quien después del aterrizaje continuó viaje hacia Santiago de Cuba en el mismo avión. El Cessna regresó a Camagüey a las 4:40 pm para recoger a Camilo y devolverlo a la capital. Llenaron los tanques de combustible para tres horas de vuelo.

Las versiones sobre lo que pasó realmente son muchas. Matos, tras cumplir 20 años de cárcel y partir al exilio, aseguró haber recibido dos mensajes secretos de Camilo instándolo a fugarse y evitar el juicio. El testimonio más potente de todos es quizás el del comandante Jaime Costa, asaltante del Moncada y expedicionario del Granma. En su libro El clarín toca al amanecer relató cómo fue testigo del asesinato de Cienfuegos.

Según Costa, acompañó a Juan Almeida Bosque hasta una finca en la Ciénaga de Zapata. Allí estaba el Cessna perdido y también Camilo. Luego de una acalorada discusión en la que participaron Fidel, Raúl, Osvaldo Dorticós, Ramiro Valdés y otros mandos, se escuchó la voz de Cienfuegos diciendo: “Pancho, tírame a los cojones”, seguido de una ráfaga de disparos.

No todos en el exilio toman al pie de la letra estos testimonios. Tampoco la leyenda del “Camilo bueno” es asumida con unanimidad. Pero su desaparición no fue solo la pérdida de un hombre: fue el inicio de una época donde las preguntas comenzaron a ser peligrosas. Y donde, más de 60 años después, aún no hay respuestas convincentes.



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