Biblioteca sin norte
Viernes 20 de junio de 2025. Lectura: 2'
El 26 de mayo, Día del Libro, la nueva dirección de la Biblioteca Nacional eligió hacer noticia por todo lo contrario a lo que la fecha simboliza: en vez de homenajear la lectura y el acceso al conocimiento, cerró sus puertas. La directora, Rocío Schiappapietra, acompañada por autoridades del Ministerio de Educación y Cultura, se presentó ante la prensa para anunciar una “crisis estructural”, hablar de un “diagnóstico preliminar”, insinuar la desaparición de manuscritos, señalar carencias edilicias y decretar un cierre parcial e indefinido. Fue un anuncio rimbombante, dramático, pero sobre todo, vacío.
Pasaron los días. No hubo informes técnicos, no se explicó con claridad qué hallazgos motivaron semejante decisión, no se conocieron avances del supuesto diagnóstico, ni se comunicaron planes concretos. Y ahora, sin más, la Biblioteca vuelve a abrir sus puertas. No con mejoras, ni con un nuevo protocolo, ni con más personal. Solo con agenda previa —como ya se hacía antes— y con el agregado de que solo hay dos personas para atender al público. Una reapertura sin explicaciones. Un cierre sin justificación. Una muestra cabal del desorden institucional al que nos está acostumbrando este gobierno en este breve lapso de tiempo.
En la conferencia del cierre se habló de una institución en crisis, de falta de protocolos, de inseguridad documental, de riesgos patrimoniales. Se generó alarma, se convocó a los medios, se dramatizó. Pero ahora que las puertas se reabren, todo ese catastrofismo desaparece como por arte de magia. ¿Qué pasó con los manuscritos que supuestamente faltaban? ¿Qué medidas se adoptaron frente a la “crisis”? ¿Qué avances hubo en infraestructura? Nada se dice. Silencio absoluto. Se cierra en escándalo y se abre en sordina. Improvisación en estado puro.
Como ya manifestamos en estas páginas, la Biblioteca Nacional no es un depósito de libros. Es un símbolo del acceso democrático a la cultura, a la memoria y al pensamiento. Tratarla como una oficina que se cierra y se abre sin criterio ni planificación, como si se tratara de una repartición menor o de un local en refacción, es no entender lo que representa. Y es, también, una falta de respeto a sus usuarios, a sus trabajadores y al país entero.
En su afán de denunciar todo lo que hizo la administración anterior, el gobierno frentista está dispuesto a dinamitar instituciones sin plan ni rumbo. La Biblioteca sigue abierta. Pero lo que está cerrado, por ahora, es el sentido común...
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