Edición Nº 1020 - Viernes 13 de diciembre de 2024

Apuntes para una agenda de crecimiento que el país necesita

Edición Nº 1000 - Viernes 26 de julio de 2024. Lectura: 5'

Reconocer dónde estamos parados y desde ahí plantearnos cómo proyectarnos para acelerar nuestro crecimiento y apalancar más bienestar social. Sin lo primero, es imposible lo segundo, reflexiona el Ec. Steneri en una interesante columna para el suplemento Economía y Mercado (El País) que compartimos aquí.

Una de las falacias auto infligidas es presentarnos como un país pequeño. Concepto que hace suponer a quien lo escucha y no conoce la realidad de cerca, que se trata de esos rincones del mundo con institucionalidad frágil, condiciones sociales mediocres y escaso potencial de crecimiento. Cuando se acerca la lupa y se observa su dimensión territorial, su tamaño es superior al de varios países europeos, incluido Portugal.

Contando además, con un litoral marítimo propio no despreciable con acceso directo a uno de los más grandes caladeros de pesca del mundo. Y aunque no dispone de recursos extractivos ni de fuentes de energías renovables (¿todavía?) su pertenencia a una de las zonas templadas del mundo con mayor aptitud para producir alimentos, le da el privilegio de contar con seguridad alimentaria propia y de convertirlo en exportador significativo de varios rubros alimentarios de alta calidad con demanda firme.

Su reciente condición de exportador relevante de pasta de celulosa, que a su vez arrastra la expansión de otros rubros de industrialización conexos a la madera, confirman la sensibilidad positiva de los agentes económicos a políticas públicas de promoción bien diseñadas. A esto se conecta la vigencia de una institucionalidad adecuada, que abarca desde el funcionamiento de una democracia plena movilizada por partidos políticos vibrantes que se alternan sin fricción en el gobierno por el voto popular, proceso enmarcado con separación estricta entre los tres poderes, y el cumplimiento a rajatabla del imperio de la ley que lauda las relaciones entre los distintos actores, en un entorno donde la corrupción, si la hubiera, es excepcional.

También corresponde mencionar que la operativa macroeconómica otorga horizontes de estabilidad comparables con los vigentes en sociedades más avanzadas, teniendo en cuenta que lo hace en un entorno geográfico de inestabilidad económica endémica. Teniendo en cuenta, además, que la inestabilidad por episodios de crisis financieras o de impulsos inflacionarios son una dimensión nueva que también dice presente en el mundo industrializado. Y que en el caso de Uruguay, cuando transitó episodio de crisis extrema, lo resolvió con solvencia al recuperar la estabilidad con rapidez.

Finalmente, los indicadores sociales y de ingreso per cápita en todas sus métricas lo ubican como líder en todo el continente, confirmado que su tamaño geográfico y económico no son limitantes al respecto. Lo dicho no implica conformismo, sino reconocer dónde estamos parados y desde ahí plantearnos cómo proyectarnos para acelerar nuestro crecimiento y apalancar más bienestar social. Sin lo primero, es imposible lo segundo.

Corea del Sur, al respecto, es un caso de estudio. Hoy su PIB ocupa el puesto 14° en el ranking mundial, y la cuarta posición en Asia dado su PIB de US$ 1.7 billones, o sea US$ 33.121 per cápita. Un desempeño que se realza cuando después de la guerra de Corea, su ingreso per cápita equivalía al 40% del de Ghana, prácticamente no exportaba y el 75% de sus importaciones eran ayuda externa en alimentos, energía e insumos básicos. Su desempeño actual reposa en las exportaciones, que representan el 44% de su PIB, comparado con el 3% en 1960.

Las proyecciones de crecimiento indican que su PIB per cápita superará este año al de Japón, considerando que en 1960 era de US $508 (medido en paridad de poder de compra) y el de Corea del Sur US $158. Por tanto, la primera conclusión es que ni el espacio geográfico, ni la disponibilidad de recursos naturales son determinantes en el desempeño económico, sino el monto de sus exportaciones explicado por el acceso a mercados relevantes y una base productiva sólida, apoyada en alta productividad, que fue rotando desde industrias básicas hacia sectores de alta tecnología con desarrollos propios, basados en la inversión en conocimiento, alto nivel educativo y entrenamiento de su mano de obra.

Sus principales mercados son China y Estados Unidos, este último, gracias a un Tratado de Libre Comercio firmado en 2012 que lo posicionó en su segundo mercado de destino de sus exportaciones. Esto reafirma el hecho de que, cuando hay países que han suscrito un tratado similar, el socio más pequeño es quien obtuvo los mayores beneficios.

Hoy, quienes se opusieron cuando esa oportunidad estuvo disponible en nuestra puerta, debieran explicar qué mejor alternativa ofrecían a cambio, sin entrar en cuestiones de lucro cesante para nuestra sociedad. Lo mismo ocurre con la anomia recientemente mostrada en adherir a tratados de última generación con países de la cuenca del Pacifico, alimentada por dudas o falta de convencimiento de que como país nos agrandamos a través de una acceso más diverso y profundo en los mercados externos. Nuevamente aparece sobre el tapete el corsé que nos impone el Mercosur con su diseño actual para comerciar TLC con terceros países, restricción que no hemos podido resolver.

La disrupción del statu quo es compleja, a menos que Argentina lidere ese proceso. Entretanto, se podría intentar la rebaja del arancel externo, común de forma tal de alivianar los costos del desvío de comercio, hecho que repercute más en sus socios más pequeños. En nuestro caso, un camino poco explorado es el desarrollo de industrias ligadas al conocimiento en su acepción más amplia. Aquí lo relevante es la calidad y disponibilidad de recursos humanos, lo cual requiere recursos públicos y privados para entrenamiento, acoplados con investigación, e institucionalidad que facilite su trasvasamiento a nuevos procesos y productos.

El posicionamiento relativo de una sociedad con sus pares depende del valor que son capaces de generar sus ciudadanos. Diseñar políticas de participación pública privada para acelerar ese proceso debiera ser una idea madre para fortalecer nuestra agenda de crecimiento.



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