Por Julio María Sanguinetti
Cuando el Dr. Andrés Ojeda, en nombre del Batllismo, dice que más importante que hablar de derecha e izquierda, es hacerlo de antiguos o modernos, recobra un concepto muy afín a Felipe González, que fue un modernizador de la vieja idea del solidarismo. Y ahí está el nudo: se puede ser liberal antiguo o moderno, socialista antiguo o moderno, lo que nos lleva, una vez más, al debate histórico sobre el Batllismo. Tanto ha sido fundamental en la construcción del Estado uruguayo, que sigue estando en el centro del debate.
En su tiempo, el Batllismo era repudiado por el liberalismo conservador por haber configurado un Estado de Bienestar que se consideraba abusivo, y por el socialismo histórico por burgués, al perpetuar la propiedad privada y la economía de mercado.
¿Algo ha cambiado? Veamos.
Los liberales conservadores del Partido Nacional han llegado hasta nuestro tiempo proponiendo la privatización de las grandes empresas del Estado, como se discutió y resolvió en el célebre referéndum de la Ley de Empresas en el gobierno del Dr. Lacalle de Herrera. Hoy Lacalle Pou aparece en otra posición, tanto que permanentemente defiende el valor del Estado, como lo ha hecho esta semana con la llegada de la energía a barrios carenciados o como lo hizo rotundamente en su discurso en Buenos Aires en la Fundación Libertad.
Allí, el 23 de abril dijo que se necesita un "Estado fuerte", aunque "para ser fuerte no tiene que tener tanta dimensión. Se necesitan instituciones fuertes". Luego defiende a los partidos porque sin ellos "es más riesgosa la democracia". Son los que "limitan y contienen, ayudando a la actitud de un gobernante".
En un concepto inconcebible para un liberal conservador, afirma que "sin cohesión social no hay posibilidad de gozar de la libertad individual". "Es difícil gozar de la libertad individual si se vive en un rancho, si no se tiene acceso a una buena salud, si nuestros hijos no estudian y por ende no tienen una luz final del camino".
Podrá decirse que nuestro Presidente es un liberal conservador, como dicen los frentistas, pero tendrán que reconocer que es un liberal moderno, que ha incorporado la visión social que al Estado añadió el Batllismo. Esa es la razón por la cual hemos podido trabajar con comodidad en el actual gobierno.
En el campo contrario, el socialismo propugnó la revolución y en nuestro país hasta se intentó desde 1963 a 1973, con el nefasto resultado de un violencia que derrumbo las instituciones. Por entonces, se despreciaban las garantías constitucionales porque se consideraban "libertades formales" que de nada valían si no había igualdad. Cuando vino el autoritarismo a la fuerza, entendieron que esas libertades "formales" son la base del Estado de Derecho y que sin ellas no hay libertad ni dignidad ciudadana.
Hoy ya no se habla de revolución y , en cambio, se invoca falaciosamente al Batllismo, cuando: 1) el PIT CNT sigue reivindicando la lucha de clases; 2) el Frente Amplio no asume a Cuba como un Estado totalitario y fracasado y ni siquiera se atreve a condenar la dictadura venezolana; 3) porque no acepta los cambios que el reformismo batllista, esencial en su definición, propugna para que las empresas del Estado sirvan a la sociedad, en competencia, y no en anacrónicos monopolios que sigue defendiendo; 4) porque sostienen una concepción de la educación desinsertada de los sistemas de producción y empleo de la nueva economía, condenando así a la desocupación a las nuevas generaciones; 5) porque en nombre de prender "velitas" al socialismo, hay que mantener empresas que den pérdidas, aunque ello signifique malgastar recursos imprescindibles para atender obligaciones sociales; 6) porque al pie de sus prejuicios, no tienen reparos en abrazar a movimientos internacionales como Hamas, expresiones máximas de la violencia y el retraso social.
En una palabra, siguen invocando al socialismo, pero desde una posición antigua. Los socialistas modernos, que se abrieron camino desde Felipe González en España o Ricardo Lagos en Chile, asumieron todas las reglas de la democracia liberal y la economía de mercado, simplemente reivindicando la garantía social del Estado. Justamente eso es lo que significó el Batllismo en Uruguay. Podemos llamarle "liberalismo progresista" en versión norteamericana o "socialdemocracia" en versión europea, pero es eso.
Cuando hace 28 años fundamos el Círculo de Montevideo lo hicimos con socialistas modernos como Felipe o Ricardo y con conservadores modernos como Belisario Betancur, el gran presidente colombiano que con gracia decía: "soy la izquierda de la derecha y la derecha de la izquierda, o sea el profundo centro".
De eso se trata, entonces, antiguos o modernos.
No es casual que el Frente no reconozca a Felipe González y sí a Pedro Sánchez, a quien visitó Orsi estos días.
Son antiguos, no están en los tiempos. Vivimos una revolución tecnológica profunda. Si no nos metemos adentro para conducirla, como decía Luis Batlle, nos pasará por arriba.