Edición Nº 1066 - Viernes 19 de diciembre de 2025

Aguas contaminadas y prioridades extraviadas

Viernes 19 de diciembre de 2025. Lectura: 4'

Cuando la infraestructura esencial se posterga, la contaminación deja de ser un accidente y pasa a ser política.

Un informe publicado el miércoles 17 en el portal del El Observador, señala que la calidad del agua en varias playas de Montevideo volvió a encender una señal de alerta que las autoridades departamentales y nacionales prefieren minimizar. Los datos oficiales de muestreo muestran que al menos cinco playas —Pocitos, Cerro, Punta Yeguas, Zabala (Pajas Blancas) y del Nacional, en Puntas de Sayago— registraron en las últimas semanas niveles de enterococos superiores a los considerados seguros para la salud humana según los estándares internacionales y la nueva normativa aprobada por el Ministerio de Ambiente.

Aunque formalmente esas playas continúan habilitadas para baños, la evidencia científica indica que no deberían estarlo. No se trata de un tecnicismo estadístico ni de una discusión académica, sino de un problema concreto de riesgo sanitario para miles de personas que utilizan la costa montevideana durante la temporada estival.

Cinco playas que no deberían habilitarse

Las cinco playas mencionadas superaron, al menos en una muestra puntual, el umbral de 500 unidades formadoras de colonias (UFC) de enterococos por cada 100 ml de agua, nivel que la Organización Mundial de la Salud (OMS) asocia a un aumento significativo de enfermedades gastrointestinales y respiratorias.

Pocitos, la playa urbana más concurrida, registró valores particularmente preocupantes y reiterados, al igual que la playa del Cerro, que presenta el peor desempeño relativo en términos de frecuencia de muestras contaminadas. Punta Yeguas y Zabala mostraron episodios puntuales de alta contaminación, mientras que la Playa del Nacional, aunque con menos muestreos, también superó el límite crítico.

Que estas playas permanezcan abiertas no es consecuencia de una mejora ambiental, sino de una brecha normativa deliberada: la nueva regulación que adopta los enterococos como indicador principal aún no se aplica para definir habilitaciones, pese a haber sido aprobada.

El resto de la costa: una mejora relativa, no tranquilizadora

El panorama del resto de las playas montevideanas dista de ser homogéneo. Algunas zonas presentan niveles bajos o moderados de contaminación, aunque con advertencias claras. Playas como Buceo, Malvín, Carrasco, Ramírez o Santa Catalina muestran frecuencias relevantes de muestras por encima de los niveles recomendados por la OMS, aun cuando no superen los máximos fijados por la normativa nacional.

La única playa que aparece sin registros problemáticos es la Mulata, pero esa “buena noticia” es engañosa: se basa en un número ínfimo de muestras, muy inferior al resto de la costa. En otras palabras, no hay evidencia suficiente para afirmar que se trate efectivamente de un enclave seguro.

El diagnóstico general es claro: la mayoría de las playas de Montevideo no ofrece garantías sanitarias plenas, y varias presentan riesgos concretos que se minimizan mediante criterios regulatorios laxos.

Cambio de criterio: una norma moderna, una aplicación ausente

En noviembre, el Ministerio de Ambiente dio un paso correcto al actualizar el Código de Aguas y abandonar el uso exclusivo de coliformes como indicador de contaminación, adoptando los enterococos, tal como recomienda la comunidad científica internacional. Sin embargo, el decreto incluyó un período de transición de dos años, durante el cual las intendencias pueden seguir habilitando playas con criterios obsoletos.

La Intendencia de Montevideo no solo se ampara en ese plazo, sino que además incumple con obligaciones básicas de transparencia: a diferencia de años anteriores, no ha publicado informes semanales de calidad del agua en plena temporada estival. La información existe, los muestreos se realizan, pero los datos no se comunican de manera sistemática a la ciudadanía.

Así, se produce una paradoja inaceptable: se mide con mejores criterios, pero se decide con peores estándares, y se informa menos.

Una omisión política con costos sanitarios

Este problema no es nuevo ni accidental. La contaminación de la costa montevideana está estrechamente vinculada al deterioro del emisario subacuático, una infraestructura crítica cuya reparación viene siendo postergada desde hace años. No es una obra vistosa ni electoralmente rentable, pero sí esencial para la salud pública y la calidad ambiental.

Mientras tanto, durante la gestión de Carolina Cosse, la Intendencia dilapidó recursos en proyectos de impacto político y comunicacional, sin encarar soluciones estructurales. Y la actual administración de Mario Bergara, lejos de corregir el rumbo, acompaña junto al gobierno nacional la idea de un túnel faraónico, de costo multimillonario y necesidad discutible, mientras la costa capitalina sigue descargando contaminación sobre miles de bañistas.

El contraste es elocuente: hay recursos para megaproyectos simbólicos, pero no para resolver un problema sanitario concreto, persistente y bien diagnosticado. La contaminación del agua no genera titulares épicos, pero enferma personas reales.

La omisión de las sucesivas administraciones del Frente Amplio no es técnica, es política. No es falta de información, es falta de voluntad. Y cuando un problema de salud pública se posterga de manera sistemática, deja de ser negligencia y pasa a ser responsabilidad directa.

Montevideo no necesita más anuncios grandilocuentes ni túneles monumentales. Necesita algo más básico y urgente: agua limpia en su costa y autoridades dispuestas a priorizar la salud de la población por encima de la propaganda y los proyectos de vanidad.



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