A propósito de las nuevas plazas de Montevideo
Viernes 20 de diciembre de 2024. Lectura: 3'
Con una inversión de $9 millones, el Municipio B ha decidido transformar la Plaza Juan Ramón Gómez en un lugar que incluye baños públicos, una cocina y un salón de usos múltiples. Sin embargo, lo que podría haber sido una mejora para el barrio Palermo se percibe como un proyecto que amenaza con desnaturalizar su función original y transformar la plaza en un foco de aglomeración para personas en situación de calle.
La preocupación de los vecinos no es arbitraria ni antojadiza. Palermo, como otros barrios céntricos de Montevideo, ha enfrentado durante años problemas de convivencia relacionados con la presencia de personas sin hogar, muchas de ellas con problemas de adicciones o enfermedades mentales. Los residentes temen –así lo han denunciado públicamente– que la construcción de instalaciones como baños y una cocina (¿para qué?) en un espacio tan reducido pueda convertir la plaza en un punto de concentración para este sector de la población, exacerbando las dificultades sociales ya existentes en la zona.
La Intendencia y el Municipio B parecen haber subestimado el impacto de esta decisión. Por un lado, no se ha proporcionado a los vecinos información clara y transparente sobre los objetivos y el funcionamiento del proyecto. Las reuniones previas a la obra fueron escasas y mal comunicadas, lo que dejó a muchos residentes sin voz ni voto en un asunto que afecta directamente su calidad de vida. Por otro lado, tampoco se han presentado estudios que respalden la viabilidad del plan ¿Qué garantía tienen los vecinos de que el proyecto no terminará generando más problemas que beneficios?
Como dijimos, el temor no es infundado. Palermo ya cuenta con un centro diurno administrado por la ONG El Abrojo, que se encuentra cerca de la plaza y que atiende a unas 80 personas en situación de calle. Este tipo de instalaciones, aunque necesarias, tienden a generar dinámicas complejas en su entorno inmediato, especialmente cuando no se acompaña de un plan integral que aborde la inclusión social y la seguridad. La construcción de baños y una cocina en la plaza podría convertirse, en la práctica, en una extensión del centro, con todas las implicancias que ello conlleva: conflictos de convivencia, deterioro del espacio público y la eventual “inhabilitación” de la plaza para los vecinos que la han disfrutado durante décadas.
No se trata de negar los derechos de las personas en situación de calle. Nadie puede cuestionar la necesidad de ofrecerles condiciones dignas, como acceso a baños y alimentación. Sin embargo, el espacio público debe ser planificado para el uso y disfrute de todos los ciudadanos, y no para solucionar, de manera improvisada, problemas que requieren un abordaje mucho más profundo. Convertir una pequeña plaza barrial en un lugar de atención a personas vulnerables puede ser una medida práctica, pero también es una señal de que el Municipio está delegando responsabilidades que deberían abordarse en un marco más amplio de políticas sociales.
La falta de previsión en este caso es alarmante. Los vecinos señalan que el proyecto parece diseñado sin tener en cuenta las características específicas de la Plaza Juan Ramón Gómez: un espacio reducido, rodeado de viviendas y negocios pequeños, que representa el único pulmón verde en un tramo considerable de la ciudad. Además, los residentes han hecho hincapié en la transformación física que sufrirá la plaza, con la eliminación de césped, adoquines históricos y mobiliario urbano tradicional para dar paso a un “cementazo”.
El Municipio B tiene la oportunidad de rectificar. La pregunta es si estará dispuesto a escuchar antes de que el daño sea irreversible.
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