Edición Nº 1020 - Viernes 13 de diciembre de 2024

A 40 Años

Edición Nº 1018 - Viernes 29 de noviembre de 2024. Lectura: 5'

Por Leonardo Vinci

Los más jóvenes nos han preguntado cómo vivimos aquellos lejanos y tormentosos días, hace 40 años. El último domingo de noviembre de 1984 fue una fecha largamente esperada por nosotros.

Mi padre (el último intendente colorado en Salto antes del golpe de estado) y yo dedicamos años enteros trabajando incansablemente para recuperar las instituciones democráticas.

Fue su enorme prestigio personal el que volcó el peso de la balanza en nuestro Departamento en 1980 cuando el pueblo uruguayo fue convocado a las urnas por la dictadura.

Difícilmente en otra ciudad de la república hubieran permitido o tolerado que una emisora hiciera lo que hizo la radio Cultural en esa oportunidad, verdadero símbolo de la resistencia democrática, que pudo haber sido clausurada más de una vez en aquellos tiempos.

Tras años de opinar a través de las editoriales de la radio por medio de notas claramente opositoras al régimen, escritas por mi padre, por el socialista (e hijo dilecto de Frugoni) Jorge Andrade Ambrosoni o Enrique Tarigo con sus escritos en EL DÍA, llegó el momento de decidir nuestro destino y la enorme y aplastante mayoría de los salteños rechazó el proyecto constitucional en noviembre de 1980.

Yo creo que ese día, desde la Radio Cultural, se hirió de muerte a la dictadura.

Pocos meses después, a través de un jingle institucional, decíamos “Esta es la radio de la mayoría…” y convocábamos a nuestra audiencia a formar algo así como un Club del aire. 38.000 oyentes vinieron a buscar su “carné de socio” en tres meses manifestando su adhesión a la emisora. 

Con entretenimientos, espectáculos y grandes ventajas comerciales transcurrió 1981 en que equipamos la radio con teletipos, equipos móviles, transmisores de VHF, en fin, hicimos todo lo que estuvo a nuestro alcance para potenciar ese gran instrumento que tuvo el pueblo de Salto.

En 1982 hubo que sortear una segunda valla: las elecciones internas. Lamentablemente las desinteligencias entre los hombres de aquel entonces hicieron que los batllistas salteños fuésemos divididos a las urnas, por lo que debimos crear un grupo político en tres meses. Y lo hicimos. Las listas se identificaron con letras en esas elecciones y la nuestra (JAK) fue la más votada del Partido Colorado en la ciudad, tras una intensa campaña electoral en la que hacíamos hasta tres actos barriales por noche a los que se acercaba la gente con una mezcla de miedo, curiosidad y entusiasmo.

En 1983 el régimen se endureció y fuimos detenidos más de una vez para dar explicaciones acerca de nuestra prédica que se difundía a las 7, a las 12 y a las 20 horas, donde decíamos lo que la mayoría quería expresar pero no podía hacerlo.

Mi programa, “Nuestra Opinión”, terminó siendo prohibido y yo detenido e incomunicado en agosto de ese año. Pude recuperar la libertad por la firme decisión del Juez actuante, el Dr. Silverman, quien no hace mucho recordaba esos hechos.

Empecé otro programa (o el mismo, con distinto nombre) diciendo al inicio cuantos días faltaban para las elecciones. Para nosotros, no había marcha atrás.

Pero 1984 nos esperaba con amargas sorpresas. La muerte de Vladimir Roslik fue un acontecimiento que sacudió a la república, porque mientras los políticos legítimamente representativos dialogaban con las fuerzas armadas, en algunas unidades militares se seguía torturando hasta la muerte. Es muy triste y doloroso decirlo, pero esa fue la verdad.

Nunca dudamos que se encontraría una salida, la que finalmente ocurrió y tras el acuerdo del Club Naval se logró que se fijara el día de las elecciones y se pusiera punto final a la dictadura.

En las semanas previas a la elección, con mi padre- que ya tenía 75 años al igual que el escribano Cazabán), recorrimos el departamento de punta a punta. Fue admirable el esfuerzo de nuestros mayores, que nos acompañaron como si fueran unos jóvenes de 20 años, como lo éramos nosotros. Durmiendo en galpones en los lugares más recónditos de la campaña, a más de 240 kilómetros de la ciudad capital, o caminando en la soledad de la campaña, buscando una estancia donde nos auxiliaran a reparar el auto descompuesto.

Un día recorrimos la campaña con Jorge Batlle. Salimos en 6 autos y regresamos solo con uno. Por una tormenta espantosa, los pasos quedaron crecidos y debimos esperar horas para cruzarlos. El acto final en la esquina de Uruguay y Joaquín Suárez estaba previsto para las 21 horas. Llegamos casi a las tres de la mañana y no cabía un alfiler en los amplios salones hoy ocupados por el Banco Santander.

Fue muy emocionante haber vivido ese tiempo.

Si bien es cierto que la primera marcha a pie por la avenida principal fue en 1982 cuando finalizado nuestro acto final mi padre bajó a la calle y caminó hasta su casa seguido por miles de personas, la marcha de 1984 fue algo imponente y jamás repetida.

Bajo el lema “los autos no votan”, una multitud lo acompañó de plaza a plaza. Ese día el pueblo, el verdadero, el de doña María y Don José, el de la gente de a pie, acompañó orgullosa a su líder al acto final con la presencia de Sanguinetti y Tarigo.

Pocas horas después fue el acto eleccionario.

Recuerdo que -al igual que en 1982 y 1980- tanto nuestra casa como los amplios salones y la fonoplatea de la radio Cultural parecían un “pandemónium” donde la buena voluntad pudo más que los nervios propios de aquellos momentos. Ya había amanecido cuando se conoció el resultado de la última urna que nos daba ganadores. Y seguramente ese resultado hubiera sido el definitivo de haberse computado los votos de la localidad de Laureles, donde tanto en las elecciones internas como en los votos a la vista, una enorme mayoría nos había acompañado. Pero aún así, logramos la Banca colorada por el Departamento de Salto que orgullosamente ocupamos con el Escribano Cazabán.



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