45 años
Viernes 28 de noviembre de 2025. Lectura: 5'
Por Julio María Sanguinetti
Entre la memoria y el presente, 45 años dibujan una misma preocupación: la calidad democrática.
En este 2025 hemos estado celebrando los 40 años del retorno democrático, del reencuentro del Uruguay con sus mejores tradiciones políticas. Tan importante como esa evocación es la de los 45 años del plebiscito del 28 de noviembre de 1980, en que se rechazó el proyecto constitucional del régimen dictatorial y un episodio de notabilísima repercusión: el debate entre los Dres. Tarigo y Pons Etcheverry, opositores a la propuesta, y los Dres. Néstor Bolentini y Enrique Viana Reyes, sus defensores.
Esta historia comienza con la Comisión de Asuntos Políticos de las Fuerzas Armadas (COMASPO), que llama a los Dres. Carlos Manini Ríos y Héctor Paysée Reyes para que convocaran a un grupo de sus correligionarios colorados y blancos a estudiar el proyecto constitucional que el régimen estaba elaborando y que se planteaba como un retorno a la institucionalidad.
En el caso de nuestro Partido, se formó una una delegación realmente representativa de su realidad política, con José Luis Batlle, Máximo Gurméndez, Enrique Tarigo, Eduardo Jiménez de Aréchaga (corrección de acentuación) y el subdirector de El Día, Jorge Otero Menéndez, además del propio Manini Ríos.
Se intentó realmente buscar una solución, pero finalmente se comunicó la oposición a la propuesta al no aceptarse algunas modificaciones. Ello provocó las iras del Tte. Gral. Álvarez y del Comandante en Jefe Tte. Gral. Luis Vicente Queirolo, que lanzó la desafiante frase de que “a los ganadores no se les ponen condiciones” (sic), en un acto de soberbia que provocó una reacción muy penosa en la ciudadanía. El propio Dr. Tarigo contestó en El Día afirmando que se trataba de la institucionalidad del país, donde no había ganadores o perdedores, sino demócratas o autoritarios.
El proyecto tenía varias propuestas inaceptables, especialmente porque se instituía un Consejo de Seguridad Nacional, que era una suerte de cogobierno militar con el electo por la ciudadanía.
El 14 de noviembre, Canal 4 organizó el debate, con la moderación de Carlos Giacosa y Azadur Vaneskaián. La imagen hoy luce anacrónica, en medio del humo de los cigarrillos. Cada uno en su estilo, el irónico de Pons y el contundente de Enrique, demolieron el proyecto y creemos que fue, por encima de todo, esclarecedor. La propaganda oficial insistía en que se trataba de una reinstitucionalización, y mucha gente de buena fe pensaba (y alguna siguió pensando) que, aun mala, era un modo de progresar. Nosotros, con el No, sabíamos que se arriesgaba empantanarnos en un espacio de confrontación, pero también teníamos claro que introducirnos en el otro camino nos llevaba a un gobierno que no tendría el prestigio mínimo de la calidad democrática. Eso mismo escribí en un artículo en El Día titulado Hasta el 30 un No, justamente dejando claro que de este modo no entrábamos, pero que la disposición acuerdista se mantenía.
La campaña, naturalmente, era muy despareja. La propaganda oficialista era abrumadora y la opositora no existía. Los principales dirigentes no podían hablar. Por eso el debate tuvo gran resonancia, luego de siete años de silencio, en que no se había visto a nadie en la televisión cuestionar al gobierno. Hubo, sin embargo, tres actos de juventud: el primero colorado en el Cine Cordón, otro nacionalista en el mismo lugar días después y, finalmente, otro colorado en el Cine Arizona. En el interior se realizaron algunos pocos actos, muy acotados y vigilados de cerca, de modo que la gente no se animara. Recuerdo uno en Salto, en el Politeama, y otro en San José, en la Sociedad Italiana, ambos con Tarigo presente.
Finalmente, se llegó a la votación y fue clara: 57,2% por el No y 42,8% por el Sí. Siempre pensamos que en esta expresión a favor del Sí no había necesariamente un pronunciamiento favorable a la dictadura, sino la idea de que, aun malo el proyecto, en algo se avanzaba. Eso se vio claro cuando se realizaron las elecciones internas de 1982 y los grupos políticos que habían militado por el No obtuvieron un 75% de los votos en las internas de los dos partidos tradicionales.
El hecho político es que el No marcó una opinión ciudadana y fortaleció así al sector militar que era proclive a una salida. Aun aquellos que seguían compartiendo la idea del golpe militar asumían que su destino no era refundar al país sobre esa base, y mucho menos ser cómplices de la ambición personal del general Álvarez, que constantemente provocaba episodios perturbadores. Se define así un nuevo cronograma que nos lleva primero a la elección interna, luego al fracasado diálogo del Parque Hotel, al acto del Obelisco y, finalmente, al Pacto del Club Naval, en que se le pone día y hora a la elección nacional y la asunción del nuevo gobierno democrático.
Hoy todo parece fácil. Mucha gente subraya la imperfección de que el Partido Nacional no estuviera en el Club Naval. Sin duda fue una lástima, pero Wilson tenía otra estrategia, asumió otros riesgos y quedó personalmente al margen de la solución. Felizmente, por su espíritu patriótico, reclamó que su partido fuera a la elección, proclamó una gran fórmula (Zumarán - Aguirre) y luego no escatimó su apoyo al gobierno que presidimos. Además, reconoció siempre que, lejos de traicionar un compromiso, nosotros le habíamos informado de los pasos a dar, invitándolo a acompañarnos.
Fue un largo proceso. Son cinco años de ir y venir, de intentar acuerdos, de soportar agravios y provocaciones, para finalmente llegar a un entendimiento pacífico. Los cuarenta años que hemos vivido en libertad son el reconocimiento a aquel esfuerzo.
Sigamos mirando al futuro, sin olvidar que hoy podemos hacerlo porque ayer nos jugamos al destino siempre imprevisible de los acuerdos.
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