40 años removedores
Viernes 21 de marzo de 2025. Lectura: 3'
Con motivo del aniversario 40° de la reapertura democrática en Uruguay y Brasil, el ex Presidente Sanguinetti publicó una columna en la CNN Brasil que compartimos aquí con los lectores de CORREO.
Brasil llevaba 20 años desde la caída de João Goulart por el golpe de Estado que encabezó el General Castelo Branco. Tanto aquel como su cuñado, Leonel Brizola, ex Gobernador de Río Grande, residieron luego en Uruguay, integrados a la vida de nuestro país. Especialmente Brizola vivió aquí hasta su fallecimiento, administrando su propiedad rural y residiendo en Montevideo, en Punta Carretas. Eran típicos “gaúchos” en su cordialidad tanto como en su estilo político, afín a los viejos caudillos riograndenses.
El retorno democrático se produce en ambos países en el mismo marzo de 1985. Conocimos a José Sarney en aquellas dramáticas jornadas del 14 al 15 de marzo, cuando una diverticulitis grave le impidió a Tancredo Neves ocupar la Presidencia y se abrió allí un debate sobre quién debía hacerlo, ya que Tancredo nunca había asumido su cargo. Se dudaba si la situación era de vacancia o acefalía, lo que llevaba al interinato del Presidente de la Cámara de Diputados Ulysses Guimarães. Se resolvió que fuera Sarney, Vicepresidente electo, el que se encargara de ese interinato, que luego sería titularidad al fallecer Tancredo.
Ya en esos momentos críticos vimos en Sarney al hombre de Estado, sereno, prudente, atenido a las normas, que luego se consolidaría como un gran Presidente. Brasil se abrió a todas las libertades y procuró la cercanía de los países vecinos. Ofreció a Alfonsín una visita a las investigaciones nucleares brasileñas, a fin de descartar todo plan militar y cerrar el capítulo de históricos recelos entre las Fuerzas Armadas de los dos países. Alfonsín hizo lo propio con los desarrollos nucleares argentinos y de allí nació una relación personal, que se hizo tripartita con nosotros, uruguayos. Se echaron de ese modo las bases del Mercosur, un proceso de integración que tuvo sus años de auge entre 1991 y 1999 para estancarse más tarde, fundamentalmente por los incumplimientos de los gobiernos kirchneristas argentinos. Todo indica que se hace imprescindible una modernización de su estructura para adaptarlo a estos tiempos que vivimos.
A partir de entonces hemos mantenido una entrañable amistad con nuestro colega Sarney. Un escritor capaz de transitar desde el regionalismo hasta la novela histórica europea. Un gran señor, que en su casa clásica de São Luís do Maranhão atesora una biblioteca apasionante, que evoca a la de la novela de Umberto Eco en “El nombre de la rosa”. Ella refleja su amplia personalidad, en que conviven el líder político de trayectoria vital y el hombre de pensamiento.
En estos 40 años, ninguno de los tres países se ha apartado de la constitucionalidad, pese a que Argentina y Brasil han vivido sucesivas crisis económicas, renuncias y juicios políticos a presidentes de la República. En Uruguay la vida política ha sido más estable, pese a que han gobernado los tres grandes partidos y acaba de terminar un período de la Coalición Republicana, que reúne a los partidos tradicionales. Paradójicamente, las encuestas marcan una gran popularidad del Presidente saliente y de su gestión, pero la elección marcó nuevamente la alternancia con el retorno del Frente Amplio, la coalición de izquierda.
Celebramos en Brasilia, en estos días, esa fecha que marca un hito histórico. Lo hacemos en paz y libertad, cuando el mundo hoy vive circunstancias desconcertantes. Primero una pandemia, que evidenció la insolidaridad internacional. Luego dos guerras, desatadas por sangrientas agresiones. Ahora un cambio geopolítico brusco, que divide a Occidente, por un cambio arbitrario de las reglas de juego del derecho internacional y del comercio, provocado por un gobierno norteamericano que actúa al impulso de intereses nacionalistas. En qué termina todo esto no está claro. Ni la guerra ni la paz. Cuidemos, entonces, más que nunca, lo nuestro. Lo que hemos construido en estos años, que no es poco.
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