40 años, ayer y hoy
Viernes 15 de noviembre de 2024. Lectura: 5'
Por Julio María Sanguinetti
Hace cuarenta años estábamos, a fin de noviembre, igual que ahora, en víspera electoral. La diferencia es que en aquel momento retornábamos a una democracia que desde febrero de 1973 había sido eclipsada por un oscuro golpe de Estado.
Dejábamos atrás aquellos años tremendos de confrontación que se habían iniciado en 1963 cuando un grupo de jóvenes socialistas había declarado por terminada la etapa de la democracia electoral y comenzaron una revolución inspirada en la Cuba de Fidel y el Che Guevara, que pretendía incendiar América con su prédica. En aquel lejano 1963, el Uruguay no tenía ni Presidente, apenas un noble gobierno colegiado de nueve señores. Sin embargo, la magia revolucionaria llegó, fue creciendo, se enfrentó primero con la policía, pero a pocos días de la elección de 1971, la fuga del Penal de Punta Carretas de toda la dirección tupamara llevó al gobierno de Pacheco a encargar a las Fuerzas Armadas de la represión. No tenía otra salida. Vino la elección, asumió el gobierno de Bordaberry, la guerrilla fue rápidamente derrotada, pero el Ejército se embriagó de triunfalismo y con espíritu mesiánico fue avanzando en influencia hasta que en febrero de 1973 sacó los tanques a la calle para rechazar el nombramiento de un Ministro de Defensa por el Presidente, al que ya dejó subordinado al nuevo poder militar.
Lo que vino después ya lo sabemos y hoy queremos recordar, justamente, que hace 40 años, con Enrique Tarigo como compañero, representábamos al Partido Colorado en la elección que reabría el ciclo democrático de nuestra República. Las encuestas, para variar, no nos eran favorables, pero obtuvimos el 40%, frente al 35% del Partido Nacional. La ciudadanía reconoció en nosotros la propuesta del “cambio en paz” y sobre todo la credibilidad ganada por todo el Partido por su coherencia política. Habíamos sido opositores en el plebiscito de 1980, mayoría del Partido en la interna de 1982, proponentes y organizadores del Acto del Obelisco de 1983, protagonistas fundamentales del Pacto del Club Naval de agosto de 1984 y postulantes al gobierno ofreciendo paz, libertad y estabilidad. El país estaba económicamente postrado luego de la quiebra de “la tablita” y su consecuente devaluación. La banca -aunque por suerte no se sabía-estaba quebrada. Pero se salió adelante y si Wilson Ferreira y el General Seregni ayudaron, el Partido Colorado fue el gran protagonista de la restauración democrática.
Hoy el país está en paz. La demografía electoral ha cambiado. Somos parte de una coalición junto al otro partido tradicional, al Partido Independiente y al Cabildo Abierto. Hemos gobernado cinco años en plena libertad, superando una pandemia universal que sacudió al mundo y las consecuencias de conflictos bélicos que aún nos afectan. El Uruguay hoy muestra crecimiento del empleo, un salario real mejor que en 2019, ha invertido en infraestructura productiva y vial, salvado al sistema de seguridad social e iniciado un proceso inevitable de transformación educativa. Allí estamos, nuevamente, los colorados. Confiados, porque el Estado batllista ha mostrado una vez más su sentido, en la emergencia social. Nuestras instituciones, desde los Centros CAIF hasta las escuelas de tiempo completo, desde las asignaciones familiares hasta los planes alimentarios, solventaron la crisis.
Estamos ahora ante una definición electoral y tenemos que ser muy claros. Votaremos a la fórmula Delgado-Ripoll porque fue la mayoritaria en el espectro de la Coalición Republicana, que si no tiene una estructura formal, es un acuerdo vigente para gobernar juntos. Lo haremos por convicción. No por simple resignación, ya que nos animan poderosas razones positivas para hacerlo. Tenemos la oportunidad de asegurar el desarrollo de las líneas trazadas hoy y de avanzar en esta sociedad digital, del conocimiento, de la información o de la globalización tecnológica, como queramos llamarla. Se trata de procurar afirmar ese Uruguay exitoso, que siga siendo el ejemplo que hoy se reconoce en toda la región.
El Frente Amplio sueña con un vago “progresismo” que promete lo que no está dispuesto a financiar y que marcha condicionado por un PIT-CNT que acaba de ser estrepitosamente derrotado en el plebiscito constitucional pero que le impone, de cualquier manera, seguir discutiendo la existencia de las AFAP’s. Luego de un pronunciamiento tan categórico, 62% a 38%, al día siguiente ya el PIT-CNT anunció que había que atender al sector minoritario. Pocas veces se vio algo tan poco democrático, tan irreal. Del mismo modo, subordinado a las reaccionarias gremiales de la educación, especialmente la de Secundaria, la idea es detener el cambio en marcha y volver al sistema que marcó los peores resultados de la historia. Recordamos cuando Astori decía que nunca hemos puesto más dinero en el sistema educativo y nos ha ido peor. Y es natural, porque quien lea las conclusiones de las llamadas Asambleas Técnico Docentes se encontrará un nivel de ideologismo, de espíritu crítico de la sociedad liberal, que naturalmente invalida todo esfuerzo de real modernización.
El propio candidato vive en la dualidad: cuando va a Buenos Aires le dice a los empresarios argentinos que estén tranquilos que aquí, con él, seguirá todo como está. Y se baja del Buquebus y habla de un país hecho pedazos, pese a que la exportación crece, la venta de automóviles explota, la clase media uruguaya viaja más que nunca y hay 100 mil trabajadores más cotizando en el BPS.
¿Cuánto le costó al Frente Amplio reconocer que Venezuela era una dictadura? Se precisó la aberración farsesca de la elección y que insultara a Lula para que recién, resignadamente, asumieran en voz baja lo obvio. Es que Venezuela, Cuba, Nicaragua, siguen siendo parte de un sueño fracasado pero que aún alienta en su espíritu. No nos vayan a llevar al totalitarismo pero van a manejar la democracia con criterios equivocados. Lo mismo que la economía: saben que no hay otra que la de mercado, pero como sueñan con la planificada, no asumen las reglas de juego. Así fue el despilfarro de la bonanza del 2010 hasta la caída de 2019.
Por eso, el domingo 24,la fórmula Delgado-Ripoll es la Coalición. Y ella es progreso. Paraísos no, pero sí lo mejor posible.
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