Por Consuelo Pérez
Si los uruguayos cometieran la imprudencia suicida de volver a cambiar el rumbo del País creyendo en el burdo discurso de la oposición, y si la misma fuera medianamente coherente, tendríamos quizá en un futuro un nuevo ministerio, el M.D.H. Ministerio de Demagogia e Hipocresía.
Porque de alguna forma hay que encausar, catalogar y administrar la sarta de disparates nacidos de la desesperación, que surgen de las exacerbadas filas opositoras.
No necesitamos hablar de los mecanismos del partido comunista y de su representante, pues son conocidos por la humanidad desde hace décadas. Claro, con la imagen gigante de Batlle y Ordóñez detrás, como el amable lector quizá haya observado en una de sus convocatorias, suenan a broma de mal gusto, por no hablar del respeto por los asuntos republicanos, ausente en su metodología propagandística.
Por otro lado, un encorvado ex presidente emepepista, junto a un también encorvado -en la instancia- candidato del sector, habla en el estrado del aporte obligatorio que todos los funcionarios del "estado" según su entender, desde el presidente al portero, deberían hacer para combatir la pobreza infantil, -¡incluyendo incluso porcentajes!- sin mencionar los cientos de millones de dólares despilfarrados inmoralmente -por no asumirlo- en la peor gestión, la suya propia, en la historia del País. Y se abraza a una demagogia sin precedentes por lo banal, haciendo alarde de ignorancia de los más elementales principios de economía y de finanzas.
Y como si esto fuera poco, el candidato canario de las múltiples personalidades, el que dijo recientemente que "Lacalle usa códigos ‘omertá'", y que "El relato de Marset coincide 100% con el del gobierno" tratando de mafioso al propio presidente, presenta un documento que obviamente no se puede tomar en serio por alguien que respete su propia inteligencia.
En ese "documento" que pretende sea aprobado, exige y promete, entre otras cosas, "Un límite claro en mi campaña: no vamos a promover noticias falsas", "No voy a jugar a tergiversar la libertad de elegir de la ciudadanía uruguaya. No voy a dedicarme a dañar reputaciones de las personas. No es sólo decencia, es convicción democrática", contraviniendo al Orsi que acabamos de mencionar, que buscó claramente dañar reputaciones, y agregando, insólitamente, que promoverá "acciones de chequeo y verificación de la información para exponer la desinformación deliberada y exponer el daño que hacen estas prácticas". Por supuesto que tampoco sabemos si es el mismo Orsi que define a la dictadura venezolana como "una trampita", faltando el respeto a la Democracia, y a los sometidos venezolanos.
También prometió que no promoverá "burbujas falsas de contenido sostenido en fake news". Por supuesto que en ningún momento se le ocurrió, ante hechos que puedan dañar a personas -sobre todo a él mismo- insistir en tener una Fiscalía y una Justicia fuertes, garantes de nuestros derechos y el de los demás, que es lo que corresponde cuando algo está, como en su caso, en su órbita.
Ante estos manuales de cómo no se debe encarar la política, nos han sugerido muchas veces el consejo de Napoleón Bonaparte referente a que "Si el enemigo se equivoca, no lo distraigas".
Pero no. Para empezar, el término no nos gusta en cuestiones republicanas que hacen a nuestro pueblo, y además, una democracia sana como la que se ha impuesto en este país por voluntad de su gente, se encarga de sus potenciales enemigos.