A propósito de las recientes cifras de pobreza

Recientemente, el INE presentó las cifras de pobreza en nuestro país. Aunque el dato cerrado a 2023 indica que los guarismos permanecen estables, el frentismo aprovechó una variación de dos décimas porcentuales con respecto al año anterior -dentro del margen de error, que admite seis- para criticar al gobierno. La realidad indica que en los últimos 10 años, la cifra de pobres oscila en un 10%. No obstante, a diferencia de la administración anterior, la actual tuvo que sortear una pandemia de dimensiones desconocidas hasta ese momento. Pese a ese gran golpe, que el frentismo soslaya cuando le conviene, la pobreza no se disparó. No hubo magia, sino un plan concreto.

La semana pasada, el Instituto Nacional de Estadística (INE) divulgó los datos de pobreza medida por nivel de ingreso, correspondientes al año 2023. En 2022, el dato fue de 9,9 %, mientras que en 2023 fue de 10,1 %. Es necesario comenzar remarcando que las cifras surgen a partir de una encuesta, la encuesta continua de hogares. Un instrumento valioso que, sin embargo, tiene un margen de error que es importante tener en cuenta para interpretar las cifras. Entonces, debido a que se admiten seis décimas de margen de error, el dato no muestra una variación real (varió tres décimas), como han explicado varios especialistas alejados del debate electoral.

"Si uno hace el promedio de los últimos 10 años, la cifra ha estado en un entorno del 10% con algunos valores por debajo, en 2017 y 2018, cuando se llegó a un 8%. Luego, con el covid y la situación económica compleja, el dato se aproximó al 12%, subiendo a 11,6 %. Luego tuvo una tendencia decreciente hasta el año pasado y este año muestra una estabilidad", explicó el Director del INE, el Dr. Diego Aboal, en el vespertino de canal 12, "Esta boca es mía".

La estabilidad de esta cifra, especialmente tras los embates económicos globales del covid-19 -a los que luego se les sumó una histórica sequía y una inesperada guerra europea-, debe ser vista como un indicador de resiliencia de las políticas sociales implementadas desde 2020. Ni hay un aumento, como sugieren los desesperados dirigentes frentistas, ni un estancamiento, como dicen algunos tertulianos; por el contrario, las cifras reflejan la capacidad del gobierno de coalición para reducir y luego sostener los niveles de pobreza en un entorno hostil. Basta con mirar hacia la región para advertir la suerte de nuestro país.

Durante la pandemia, el apoyo del Estado fue crucial para mitigar el impacto económico en los hogares más vulnerables. El aumento en las asignaciones familiares y la implementación de medidas como el bono crianza, entre muchas otras, son ejemplos claros de un enfoque proactivo para sostener a la población en un momento de crisis sin precedentes (y con recursos menguados). Es claro que si el gobierno no hubiera actuado con la determinación y el enfoque en la protección social con el que actuó, especialmente en el contexto pandémico, es probable que los indicadores de pobreza hubieran experimentado un deterioro mucho mayor. Las políticas implementadas no son perfectas, claro está, pero su contribución en la contención de la pobreza es innegable.

Otro dato innegable es que la economía ha experimentado un progreso notable, con aumentos extraordinarios en el empleo -se han creado más de 70.000 puestos de trabajo en comparación con 2019. Siendo así, la brecha entre la situación económica y los índices de pobreza hace suponer que los altos índices de informalidad laboral, que el gobierno de coalición heredó tras la década y media de gobiernos frentistas, tienen todavía una gran incidencia.

No obstante, la preocupante realidad en materia de empleo informal, a la que el frentismo se había resignado legando a la nueva administración 400.000 trabajadores en esa situación, se ha comenzado a revertir, pese a las hostilidades que mencionamos ha sufrido la economía. La informalidad laboral bajó de 25% en los años prepandemia a 20% en los años posteriores. Y, aunque Uruguay se haya posicionado -con esa mejora- en la posición más baja de la región en cuanto a empleo informal, no alcanza.

Podemos concluir entonces que la estabilidad de la pobreza, a pesar del crecimiento económico, es resultado directo de la informalidad heredada, que no se resuelve simplemente con la mejora de la actividad laboral y económica. Esto evidencia la necesidad de políticas de largo plazo que aborden las causas fundamentales del problema, por fuera de los debates de corte electoralista que hoy propone una oposición desesperada por retornar al poder.




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