El laberinto económico (y político) del gobierno del FA

Por Santiago Torres

Para no remontarme más atrás —podría—, recordaré algo que escribí en una columna de CORREO el 4 de abril de 2012 en relación a las políticas fiscal y salarial del gobierno de entonces: “La consecuencia de esa política errada —pero cara al imaginario frenteamplista histórico— ha sido que en todos estos años seguimos con la inflación en las gateras, lista a dispararse, volcando todo el peso del control de precios sobre el Banco Central que hace todo lo que puede para lograr atar dos moscas por el rabo: que el tipo de cambio ayude a mitigar el crecimiento de los precios pero, a la vez, que no afecte la competitividad de las exportaciones. El pobre BCU, así, vive una contradicción constante y hace malabares. Pero sus márgenes de acción vienen reduciéndose cada vez más”.

El 28 de diciembre de 2012 señalé: “Y así llegamos a fin de año, en que el pánico por la inflación terminó de ganar al gobierno. Un poco demasiado tarde. El margen que a principios de 2012 tenía para revertir la tendencia, terminó por agotarse. El pobre Banco Central ya no puede defender la estabilidad de precios y, al mismo tiempo, defender la competitividad. Se echó mano a acuerdos de precios con los grandes comercios, pero los mismos caen en enero de 2013. ¿Qué ocurrirá después? Nadie lo sabe, pero sí está claro que los factores que condujeron a este escenario desagradable siguen en pie. [...] Las grietas que estuvieron presentes en el modelo económico desde el principio, finalmente han hecho eclosión y ahora el gobierno —y el país todo— está en camisa de once varas. En suma, un 2012 que, también en términos económicos, se desperdició imperdonablemente”.

Allá por julio del 2013, en otra columna, subrayé una circunstancia: “Los mercados a futuro predicen una caída relevante en los precios de la soja y el maíz. Obedece a la lógica de que se está alcanzando —si no se alcanzó ya— un equilibrio entre oferta y demanda de granos en el mercado mundial [...] O sea, exportamos menos pero, además, lo que exportemos se pagará menos también. [...] Como acaba de señalar ese gran amigo del Uruguay, el economista y político argentino Ricardo López Murphy, «los diez años pasados bajo circunstancias muy favorables se han acabado» y se debió haber sido más prudente, por lo cual «las circunstancias van a generar tensión en 2014 y 2015, porque el contexto del próximo gobierno no va a ser el mismo»”.

A fines de ese año, en un artículo de carácter prospectivo, expresé: “En definitiva, todo dice que el enfriamiento de la economía, que ya empezó, se profundizará. O sea, seguiremos creciendo pero mucho menos. La gran incógnita que me asalta, entonces, refiere a la financiación de un gasto corriente que fue subiendo como si fuéramos a crecer a tasas chinas por siempre. Y aunque el ex Ministro Lorenzo se enoje y escriba diatribas contra los que no compartimos su visión rosa, la verdad verdadera es que si la economía se está enfriando, en algún momento se va a empezar a recaudar menos. Y aunque Lorenzo haga berrinches, para financiar un gasto fijo alto en el marco de una caída de la recaudación, va a significar más emisión (complicando más la inflación que seguramente termine este año muy cerca del 9%) o más endeudamiento a mayores tasas de interés (si la Reserva Federal hace efectivo, como anunció, el cambio de política). Otra forma no existe, por más vueltas que le den”.

Unos meses más adelante, en abril de 2014, en otra columna expresé: “Lo sepa o no Mujica (tiendo a creer que sí lo sabe), su gobierno le está dejando varias herencias pesadas que, en un contexto de desaceleración del crecimiento de la economía (y no es un análisis de agoreros goebbelianos sino lo que emerge de las cifras de 2013), tendrá que reencauzar un gasto público que creció en exceso y está fogoneando la inflación. Y para la nueva administración ya no habrá toqueteo posible del IPC por la vía de los “precios acordados” y los “sacrificios fiscales” (que en realidad empeoran el problema por debilitar más el frente fiscal)”.

Por último, para no seguir con las autocitas (podría incluir muchas más), en febrero de este año advertí lo siguiente: “La tasa de interés comenzará a subir el año que viene, lo que encarecerá endeudarse. Por consiguiente, más vale que el gobierno de Vázquez contemple en su proyecto de Presupuesto la cautela fiscal que el contexto aconseja. Si sucumbe a la presión de “la barra” (sus legisladores y su clientela en el campo social y sindical), el costo que habremos de pagar todos a la larga será mucho mayor”.

Pues bien: la tormenta ya se está divisando. Y el miedo arrecia en el gobierno. Como le señaló el Presidente Vázquez al Presidente de la Suprema Corte de Justicia, Ricardo Pérez Manrique, están “complicadas [...] las finanzas del gobierno, con un abultado déficit, con los índices en baja y la preocupación de lo que pueda pasar con Brasil”, según le relatara éste al semanario “Búsqueda” en marzo pasado.

El Ministro Astori (que parece estuvo haciendo turismo en Ganímedes durante el “mujicato”) también ha expresado su preocupación: “El gasto es un desafío. Hay que luchar para mejorar el resultado fiscal, que no es una tarea sencilla”, agregando que el déficit actual era inadmisible.

Según informara “El País”, duante una charla ante clientes del Banco Itaú, el economista Gabriel Oddone de CPA/Ferrere (frenteamplista aunque, como le espetara Mujica, nunca se subiera a un arado) expresó que el viento de cola “se esfumó”, que estamos ante “probablemente el peor escenario externo” de los últimos 10 años por la apreciación del dólar en todo el mundo, la caída de los precios internacionales de nuestra producción exportable primaria y la recesión de los vecinos. Y los tres principales problemas que enfrenta nuestra economía en ese contexto son: los elevados costos en dólares, que afectan nuestra competitividad, el elevado déficit fiscal y la inflación.

Inmediatamente, Oddone replanteó el callejón al que los gobierno frenteamplistas han estado sometiendo a la economía uruguaya y que hoy ya no puede seguirse eludiendo: si el gobierno prioriza la inflación, deberá atacar fuertemente el déficit fiscal, pero eso hará caer el dólar, afectando la competitividad, o sea, se profundizará el problema del costo-país; si el gobierno, en cambio, prioriza la competitividad, se dispara la inflación. ¡Menudo dilema enfrenta no el gobierno sino la economía uruguaya por la acción de los gobiernos pasados! O sea, ni más ni menos la imposibilidad de atar esas dos moscas por el rabo de que vengo hablando hace años.

Yo me permito agregar un factor de complicación adicional, que no es culpa de los gobiernos frenteamplistas aunque sí es de su cosecha el grado de vulnerabilidad en el que nos dejaron: el déficit hídrico, que golpeará tanto en los costos de generación eléctrica como en la producción primaria exportable.

No soy zahorí; la precognición nunca fue lo mío. Pero así como no hay que ser clarividente para saber que si uno arroja una piedra al aire, ésta caerá, con ciertos fenómenos económicos ocurre lo mismo. Si ocurre el fenómeno “A” y se le suma el fenómeno “B”, entonces inevitablemente ocurrirá el “C”.

Los meses que vienen, por tanto, serán muy agitados en términos políticos porque el gobierno, salvo que arroje la toalla y deje que la inflación se desboque y haga ella un ajuste de mala calidad, deberá enfrentar la presión de los crecientemente hostiles sindicatos y de buena parte de su propia bancada parlamentaria.

Se acercan los tiempos en que el Frente Amplio ponga a prueba su capacidad de gobernar sin viento de cola.



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